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XER, la radio que cambió al mundo; la señal que hizo la diferencia en medio de un caos político

Pasa una estación de ciudad Acuña a convertirse en la más poderosa no solo del continente, sino a nivel global.

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Acuña, Coah.- La estación de radio con la señal más poderosa del mundo estuvo instalada en Ciudad Acuña, se llamó la XER y fue propiedad de un “médico loco” que trasplantaba testículos de chivo a señores que padecían disfunción eréctil.

Esta empresa, violatoria de las leyes de salud y telecomunicaciones, fue producto de la tormenta perfecta en la década de 1930, cuando los gobiernos de México y Estados Unidos se enfrentaron en una guerra comercial para usar las ondas internacionales de radio ubicadas en la frontera.

La historia comenzó con el doctor John R. Brinkley, dueño de una radio en Kansas, donde vendía brebajes que hacía pasar por medicamentos y promocionaba los trasplantes de testículos de chivos, que le provocaron la muerte por infección a más de una persona.

“ El doctor Brinkley era un hombre muy carismático, megalómano y narcisista, un genio de la mercadotecnia y de la radio acomodada a los verdaderos gustos de un público al que no se le había prestado atención”, comenta el doctor José Luis Ortiz Garza, investigador y autor del libro La Reina del Aire, una obra dedicada a la narrativa profunda de esta historia.

Nace entre la guerra

En 1929, el doctor Brinkley consolidó su estación de radio en Kansas como la más escuchada de Estados Unidos. Estaba dedicada al mercado de granjeros y analfabetas que atendían encantados las consultas sexuales que hacía el falso médico en el micrófono.

“ Le cancelan la licencia por sus contenidos charlatenescos y la Asociación Médica Americana le impide llevar a cabo sus operaciones en muchos estados, con algunas excepciones como Texas”, narra el doctor Ortiz Garza.

Prohibido en Estados Unidos, el doctor Brinkley, quien ostentaba su profesión en un título falso de la Universidad Ecléctica, viajó a México en busca de una concesión de radio que le permitiera continuar su millonario negocio.

“ En México no se podía transmitir en inglés, no podía haber dueños de radios que no fueran mexicanos –él utiliza prestanombres–; no se podían transmitir comerciales de medicamentos sin un permiso expreso de la Secretaría de Salud”, cuenta el autor de La Reina del Aire.

Sin embargo, el Gobierno mexicano le facilitó todos los permisos al doctor Brinkley para molestar a las autoridades estadunidenses, que en ese momento se negaban a darle a México ondas de radio internacionales, con el criterio de que ellos las habían ocupado primero. 

“Brinkley comienza con 75 mil wattsde potencia, le dan la concesión de la XER, trae su hospital y lo pone en un hotel muy grande en Del Río y comienza la guerra total”, puntualiza el doctor José Luis Oritz, quien además de escritor es profesor investigador emérito de la Universidad Panamericana.

Un trato mutuo
Aunque la estación estaba en Ciudad Acuña, el mercado de Brinkley seguían siendo los granjeros de Estados Unidos. Debido a la potencia de la señal radiofónica la estación se escuchaba en casi todo el país vecino.

“ Brinkley sigue trayendo muchos artistas montañeses, clarividentes, vendedores de biblias, vendedores de cursos de tap, vendedores de cursos de piano y todo tipo de personajes”, comenta el investigador. 

Era el trato perfecto del doctor con el Gobierno mexicano. Se usaban uno al otro, en el caso de Brinkley para seguir amasando su fortuna, que le permitió comprar el avión más veloz del mundo, y a las autoridades mexicanas les servía para invadir las señales de radioestadunidenses.

Como la estación de radio estaba en territorio mexicano, el Gobierno de Estados Unidos no podía frenar al charlatán de Brinkley, quien seguía haciendo trasplantes en Texas.

En 1932, México le ofreció a sus pares estadunidenses suspender la concesión del doctor a cambio de que cedieran señales internacionales, pero como se negaron, amenazaron con subirle la potencia a Brinkley.

“ México dice: ‘No te preocupes, en este momento estoy autorizando a Brinkley que transmita con 500 mil watts de potencia’, y que se van de espaldas los estadunidenses”, narra el autor.

Adiós a una leyenda

No obstante, en 1941 se acabó la buena suerte del doctor cuando, por fin, México y Estados Unidos se pusieron de acuerdo con respecto a los canales internacionales de radiodifusión y aniquilaron la XER.

“ La estación es expropiada por órdenes directas de Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente Manuel Ávila Camacho; Maximino estaba armando su arsenal para postularse como presidente de la República”, dijo el investigador.
La expropiación terminó siendo un robo porque nunca se la pagaron, al contrario, le inventaron delitos para amedrentarlo y evitar su defensa.

“ Inventan que Brinkley está transmitiendo información favorable a los nazis, y con ese pretexto expropian la estación pero no se la pagan, sino que se la roban”, cuenta Ortiz Garza.
Aún en esas condiciones, el doctor hace el intento de convencer a los Camacho de la importancia de mantener la estación por si Estados Unidos incumple su trato.

Como no puede con las razones, entonces viajó a la capital del país e intentó sin éxito sobornar a los encargados de las concesiones radiofónicas.

“ Se regresa a Ciudad Acuña y le da un infarto porque le afectó la altura de la Ciudad de México, eso derivó en gangrena, le cortan una pierna y Brinkley muere al poco tiempo en el otoño de 1941”, precisa Ortiz Garza.

Lo que siguió a su muerte fue el desmantelamiento de la XER, La Reina del Aire, la estación de radio con la onda más poderosa del mundo.

El equipo electrónico fue utilizado por el hermano del presidente y el locutor Alonso Sordo Noriega, para instalar la estación XEX en la Ciudad de México en 1941, mientras que la cabina de radio fue ocupada por Arturo C. González, el empresario que era prestanombres del doctor Brinkley quien, en 1946, apoyado por inversionistas de San Antonio, Texas, abrió la estación XERS, con antena en Estados Unidos pero usando la cabina de Acuña.

Actualmente, la concesión está en poder del Instituto Mexicano de la Radio que la utiliza para difundir la identidad de los mexicanos establecidos en ambos lados de la frontera.

Descubre la historia
 

La Reina del Aire, de José Luis Ortiz Garza, editorial ASTRA, está disponible en Amazon o al teléfono 877 770 3274:

El autor es doctor en Comunicación por la Universidad de Navarra (1995), investigador de la radio mexicana desde hace más de tres décadas; autor de los libros México en Guerra (Planeta), La Guerra de las Ondas (Planeta), Ideas en Tormenta (Ruz), y Una Radio Entre dos Reinos (Vergara).

Tesoro local
La XER, “La Reina del Aire”, se convirtió en una fábrica de hacer dinero:

Decenas de empresarios invirtieron en publicidad para llegar a practicamente todo el mundo desde la señal que tenía como epicentro a Ciudad Acuña.

Por si fuera poco, el genio creativo y la voracidad económica de Brinkley iban de la mano, era capaz de hipnotizar a las masas leyendo cartas de contenido sexual que le enviaban sus pacientes, recetaba sin ver a los enfermos y prometía milagros médicos.

Vendían todo tipo de cosas, relata Ortiz Garza, como cabellos de Jesucristo, 25 pollitos por un dólar, los predicadores evangélicos le decían a la gente que pusiera las manos sobre la radio yo haré una oración para que sane inmediatamente pero antes mandeme un dólar.

La elección de Brincley por Ciudad Acuña no fue una casualidad, él estaba asesorado por dos de los mejores ingenieros del mundo en el ramo de la radiodifusión: James Weldon y William Branch.

 

 

 

 

 

EQE

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