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Historias de amor; los narcos también aman

Los grandes capos entraron por voluntad propia a esa ‘prisión’.

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Los grandes capos entraron por voluntad propia a esa ‘prisión’.

Por Agencias 

Ciudad de México.- “Yo no estoy secuestrada… yo estoy enamorada de Rafael”, fue lo que dijo Sara Cosí­o Vidaurri a los agentes antinarcóticos que allanaron la residencia, en las afueras de San José, Costa Rica, el 4 de abril de 1985, en donde se encontraba al lado de Rafael Caro Quintero, cuando el entonces jefe del Cártel de Guadalajara fue detenido.

La historia de amor entre Rafael Caro Quintero y Sarita –como siempre se refirió a ella, aun estando en prisión–, es una de esas que no tienen fin, pese a que hayan terminado.

Esa historia, aunque lejana, es la que hací­a sonreí­r al capo en sus dí­as de cautiverio dentro de la cárcel de Puente Grande. Esa, es también la mejor muestra de que los narcos también aman.

Rafael conoció a Sarita en una fiesta, en Guadalajara, a la que fue invitado por Guillermo Cosí­o Vidaurri, entonces secretario general de Gobierno del llamado Departamento del Distrito Federal.

La encontró hermosa, decí­a, “metida en un vestido negro que le hací­a resaltar la belleza”.

Ella fue despreciativa al principio. Pensaba que Caro Quintero era un comandante de la Dirección Federal de Seguridad, porque esa era la fachada que mantení­a para poder relacionarse con la clase polí­tica del gobernante PRI, donde Guillermo Cosí­o Vidaurri fue secretario general hasta 1982.

Fueron los desprecios que le hizo Sara Cosí­o Vidaurri, según contó Caro Quintero en prisión, lo que lo hicieron sujetarse “a la emoción de enamorar a una mujer”. Era como un reto. “Al principio fue la vanidad de hombre, luego fue el amor” lo que lo movió.

Ni él mismo sabe en qué momento se le metió Sara en la cabeza y en el corazón. Cuando menos acordó “ya estaba pensando en ella. Buscando la forma de buscarla y tener contacto siquiera para ver sus ojos”.

Rafael nunca se desalentó en su intención. Ni siquiera cuando Sara se negó a aceptar como regalo un auto nuevo que le fue entregado a la puerta de su casa, al que le prendió fuego.

Después, la encaró. Le habló con el corazón en la mano y el mundo fue otro cuando ella aceptó sus propuestas. Decidió llevarla a Costa Rica, en donde le compró una mansión. En México, Sara fue reportada como secuestrada, pero Caro Quintero decí­a con la sonrisa franca: era él quien se sentí­a preso por aquellos ojos que le robaron la calma.

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‘El Chapo’ enamorado

Joaquí­n Guzmán Loera, “El Chapo”, también corrobora la tesis. Sus fervientes cartas enviadas desde prisión a Zulema Hernández, donde en alguna ocasión le escribió: “Me estremezco y mi pecho suena fuerte cuando leo y oigo de ti…”, revelan cómo el exjefe del cártel de Sinaloa se rendí­a ante el amor de una mujer.

“El Chapo” no sólo se venció ante el amor de Zulema, a quien conoció en los pasillos de la cárcel federal de Puente Grande; después de ella, ya en fuga, se enamoró de su actual esposa, Emma Coronel Aispuro.

Oficialmente, “El Chapo” Guzmán ha hecho vida común con cinco mujeres: Estela Peí±a, Marí­a Luisa Ortiz Vergara, Marí­a Alejandrina Salazar Hernández, Griselda Guadalupe López y Emma Coronel Aispuro. Todas tienen algo en común: son hermosas, y le hicieron en su momento poner todo su mundo a los pies de ellas.

Pero hay algo más allá que lleva a los narcos a ser pródigos en el amor. Es la transformación de la belleza femenina en una especie de trofeo, eso es lo que coloca a los narcos como hombres exitosos, refiere el doctor Arturo Santamarí­a, investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa y autor del libro “De Carnaval, Reinas y Narco” (Grijalbo 2014).

El poder de un narco, manifiesto en el amor por la belleza de una mujer, se ejemplifica en el caso de Ernesto Fonseca Carrillo, “Don Neto”, quien se casó con Ana Victoria Santanares, quien fue reina de la belleza sinaloense en 1967, y que le dio dos hijos, permaneciendo con él en una relación matrimonial de apenas cuatro aí±os.

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Amores trágicos

Jesús Héctor “El Gí¼ero” Palma Salazar, compadre de “El Chapo”, también se desvivió en amor por una mujer. Desde la celda de Puente Grande no pasaba un dí­a sin que escribiera una ferviente carta de amor a la que hizo su esposa, Guadalupe Lejí­a.

“Ella fue la inspiración de los poemas chuecos, hechos por ‘El Gí¼ero’ Palma, a mitad de la noche desde el módulo 3”, refirió un interno.

El amor por su mujer hizo que “El Gí¼ero” Palma muriera de dolor y coraje, cuando fue informado dentro de la prisión que su esposa fue decapitada por su enemigo venezolano Enrique Rafael Clavel Moreno, quien la enamoró para robarla, asesinando también a sus dos hijos Héctor y Natali, de 5 y 4 aí±os, a los que arrojó desde un puente.

De la mano del amor por su mujer, también llegó la venganza de Héctor Palma: desde la cárcel de Puente Grande, en Guadalajara, ordenó el asesinato de Enrique Rafael Clavel, quien estaba preso en una cárcel en Venezuela; hasta allá lo alcanzó. De paso, ordenó el asesinato de sus tres hijos.

Otro amor trágico es el de Armando López “El Rayo de Sinaloa”, compadre de “El Chapo”, asesinado por órdenes de los hermanos Arellano Félix, luego de pretender el amor de Enedina Arellano Félix.

“El Rayo de Sinaloa” descubrió la belleza de Enedina cuando los hermanos Arellano Félix aún eran parte del cártel de Guadalajara, entonces liderado por Ernesto Carrillo Fonseca, Rafael Caro Quintero y Miguel íngel Félix Gallardo, tí­o del clan.

El asesinato de Armando López, ocurrido por celos de hermanos, desató la guerra entre el grupo de “El Chapo” y el de los hermanos Arellano Félix.

Con información de Reporte índigo.

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