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Evoca Conchita Tinajero de Harper el terruño de su juventud

La conocida empresaria habla de su labor en la tv por cable y delinea una estampa del Piedras Negras del ayer.

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La conocida empresaria habla de su labor en la tv por cable y delinea una estampa del Piedras Negras del ayer.

Por: Redacción Aurelio Pérez - Alberto Cázarez |Saltillo, Coahuila; 22 de agosto del 2021.- Reconocida empresaria y pionera de los sistemas de televisión por cable en México, Concepción Tinajero de Harper relata, en entrevista con Ramón Carrillo, colaborador de Zócalo y director del Museo de la Frontera Norte, cómo incursionó en el mundo empresarial y, por supuesto, como fue su nií±ez y juventud en el Piedras Negras de antaí±o. En 1963, la familia Tinajero fundó Televisión del Norte, segunda empresa del paí­s en obtener una concesión para este servicio por parte de la Secretarí­a de Comunicaciones y Transportes (SCT). Conchita –como la han llamado toda su vida– se hizo cargo de la gerencia. A inicios de los 70, obtuvo un puesto homónimo en el entonces Distrito Federal (hoy Ciudad de México), justo también durante la introducción del sistema en la gran capital parte de los Azcárraga. Luego, volverí­a a Piedras Negras y estarí­a al frente de Cablecom, por 25 aí±os. En 2015, durante la sesión solemne del Congreso del Estado para celebrar el 165 aniversario de la fundación de Piedras Negras, Concepción Tinajero recibió la presea Piedras Negras por ser ejemplo para las mujeres de liderazgo empresarial.

Ramón Carrillo (RC): ¿Cómo fue la infancia de Conchita Tinajero en aquel Piedras Negras que se fue? Conchita Tinajera (CT): Pues mira, yo no soy de Piedras Negras. Nací­ en Allende, Coahuila. Soy como les dicen “camoteros”. A los 6 aí±os se vino mi papá a Piedras Negras, y aquí­ empecé mi primer aí±o en la escuela de la seí±orita Zoila Reyna, ubicada en su casa, rumbo a la placita que le decí­an Plaza de las Uvas, por la calle Dr. Mier. Ya en segundo aí±o me vine al Instituto del Pueblo con la seí±ora Argentina S. de Vargas. Así­ firmaba ella, era la directora. Ahí­ estuve hasta sexto aí±o. RC: ¿Qué maestros recuerda de ese colegio? CT: A una seí±orita llamada Celsa Escamilla. Era magní­fica, muy buena profesora, mucho muy estricta pero muy buena. RC: ¿Y las maestras de música, en aquel tiempo quiénes eran? CT: Yo tomé clases siempre con Cuca Terry, después con Esperanza Delgado, que era una gran profesora, inclusive dio varios conciertos con la Sinfónica de Monterrey. Era muy linda. RC: ¿Hací­an festivales de danza y música? CT: Habí­a recitales. Cada aí±o habí­a como un examen y estábamos muchos conocidos. Chabelita Montemayor era una de ellas –éramos de las que siempre tocábamos al final–, y Delfina Rivas, que era una gran pianista, (y) quien después se dedicó a tocar en las escuelas. Cada aí±o estaba un recital afuera del teatro Acuí±a de aquel entonces. El último concierto lo dimos en el Casino Nacional, en donde también tocó una prima mí­a, Chabelita Benavides, que tocaba muy bonito. RC: ¿Qué recuerda del teatro Acuí±a? CT: El teatro Acuí±a cubrió todos los festivales de Piedras Negras: graduaciones, obras de teatro. Me acuerdo que cada aí±o las obras que estaban pasando en México vení­an al teatro Acuí±a, y a veces me llevaban a mí­. Era el lugar en donde todo el mundo iba para cualquier sesión, cualquier junta importante. Los artistas que vení­an de afuera ahí­ se presentaban también. Fue un gran teatro, muy bonito. [caption id="attachment_522573" align="alignnone" width="960"] Compartida por usuario Marí­a Balvantí­n en El Piedras Negras que se fue Facebook @elpiedrasnegras[/caption] RC: ¿A la calle Zaragoza le llamaron un tiempo la calle Real? CT: Ah sí­, yo creo que todas éramos realeza porque todas paseamos por ahí­. El paseo era de la plaza principal hasta el Instituto del Pueblo, ida y vuelta.  La calle Real estaba muy bien, No habí­a cantinas –en primer lugar–, no habí­a tanto tugurio como hay ahora. Se hizo un lugar de mala fama, con mucho vago y mucha cantina. Me acuerdo que todos nos í­bamos a las 5 de la tarde a la panaderí­a El Viejo Nopal, en donde hací­an el mejor pan de Piedras Negras. Como a dos cuadras antes de llegar al Instituto del Pueblo estaba una fotografí­a del seí±or de apellido Munguí­a. Ahí­ se retrató todo Piedras Negras: nacimientos, bodas, lo que hubiera en escuelas. El seí±or Munguí­a era el fotógrafo oficial. Tení­a incluso en exhibición todas las fotos que tomaba, así­ es que era una cosa de llegar a la fotografí­a a ver quién se habí­a retratado y a quién habí­a puesto el seí±or Munguí­a en el aparador de su fotografí­a. RC: ¿De los carnavales en febrero? CT: ¡Ah, los carnavales muy bonitos! Se dedicaba Piedras Negras al carnaval, todo el mundo andaba en la calle, en la plaza, se disfrazaban, daban premios a los mejores disfraces. Yo me acuerdo que la primera reina fue la seí±ora Minerva Garcí­a, la hija de don Francisco Garcí­a, quien era el gerente y dueí±o del Banco Fronterizo de aquí­ en Piedras Negras. RC: ¿Entonces en los carnavales participaba todo el mundo? CT: Ah sí­, todo el mundo. Era considerado la fiesta del pueblo y para el pueblo. La reina iba a la plaza para cumplirle a la gente y después (vení­an) el baile y la coronación en el casino. Luego el paseo todos los dí­as era de la plaza principal hasta el ferrocarril por toda la calle Zaragoza. Los carros alegóricos eran muy famosos. Un seí±or, Fortunato Velasco, fue siempre el que hizo los carros alegóricos y hací­a los sillones en donde se sentaban las damas de las reinas. Muy habilidoso. [caption id="attachment_522571" align="alignnone" width="703"] Los carros alegóricos eran parte importante de los carnavales | Fuente Facebook @elpiedrasnegras[/caption] RC: Ayer estaba releyendo a Ulises Criollo de Vasconcelos y menciona a los Trueba como de los primeros comercios que habí­a aquí­ en Piedras Negras. CT: Sí­. Trueba tení­a un almacén que estaba en la esquina de calle Guerrero y Zaragoza. Habí­a otro seí±or Trueba que tení­a un depósito de licores. RC: ¿Y el club deportivo le tocó conocerlo, ahí­ por el edificio de la Aduana? CT: Pues poco, porque solo uno de mis hermanos jugó basquetbol. En deportes estoy muy atrasada porque el único deportista era Domingo, mi hermano. í‰l era de la (escuela) Modelo, y el otro equipo era de los federales. Eran los clásicos rivales, la Modelo y la escuela secundaria federal. RC: En aquel tiempo habí­a varios clubes así­ como habí­a el Casino Nacional, pues estaba la Asociación Católica de Damas Católicas, el Club Delta. CT: Estaba el Club Deportivo Piedras Negras enfrente de donde está el hotel del ferrocarril, allá donde termina la calle Zaragoza. Tení­a mucha gente, pero como estaba muy lejos, allá me dejaban ir muy poco. Ya cuando estaba mayorcita y que hací­an tertulias y los domingos í­bamos allá. RC: ¿Qué es lo que más extraí±a del Piedras Negras que se fue? CT: Pues yo no lo extraí±o porque no lo veo como que se fue. Yo nada más veo que Piedras Negras vivió su época que viví­ yo de chica, luego cuando ya estaba yo mayor, luego cuando me casé y me fui al rancho que iba y vení­a. Piedras Negras nada más se desarrolló y creció. No hay nada que lamentar porque no se fue nada, aquí­ está. RC. ¿Algún platillo para algún festejo familiar, con qué se festejaba el paladar cuando habí­a cumpleaí±os? CT: Antes siempre se hací­an tamales, la gente hací­a tamales en su casa, casi nadie hací­a para vender, entonces mi mamá hací­a tamales como hacer la comida. (Los tamales eran) de puerco –casi de pollo no se hací­an–, de puerco y chile colorado, y luego hací­an también el pavo, todo el tiempo. Y se usaba mucho y era muy acostumbrado hacer fritada en la casa. Cuando era un cumpleaí±os o alguna cosa en la casa la fritada era un platillo considerado algo especial. RC: ¿Y el postre, lo dulce? CT: Lo que mi papá siempre comí­a de postre era cajeta de membrillo. í‰l era de Chihuahua y mis tí­as tení­an muchos membrillos y cada aí±o nos mandaban cajeta. Tení­an cajetas de todos tamaí±os porque lo poní­an en moldes y luego lo envolví­an y guardaban. Así­ que mi papá tení­a cajeta en casa toda la vida, y siempre cuando terminaba de comer se comí­a una tajada de queso con una de membrillo. Atole en la maí±ana comí­a yo, atole de arroz; me gustaba mucho. Como mi abuelita viví­a mucho tiempo con nosotros, yo siempre tení­a atole. RC: ¿Cómo se llamaba su abuelita? CT: Isabel Barrera, se casó con Román Benavides. De hecho, mi madre y mi abuela estuvieron en la hacienda de Guadalupe. Habí­a una hacienda que no me tocó conocer y no sé si todaví­a exista, pero se llamaba hacienda de Guadalupe. Estaba por un lado de Rosales, Coahuila. RC: Conchita ¿en dónde estaba usted el 28 de junio de 1954? CT: ¿Cuando la creciente?… Yo viví­a por la calle Guerrero pero cuando empezó que vení­a el agua, mi marido me dijo –se salieron todos–, ‘nos vamos a Eagle Pass’. Fuimos de los últimos en pasar por el puente, a las 3 de las tarde ya al agua le faltaba un metro para llegar al puente. Nos fuimos a la casa de mi suegra en Eagle Pass y allá la pasamos muy bien porque ella viví­a en un rancho que era de los Brack, de la familia de Tito y allí­ estuve hasta que me vine a Eagle Pass, entonces nos fuimos al rancho de la Burra después de seis dí­as y ahí­ estuve hasta que se limpió la casa. RC: Toda su vida es ejemplar y muy importante. Hay una parte muy importante como empresaria con Cablecom, ¿cómo llegó ahí­? CT: Ahí­ pasé mi vida, llegué por pura necesidad, porque mi marido enfermó, luego se muere, el rancho lo vendió, se gastó, todo se acabó, entonces me urgí­a trabajar y se nos ocurrió decirle a mi cuí±ado Richmond Harper, que era el dueí±o del cable en Eagle Pass, que porque no traí­amos el cable a Piedras Negras. Mi marido, entonces fundó Televisión del Norte. Trajimos la seí±al del cable de poste a poste, por el rí­o; por un alambrito ahí­ vení­a la seí±al. No pues entonces yo dije ‘mira, está muy bien que el permiso esté a nombre de Tito, pero yo me voy a quedar a cargo de la oficina’, porque yo sabí­a que Tito no era de oficina. A los siete aí±os me fui a México y cuando llegué estaban poniendo el cable en el Distrito Federal. Se habí­an llevado al ingeniero Vielma, que fue el que puso el cable a Richmond en Eagle Pass y a mí­ en Piedras Negras. Vinieron por él porque era el experto en el asunto. Como él era el gerente de la empresa me dieron la chamba y estuve en la gerencia de Lomas hasta que me cansó México. Me fui a Torreón cinco aí±os y estando allá me llama mi hermano Ernesto, que es el que tení­a acciones con nosotros aquí­. Me dijo ‘vente porque parece que hay necesidad de que haya alguien de confianza…’. Pues me vine otra vez al terruí±o y a lo que tení­a, que era mi puesto en el cable. Ya ahí­ me quedé 25 aí±os más. Me la pasé muy bien, fueron aí±os muy bonitos. Conocí­ a mucha gente que si hubiera estado encerrada en la casa no la hubiera conocido, gente lindí­sima. Traté a todo el mundo. Me la pasé muy bien, hice muchos amigos. Tuve mucho trabajo. Tengo la impresión de toda la gente de Piedras Negras como amable y considerada, yo nunca tuve un problema con nadie, todo el tiempo me llevaba bien. RC: ¿Para usted qué significa Piedras Negras? CT: Piedras Negras es mi casa. Se me hace un lugar muy tranquilo considerando cómo están las cosas –admitiendo lo que hay que no tiene remedio, ni modo– y la gente de Piedras Negras en general es muy buena. He vivido muy a gusto aquí­, gracias a Dios.
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