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Santa Eulalia: Relato del obispo Alfonso G. Miranda Guardiola

Columna dominical del obispo de Piedras Negras Alfonso G. Miranda Guardiola

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Piedras Negras, Coahuila; 16 de marzo de 2025.- Celebraba un servidor la fiesta patronal en la parroquia – todavía en construcción – de San Juan Bosco, hacia las afueras de Acuña, Coahuila, aquel 30 de enero del 2025, cuando al final de la misa, una joven y audaz señora, abriéndose paso entre el coro, los ministros, el equipo de liturgia, los matlachines y los fieles, que se tomaban fotos con el celebrante abajo del presbiterio, se me acerca, y mirándome a los ojos, me dice que si puede hablar cinco minutos conmigo, a lo que, entre el ruido y el tumulto, le respondo, tenga paciencia por favor, y espere a que la gente se retire, y con gusto la atiendo. 

Después de la última foto, y sin diferir un instante más, la decidida señora se me acerca, y a quemarropa me dice: Señor obispo, desde hace muchos meses ningún sacerdote ha ido a Santa Eulalia a celebrarnos la misa, mándenos uno por favor. Lo primero que pensé, fue, de qué lugar me está hablando esta señora, que jamás lo había escuchado. Y le pregunto: ¿dónde está santa Eulalia? A 40 kilometros de aquí, me responde. ¿Y cuánta gente vive allí? Noventa y siete familias. Muy bien, le digo, he tomado nota de lo que me ha dicho. Haré mis consultas y le responderé, páseme su celular.

Pasaron varias semanas, investigué entre los padres y descubrí que hay una falta de claridad específicamente, en la asignación pastoral de ese ejido, que ha estado intermitente asistido entre varias parroquias. Decido mandarle un mensaje a la resuelta señora, para saber cómo están en el pueblo, y otra vez a bocajarro, me contesta, ya viene el miércoles de ceniza, ¿a quién nos va a mandar? Al no tener todavía una solución a su problema, le contesto que un servidor irá para ver cómo está la situación, y a platicar con las personas.

Ese miércoles de ceniza, después de haber acudido con nuestros hermanos internos del Cereso de Piedras Negras, y haber tenido una experiencia sublime, compartiendo la eucaristía, me lancé a Acuña, haciendo una parada con los hermanos salesianos, donde comí, y donde pasó por mi una familia de Santa Eulalia. Al llegar al lugar quedé impactado y conmovido, porque ya me esperaba la gente, los saludé y entré a la bella y preciosa capilla, que los fieles habían limpiado dos días seguidos por la arena del desierto que se metió por el vendaval que azotó esos días. La comunidad, el coro y los niños participaron fervorosamente en la Eucaristía. Nadie se fue al acabar esta última, todos aguardaron para hablar con un servidor, como lo habíamos señalado. ¿Desde cuándo no tienen misa? Les pregunté. Desde hace más de siete meses, me respondieron. ¿Tiene niños sin bautizar? Muchos, yo nomás tengo tres, me dijo una joven señora, con un hijo en brazos y los demás en carreola. ¿Hay matrimonios no casados por la Iglesia? Varios, y anhelamos comulgar y arreglar nuestra situación, me lo decían desde su corazón. A los 15 niños que estaban muy atentos desde antes de empezar la misa, les pregunté: ¿cuántos de ustedes ya hicieron la primera comunión? Solo uno mayorcito levantó la mano. A ver, alcen la mano, los niños que quieran recibir el catecismo. Y antes de terminar de hablar, ya todos habían levantado la mano. No puedo explicar el estremecimiento que sentí, al ver los ojos de los niños que me expresaban no sólo el hambre de Dios, sino una especie de vacío interior -quizá desolación- esperando ser llenado por el amor, la gracia y la ternura de Dios. No puede ser que esté pasando eso, me dije. Esta comunidad, me recuerda aquel pasaje de Pablo, cuando le preguntó a la comunidad de Efeso (Hch 19, 2), si cuando recibieron la fe, habían recibido el Espíritu Santo, a lo que ellos contestaron: ni siquiera hemos oído hablar del Espíritu Santo. Así estos niños y este pueblo, no han recibido la fe, porque no se las hemos llevado. 

Pronto iremos les prometí. Esa misma semana, es decir, dos días después, una comitiva fue hasta allá. La religiosa responsable del Secretariado Diocesano de Catequesis, que coordinará un grupo de valientes catequistas de Acuña, que empezarán a ir, a preparar a los niños y a las familias para recibir el bautismo, la eucaristía y la confirmación. Junto con ella, acudió la señora coordinadora del movimiento Familia Misionera, que llevará a un grupo de jóvenes a hacer misión recurrente desde esta misma semana santa.

Los padres de la Diócesis no han ido recientemente, por la demanda pastoral de las demás capillas y comunidades, y por una falta de definición territorial, que le tocará a un servidor clarificar y resolver, y en eso estamos, para que no se queden sin la necesaria atención pastoral. Como quiera les hicimos el compromiso de que iríamos por lo menos una vez al mes para celebrarles la Eucaristía y atenderlos espiritualmente. 

Cabe señalar que el ejido de Santa Eulalia, se encuentra en un lugar muy apartado al norte del Estado de Coahuila, perteneciente al municipio de Zaragoza, y que sólo se puede acceder a través de Acuña quedando alejada de esta última ciudad (ya de por sí separada del País y del planeta), todavía otros 40 kilómetros más, hacia la parte oeste, cercano al desierto de Ocampo, en medio de la nada, pero hasta allá les llevaremos al Todo de todos, Dios nuestro Señor.

Gracias por acudir a mi llamado, me dijo la guerrera señora. 

Fue Dios, a través de usted.

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