
Ya en 2013 ya se rumoraba que sólo le daban de comer una vez a la semana y que estaba desnutrida.
Por: Agencias
Venezuela.- La última exhibición de la elefanta Ruperta en el Parque Zoológico Caricuao, de Caracas, fue dramática. Tras haber cumplido con el autoaislamiento de tres días que se imponía después de cada caída, cerca de las 14:00 horas del pasado domingo salió de su guarida. Su actuación a partir de ese momento, sin embargo, no fue la esperada: se arrinconó, levantó ligeramente la trompa y se quedó paralizada durante una hora.
Su audiencia, conformada por unos 10 nií±os y siete adultos, entendió que se trataba de una despedida. El llanto comenzó a contagiarse de unos a otros. "No se mueve", murmuraban los mayores, mientras los más pequeí±os, en un intento por animarla, le gritaban: "¡Ruperta!". Una mujer que resguardaba el lugar los desalentó aún más: "Ella está muy viejita. En cualquier momento se muere". Pronto el tiempo demostró que, en parte, tenía la razón: Ruperta estaba destinada a morir, pero no de vieja sino de hambre.
A sus 48 aí±os, el pasado domingo la elefanta africana permanecía estática junto a la piscina de la que le gustaba tomar agua con su trompa, para echársela encima. A pesar de los 31 grados de temperatura, Ruperta no entró al estanque. Tampoco deleitó a su audiencia jugando con tierra. Al cabo de una hora, Ruperta regresó a su guarida y, salvo los trabajadores del zoo, nadie volvió a verla. Los lunes, por razones de mantenimiento, el parque permanece cerrado. Y Ruperta no aguantó hasta las 9:00 del martes, cuando el zoo debía abrir nuevamente sus puertas al público. A las 13:00 horas el vigilante que estaba de guardia en el zoo la encontró tirada en el suelo: esta vez sin respirar y con surcos de lágrimas en su rostro. Ruperta sufrió demasiado.
La recordaba de otra manera. Hace una década la vi por última vez y estaba preciosa. Lo que ha vivido hasta su muerte es un retrato de Venezuela. Ya en 2013 ya se rumoraba que sólo le daban de comer una vez a la semana y que estaba desnutrida. Pero según la trabajadora y sindicalista del Instituto Nacional de Parques (Inparques), Marlene Sifontes, su verdadero martirio comenzó en 2015. "Duró semanas sin comer", aseguró a Crónica.
Con información de El Mundo