Inició con 18 alumnos y ahora alberga a 35 nií±os y nií±as de 5 a 12 aí±os
Por: AgenciasÂ
Oaxaca.- De tarde es un bar y de maí±ana es escuela; la idea alrededor de este local del municipio mexicano de Juchitán surgió para que los nií±os no siguieran ociosos tras el sismo que no solo destruyó viviendas, sino también daí±ó más de 1.140 escuelas de la región y dejó sin clases a miles de pequeí±os.
El restaurante-bar venido a escuela, conocido como Coco Bongo, inició con 18 alumnos y ahora alberga a 35 nií±os y nií±as de 5 a 12 aí±os, quienes toman clases en el patio del negocio.
La que podría llamarse âescuela multigradoâ comenzó a funcionar un mes después del terremoto de magnitud 8,2 en la escala de Richter que sacudió esta localidad del sur del país el pasado 7 de septiembre.
Carlos Antonio López, propietario del negocio, admite que la idea inicial fue de su esposa, Nelmi Roselis Trejo, quien estaba preocupada porque sus dos hijos solo veían televisión, jugaban y tenían mucho tiempo dedicado al ocio.
âPrimero pensó en contratar maestros para los nií±os y luego dijo que podrían ayudar a los demás pequeí±os sin clases ni escuelaâ cuenta a Efe.
âPedimos el apoyo de vecinos, solicitamos maestros por internet y tuvimos respuesta. A un mes del terremoto ya estábamos trabajando con ellos, teníamos el espacio, las mesas, las sillas y el deseo de ayudar,â indicó Trejo, que administra la escuela y prepara el desayuno para los pequeí±os, cuyos padres aportan 5 pesos (0,26 dólares) por alumno.
El âsalón de clasesâ es un espacio abierto de 10 metros de largo por 8 de ancho, con techo de lámina, dos paredes de concreto y una barda de madera con plástico.
Está rodeado de plantas de ornato y posee un pizarrón, 30 sillas de madera y 10 mesas. Más allá están los baí±os y a un lado la cocina.
Ahí se sientan según van llegando los alumnos de diversas edades y grados escolares que vienen de escuelas privadas o públicas y que siguen sin clases desde hace dos meses tras derrumbarse sus salones.
Guadalupe García, madre de dos nií±as de 10 y 11 aí±os inscritas en la escuela pública Daniel C. Pineda -ya demolida-, seí±ala que siguen esperando que la dirección les avise del inicio las clases en las aulas provisionales que está construyendo el Gobierno federal.
Hasta entonces, lleva a sus hijas al Coco Bongo para que comiencen a recuperar su ritmo y sus clases.
Aunque la iniciativa ha sido criticada, el propietario del bar apunta contundente: âUno ayuda con lo que tiene y ponemos nuestro apoyo y hasta nuestro dinero porque pedimos 5 pesos de cooperación por nií±o para el desayuno y no alcanza, pero ya nos metimos en esto y no nos vamos a rajarâ.
âCuando los nií±os llegaron aquí parecían expertos, sabían todo del terremoto, lugar del epicentro, magnitud y duración, cosas que ni yo sabía, pero también se habla del tema y se les brinda apoyo psicológico y se ofrecerá también a padres de familiaâ, relata.
Agrega que cuentan con una maestra de educación básica, un maestro de inglés, un psicólogo y un maestro de pintura, a quienes quieren conservar incluso después de que termine la emergencia con un proyecto nuevo; ofrecer lecciones de arte, música, pintura, danza, guitarra y regularización de clases por las tardes.
Mientras tanto, Evelyn de Jesús Carrasco, psicóloga que brinda las clases, con una experiencia de cinco aí±os en la docencia con nií±os de preescolar, seí±ala que se ha ido acoplando a los pequeí±os y aprendiendo de ellos.
âMi centro de trabajo se daí±ó, los dueí±os cerraron y se fueron y el personal quedó desempleado. Me enteré por Facebook que necesitaban un maestro y de inmediato me presentéâ, comenta.
La tragedia âes un proceso difícil para los nií±os y debemos mantener su mente trabajandoâ, seí±ala.
La psicóloga explica que las clases se imparten de lunes a sábado, y que âel esfuerzo lo valeâ: âHay que mostrar a los nií±os que después de esto la vida sigue y deben aprender que aunque sufran una desgracia hay que levantarse y seguir luchandoâ.
En eso coincide hasta la más pequeí±a del grupo, Regina Rodríguez, de cuatro aí±os, quien interrumpe brevemente su dibujo para contar a Efe que hoy no tiene miedo como âel día que la tierra temblóâ.
âYo estaba dormida cuando empezó el temblor, mi casa se rompió y yo no sabía que el terremoto sonaba muy fuerte, que derrumbaba las casas y tuve mucho miedo, ahora vivo en casa de mi abuelita porque no tenemos casa, pero ya no tengo miedoâ, dice.
Fuente Excelsior