Torreón, Coah.- Al pie del ataúd de su hijo Rolando, ingeniero mecánico de 31 años, su madre repite una frase como si buscara encontrarle sentido a lo absurdo: “Lo mataron con mucha saña… mijo no le hacía daño a nadie.
Era muy noble, muy tranquilo, no peleaba con nadie”. Rolando Medina Puentes murió con un tiro en una pierna.
Lo disparó un agente de la Policía Municipal durante el desalojo de un predio en el ejido Nueva Mieleras, en la periferia de esta ciudad. “Se hubiera salvado, pero lo dejaron que se desangrara; no nos dejaban sacarlo y llevarlo al hospital”, aseguran primos, tíos y hermanos de la víctima.
El cuerpo yace en el patio adaptado como capilla en la casa familiar, adonde llegan vecinos, amigos y parientes a darle el último adiós.
Nadie encuentra explicación a la violencia con la que, acusan, actuaron los uniformados.
La tristeza se mezcla con la rabia.
La rabia con la impotencia. Don José Ángel Medina, padre de Rolando, en una mano lleva el bastón con el que se apoya desde hace años; en la otra, una fotografía enmarcada de su hijo. Habla poco.
Murmura: “Ya me lo mataron… ahora qué voy a hacer sin mi hijo”. La familia se prepara para despedir al menor de cinco hijos.
Dicen que lo único que hizo fue tratar de evitar que los desalojaran del terreno que han ocupado desde hace más de una década. Que no portaba armas, ni amenazas. Que estaba ahí, como los demás, con las manos vacías, pero eso no bastó para que lo dejaran vivir.
