
En memoria de Armando Valdés
Por: Francisco Juaristi Santos
Nos conocimos a principios de los aí±os ochenta al coincidir en las aulas de la entonces secundaria técnica número 5, donde cursamos la especialidad en mecánica en nuestra querida Piedras Negras.
Porque nuestros padres creían que lo mejor para nosotros era hacer âprepaâ de tres aí±os para que por lo menos maduráramos un poco antes de salir a estudiar fuera de nuestro terruí±o, el CBTIS 34 se convirtió en nuestra siguiente escala escolar, ahora en el área de contabilidad.
Aun nos tocó la desaparecida costumbre de ser rapados como tributo por ingresar a la prepa del pueblo.
âCórrele pinche Pancho, córrele, que no nos alcancen estos culeros wey.... â me gritaba Armando entre risas mientras salíamos disparados del CBTIS aquel verano de 1983 seguidos de cerca por una enardecida turba de pretorianos armados con sendas tijeras para obligarnos al aí±ejo ritual .
A la altura de lo que hoy es el restaurante âBarrokasâ nos alcanzaron, sometieron y raparon.
No nos quedó más remedio que dirigirnos a la peluquería de âRiveritaâ para que cortara los pocos mechones de cabello que nos dejaron.
En los salones del CBTIS, cupido lo flecho por siempre al conocer a nuestra hermosa compaí±era Bertha Andrea Ramos Hilario âBettyâ , con quien al instante en que la conoció inicio una sólida e incomparable relación en que su amor creció y confirmó a lo largo de décadas, hasta formar una admirable familia .
El terremoto que azoto la Ciudad de México en 1985 lo imaginamos juntos en nuestra prepa y en clases a través de la creativa voz del periodista Claudio Bres Garza en âLa Rancherita del Aireâ quien acompaí±ado por Juventino Botello Montelongo nos dio los detalles de lo sucedido en la capital.
A las 7:19 A.M. de ese ahora lejano jueves 19 de septiembre asistimos juntos a una cátedra inesperada: la de la eventual, posible e inexplicable crueldad de la vida, la de la fragilidad humana, la de la impotencia frente a fuerzas ocultas e incontrolables, la del inevitable destino como seres humanos.
Nuestra mejor etapa como amigos nació con nuestra graduación como todos unos auxiliares en contabilidad en el CBTIS 34.
Ahora si nada nos detendría, podíamos irnos a estudiar nuestras carreras profesionales fuera de Piedras Negras.
El optó por las leyes inspirado por la envidiable trayectoria de su tío paterno Valeriano Valdés Valdés, exitoso Notario Público en Saltillo.
Presentó su examen de admisión en la Facultad de Leyes de la Universidad Autónoma de Coahuila y obtuvo la mejor calificación entre los cientos de aspirantes.
Aunque Ciencias de la Comunicación era la carrera que a mí me excitaba y seducía , bien sabía que âdonde manda capitán no gobierna marineroâ y me inscribí en la carrera de Contador Público a sugerencia de mi Papá.
Mientras ambos soí±ábamos con nuestra libertad total al vivir en un âdepaâ solos en Saltillo , nuestros padres nos ubicaban en nuestra realidad y nos entregaban personalmente en una casa de asistencia en el 653 de la calle de Múzquiz y nos encargaban con la severa pero carií±osa âDoí±a Margaritaâ.
Con un poco de escasez, algo de frío y un mucho de hambre, cursamos nuestras carreras hasta graduar a principios de los aí±os noventa, el como abogado y yo como Contador.
Regresamos a Nuestro querido Piedras Negras donde empezamos a trabajar, el en Hacienda y yo en el Zócalo.
Formamos nuestras familias, nacieron nuestros hijos, fundamos nuestros negocios y nuestra amistad creció y consolidó con los aí±os.
El verano pasado coincidimos en una boda en San Miguel de Allende, después de tiempo sin vernos y, cómo en cada reencuentro, sentí que nunca nos habíamos separado ni por un instante.
Me invito a los quince de su amada hijita Marianita y, aunque le confirmé, por temas que hoy ya no vienen al caso, no pude asistir.
Le invité a mi cumple 50 el jueves pasado y aunque pensé que por no estar en los 15 de su hijita no asistiría, se presentóÂ puntual del brazo de Betty , impecable y con la mejor actitud como siempre .
Hacia las diez de la noche me compartió un fresco habano en la casa de mis entraí±ables Pepo Valdez y María Laura Puron de Valdez, anfitriones en mi fiesta de cumpleaí±os.
Lo invité a la Feria de Sevilla en Abril y me dijo cómo siempre y con su típico âestaría muy bien mi Pancho â.
Después de medianoche Betty vino por Armando hasta la fogata donde fumábamos nuestros puros, decidieron retirarse y los acompaí±é hasta su auto.
Lloro y me resisto en aceptar que sin saberlo nos estábamos despidiendo. No era un hasta luego el que pronunciábamos esa noche, sino un hasta nunca.
Querido Armando:
El 23 de noviembre que por mi muro de Facebook te enteraste que mi querido hijo Paco se graduaba, contra todo pronóstico como abogado, me escribiste lo siguiente:
âPancho, con la noticia de tu hijo Paco recordé muy gratos momentos que compartíamos en nuestras infancia cuando cursábamos nuestras carreras respectivas, gusto más el q tu hijo haya elegido la carrera que yo elegí, me acuerdo que tú me preguntabas porque  elegía leyes, bueno ahí está la respuesta mi amigo, Dile a tu hijo que  cuenta en mi a un compaí±ero, colega, consejero y sobre todo amigo para los momentos que lo necesite, Dios los siga bendiciendo a ambos un abrazo muy fuerte !!!â
Hoy solo te quiero decir mi querido amigo:
Marianita y Armandito contarán siempre conmigo.
Te abrazo hasta el cielo, único lugar donde un espíritu como el tuyo puede estar mi querido amigo.