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Fue ‘La Pepona’ un genio de la locución

José Alberto Rodríguez Sánchez, mejor conocido como “La Pepona”, la mayor enseñanza es ser sencillos, humildes y nunca despegar los pies de la tierra.

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Piedras Negras, Coahuila.- Su gran sentido del humor, sus personajes y sus frases perdurarán en la memoria de sus radioescuchas en la Región Norte de Coahuila, pero para su familia. José Alberto Rodríguez Sánchez, mejor conocido como “La Pepona”, la mayor enseñanza es ser sencillos, humildes y nunca despegar los pies de la tierra.

José Alberto siempre fue un hombre alegre, amante de la música, con una genialidad para la improvisación que lo caracterizó y con lo que se ganó el cariño de sus radioescuchas.

Nació el 15 de julio de 1964 en la Comarca Lagunera, hijo del señor Pablo Rodríguez, la señora Felipa Sánchez; tuvo muchos hermanos, pero sólo le sobrevive su hermana Teodora quien radica en Torreón.

Cuando tenía apenas 13 años de edad migró a Villa Unión en busca de mejores oportunidades, tener una mejor calidad de vida, al cursar su escuela secundaria y llegó con su hermana la profesora Paolita Sánchez (f), quien fue como su segunda mamá.

Siendo un adolescente empezó a trabajar en una gasolinera de Villa Unión, para posteriormente entrar a la planta termoeléctrica y la mina 1 de Micare, donde inició su amor por la radio, luego de que le regalaron un radio pequeño de pilas.

José Alberto escuchaba una estación de Sabinas, Coahuila, entonces le cautivaba mucho el poder escuchar a los locutores y cómo dedicaban las canciones de las agrupaciones de moda, que se ponía las bocinas en la boca y pedía que le dedicaran temas y mandaran saludos.

Su hijo Édgar recuerda que su padre le compartió que fue ahí donde empezó su amor por la radio y la música, por lo que luego empezó a participar en los concursos de aficionados con grupos locales en Villa Unión.

Ahí cantaba canciones de Pegasso y otros grupos como los Dominantes de la Cumbia, hasta que llegó la invitación para ingresar a la radio en una estación de Allende, Coahuila, la XEVUC.

Luego conoció a quien se tornaría en el amor de su vida, María del Carmen Olivo Nava, y decidió cambiar su residencia a Piedras Negras, donde se casó y tuvo a sus tres hijos: Édgar Alberto, Dulce Ana Karen y Arisbeth Itzayana.

Llegó a trabajar en la XEMJ, donde pronto su personalidad y carisma empezó a cautivar a los radioescuchas y gracias a los bailes populares que organizó junto con la estación radial.

Pronto fue invitado a laborar en el centro comercial Soriana como encargado de publicidad y controles remotos, donde realizó muchos eventos para esta tienda.

Posteriormente, en 1999 llegó a la Rancherita del Aire, donde pasaría 22 años de su vida laboral y donde logró cautivar a más radioescuchas, quienes se divertían con sus ocurrencias, con sus personajes y sus frases.

Cuando llegó a Piedras Negras tuvo el sobrenombre de “Songuirirongui”, luego de que el mismo locutor compartiera que era porque cuando tenía que hacer el cambio de música y se utilizaban discos de acetato, para evitar las “lagunas” o espacios, empezaba a tararear esa frase.

Buscando una identidad como locutor, vinieron imitaciones que realizaba, desde doña Lencha, hasta Quico del Chavo del 8, ahí surgieron diferentes personajes, pero la que “pegó” fue La Pepona.

En una ocasión se le ocurrió decir: “Ya se va Lallona y ya llegó la Pepona”, al momento de relevar a uno de sus compañeros locutores.

Así surgieron frases como “Suero porque me muero”, “La Pepona trabaja en domingos”, “Ya llegó la niña” o “Soy niña”, entre otras.

Le gustaba todo tipo de música, texana, grupera inmortal, así como de los años 60 y 70, además decía jugando que su primo era Juan Gabriel y por eso le gustaba.

Entre sus pasatiempos, se encontraba el béisbol, por lo que cuando salía de la radio, le gustaba ir con los amigos a los juegos del Club Atoyac.

 

Un abuelo y padre amoroso

Para su hijo Édgar, José Luis fue un padre amoroso, pero estricto, quien buscó que sus hijos llegaran a ser mujeres y hombre de bien y lo logró.

Ya como abuelo, fue cariñoso y juguetón con sus 11 nietos.

La principal enseñanza a su progenie fue el que fueran personas sencillas, que no quisieran aparentar lo que no eran, humildes y con los pies bien plantados en la tierra.

A su hijo Édgar le contagió el gusto por la radio y fueron compañeros de trabajo en la Rancherita del Aire, donde fue como su maestro.

Recuerda que en un festival del Día de las Madres en Allende, Coahuila, cuando se iniciaba en la radio, su papá le dijo en el camino que sería él quien abriría el show.

“Vas a decir que no he llegado, a ver qué se te ocurre, vas a hacer como que no voy a ir y voy a salir por en medio de la gente, me dijo”, indica al recordarlo.

“Cuando estábamos apenas iniciando se vino una tormenta, que pensábamos que la gente se iba a ir. Yo pensé que él iba a decir que hasta que parara de llover le dábamos, pero no”, añade.

Precisa que así continuaron en el escenario y terminaron todos empapados, le demostró con ello su profesionalismo y la gente no se fue, se quedó a verlo.

 

 

 

 

DMC

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