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Los niños muertos del Bravo

La pobreza y la inseguridad que viven en sus países obliga a miles a arriesgar sus vidas... y las de sus hijos

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Piedras Negras, Coah.- En el último mes 17 menores inmigrantes han fallecido tras ahogarse en las aguas divisorias entre Eagle Pass y Piedras Negras, la cifra se suma a más de un centenar de personas que han muerto en iguales circunstancias en la frontera común entre México y Estados Unidos.

Las imágenes de cuerpos sin vida, de niños, niñas y adolescentes recuperados en el río Bravo que divide la frontera entre Eagle Pass,Texas y Piedras Negras, Coahuila, hablan por sí solas, son reflejo de la crisis migratoria que en el último año se agudizó en este cruce fronterizo.                                                                      

En la primera semana de diciembre, la localización en el llamado Río Grande del cadáver de un menor de aproximadamente ocho años de edad atado al de su papá, -ambos migrantes de origen centroamericano-, fue estremecedora: Un sueño más que murió ahogado.

Cifras aportadas por autoridades de Estados Unidos y México, señalan que en lo que va de 2023, el cruce de inmigrantes por esta zona superó el medio millón de personas.

La presencia masiva de extranjeros sin documentos principalmente de Centro y Sudamérica, ha generado toda clase de expresiones entre residentes en ambos lados de la frontera, unas a favor y otras en contra por las implicaciones que el fenómeno ha representado en lo social y en lo económico.

José María, “Chemita” le llaman sus compañeros en la Estación de Bomberos de Piedras Negras, ha intervenido en la recuperación de inmigrantes ahogados, entre ellos menores, compartir lo que ha significado para él esa experiencia es algo que prefiere reservarse.

 

Por el contrario, Luis Ángel González, operador de vehículo de emergencia, bombero y paramédico desde hace 13 años, mantiene firme la idea que alguien tiene que hacer el trabajo aunque implique sacar personas muertas del río, hombres, mujeres o niños.

“Son momentos por los que nadie quiere pasar, la pura imagen es impactante y es algo que tenemos que afrontar, tener control de las emociones ya que nos ha tocado recuperar desde recién nacidos, niños entre uno a ocho años y un adolescente de 14, quedó atrapado entre unos matorrales a la altura del lugar conocido como Las Adjuntas”.

Pero no todo es tan crudo como parece, Luis Ángel reconoce que lo más esperanzador es lograr el rescate de personas, sobre todo de familias que en su búsqueda por llegar a Estados Unidos, arriesgan sus vidas y las de sus hijos pese al peligro que representan las corrientes del río Bravo.

“Fue a partir de 2021 que se comenzaron a ver más seguido en el río grupos masivos de inmigrantes, familias que cruzaban con sus niños, algunos se les soltaban de los brazos al ser arrebatados por la corriente que los arrastraba y se perdían”, señaló Luis Ángel, que ha participado en lo que llama 12 rescates exitosos.

“Uno reciente fue de una señora con sus dos hijos menores, cuando la corriente los atrajo ella alcanzó a sujetarse de un pilar del puente internacional número dos y logramos hacer el rescate y ponerlos a salvo en el lado mexicano”, recordó con un dejo de satisfacción.

“Cuando los vemos pedir ayuda o que la corriente los arrastra, lo primero que sube es la adrenalina, el primer instinto es lanzarse aunque sabemos que se debe seguir un protocolo, sin embargo, en la mente el objetivo es tratar de sacar el trabajo, de llegar hasta a ellos y una vez que lo logramos, regresar a tierra firme y traerlos sanos y salvos”.

 

Migración forzada

Mireya Ramírez Ordóñez, coordinadora de la carrera de Sicología en la escuela de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma de Coahuila, indicó que exponer a la niñez a situaciones tan complejas como la migración forzada, pone en evidencia la vulneración de sus derechos básicos.

“Para llevar un desarrollo sano, no para tener cosas excepcionales o por encima de lo esperado sino lo mínimo indispensable, los niños deben tener un entorno familiar y social que coadyuve a la protección de sus derechos”.

Los menores inmigrantes también son personas poseedoras de derechos que por su condición vulnerable y al estar en proceso de formación, requieren de un entorno protector; que los adultos a su alrededor los acompañen en su crecimiento para garantizar su estabilidad.

 

Para la especialista, la realidad es que, ante la situación que viven los mayores no significa que los niños no sean una prioridad, son personas que viven situaciones extremas y su propósito es enfocarse en la búsqueda del sustento y un lugar favorecedor para sus familias.

“Así como personas deciden salir de sus países por temas de seguridad también lo hacen por situaciones de pobreza, en algunos casos migran solos y dejan a los hijos con familiares mientras resuelven su estadía; pareciera que los niños son los más afectados por este proceso, porque son incapaces de gestionar sus necesidades por sus propios medios”.

Añadió que si en el trayecto migratorio hay menores que vienen con sus papás y alguno de ellos fallece o sufre alguna situación que les impida hacerse cargo de sus hijos, estos niños pueden quedar en una situación de abandono y absoluta desprotección e indefensión.

“Aunque nuestro país tiene acuerdos nacionales e internacionales en protección de los derechos, en una realidad práctica dentro de las instancias que se encargan de garantizar la integridad de la niñez, no se prioriza a los niños inmigrantes, es muy raro que una institución como Pronnif o DIF lleguen a hacer una intervención”.

Ramírez Ordóñez, que trabaja en la elaboración de su tesis doctoral en Antropología social -en la Universidad Autónoma del estado de Morelos-, basada en las experiencias emocionales a un nivel colectivo de las mujeres migrantes; dijo que al ser los derechos universales, los niños migrantes no tendrían por qué estar fuera del apoyo institucional.

“No importa si son inmigrantes o no, como ciudadanos mantenemos esta resistencia cuando las instituciones deberían ser también para ellos, porque en el momento que el país se compromete a garantizar derechos, se compromete garantizarlos para todos, inmigrantes y no inmigrantes”.                                                                                                          

Al tratarse de niños están en un desamparo mayor porque las personas que tienen que protegerlos se centran en la lucha por sobrevivir, comer y tener un sitio en donde dormir y muchas veces los lugares que encuentran no son los apropiados, ya que en los albergues logran encontrar resguardo pero es breve, subrayó.

 

Ha tenido la experiencia de visitar la Casa del Migrante “Frontera Digna” que opera en Piedras Negras, bajo el auspicio de un patronato de particulares con participación de la Iglesia católica, el lugar tiene una capacidad para 150 personas y ante la continua llegada de inmigrantes, ha llegado a recibir a cerca de mil en un día.

“No es ni siquiera un espacio en el que las personas puedan disfrutar de un entorno familiar o social más o menos estable, el poco tiempo que permanecen ahí viven en condiciones de hacinamiento, resuelven sus necesidades básicas de alimento y descanso, pero ¿qué pasa con las necesidades de estudio, de un entorno seguro, protector y de arraigo?”.

Para Mireya Ramírez, que combina su profesión con el rol de esposa y madre de un niño de dos años, sostuvo que además de las necesidades elementales hay otras que tienen que ver con la socialización e interacción; para los niños el juego y las relaciones sociales, no son un capricho, sino una necesidad que forma parte de su desarrollo neurológico.

“En un estado ideal los niños deberían ir a la escuela y llevar una vida normal de acuerdo a su edad, cuando en su realidad algunos de este grupo poblacional, se ven obligados a trabajar o pedir limosna para apoyar en la subsistencia de sus familias.

“Hay niños que son propensos a sufrir una serie de delitos cuando pasan por situaciones de vulnerabilidad, un niño inmigrante es fácilmente presa de violaciones a sus derechos, al verse expuestos a agresiones de tipo sexual o corrupción de menores, porque la necesidad los obliga a pasar por situaciones de riesgo”.

La salud mental de las niñas y los niños, depende mucho de la estabilidad del entorno, en el caso de los niños inmigrantes es difícil que sus padres o cuidadores que vienen a cargo de ellos estén conscientes de lo que implica, porque en la mayoría de las veces también pasan por situaciones de salud mental muy graves.

“Las personas que vienen en el trayecto migratorio traen duelos, problemas de ansiedad, ataques de pánico, depresión, estrés postraumático, algunas son agredidas sexualmente en su travesía, por lo que es difícil que una persona que trae una serie de secuelas emocionales que ponen en juego su salud mental, vaya a cuidar la salud mental de un niño”.

 

Es una migración distinta

El investigador en salud pública del Colegio de la Frontera Norte en esta ciudad, Felipe Uribe, consideró que a diferencia de las caravanas documentadas en 2018, la migración actual que se ha incrementado al colocarse Coahuila como uno de los corredores más atractivos hacia Estados Unidos debido a la seguridad, es distinta en su composición.

“Es diferente por la cantidad de personas que han llegado y por el alto riesgo al enfrentar la dificultad para transportarse, se ven obligados a caminar kilómetros para llegar a la frontera tanto ellos como niños y los menores son demasiado vulnerables, así como algunas mujeres que incluso vienen embarazadas”.

 

Título 42

Para Uribe, que este año ha participado en foros sobre caravanas migrantes en fronteras como Tijuana, Ensenada y Ciudad Acuña, además de Piedras Negras, lo que detonó el fenómeno migratorio fue el anuncio del gobierno de Estados Unidos, sobre la extinción del título 42 que provocaba la deportación inmediata.

“Al correrse la voz de que autoridades migratorias como ocurre en el Sector Del Río, procesan a las personas conforme llegan y que son enviadas en camiones a otras ciudades de Estados Unidos, ha provocado que oleadas de personas se animen a venir y cruzar, pese a que esto conlleve al riesgo de morir en su intento”.

“El riesgo se agudiza, cuando en su tránsito se enfrentan a extorsiones por autoridades o grupos criminales, esto causa un impacto a nivel mental y pese a ellos siguen llegando”.

Uribe hace una analogía de la población inmigrante con el salmón y las dificultades para llegar a su destino, que al desplazarse contracorriente van convencidos de su objetivo, en el caso de los inmigrantes perseguir el sueño de una mejor vida.

“Ver los ejemplos de personas que han mejorado sus condiciones de vida y de sus hijos, que en sus lugares de origen difícilmente habrían logrado, lleva a otras a ir tras ese ideal y en el trayecto algunos mueren ahogados, deshidratados o por hipotermia, es un impacto a nivel socioemocional que debe ser estudiado a profundidad”.

 

Carne de cañón a personas desechables                                                                                         

Con base en estadísticas de esta frontera, más de 250 personas indocumentadas han fallecido en su tránsito, 130 ahogadas, entre ellas 17 menores de edad, Mireya Ramírez, opinó que son cifras que han alcanzado niveles alarmantes.

“Pareciera como si los inmigrantes se convirtieran en personas desechables, se escucha feo decirlo así, pero si un gobierno no provee de todos sus derechos para ejercer las facultades básicas que como persona debe tener, queda en entredicho la empatía que como sociedad debe haber hacia ese sector”.

La especialista, sostuvo que el abordaje del fenómeno migratorio está rodeado de complejidades, por un lado la discriminación, por otro la precariedad que convierte a las personas migrantes en carne de cañón.

“Si México es un país amenazado por la violencia, ¿qué pueden esperar las mujeres o los niños inmigrantes, en cuyos casos los abusos se han normalizado?, además de una crisis migratoria es una crisis social, porque al llegar se vuelven parte de nuestra comunidad, los queramos aceptar o no, los juzguemos o no”.

Sostuvo que una persona en una situación extrema hace cosas extremas, esto impulsa su deseo de aspirar a una vida mejor; los inmigrantes son juzgados por las decisiones de arriesgar sus vidas y de sus hijos, cuando detrás de esa necesidad hay personas que lucran con ellos y les venden la idea de que sólo es cuestión de llegar a la frontera y cruzar.

El 30 de noviembre, el hallazgo en la orilla del río de un infante de entre cuatro y cinco meses de nacido, rescatado por elementos de la Patrulla Fronteriza en Eagle Pass, tocó las alertas del nivel que ha alcanzado la crisis migrante en la zona.

El menor estaba inconsciente envuelto en una cobija, tras ser trasladado al servicio médico en el lado estadounidense logró recuperarse.

Monseñor José Guadalupe Valdés, activista a favor de los derechos de los inmigrantes, describió el suceso como el grito de desesperación de una madre que tuvo que desprenderse de su hijo al sentirse incapaz de ver por su bienestar.

“Debe tomarse en cuenta que el inmigrante una vez que ha decidido salir de su país, es porque se encontró en mucho peligro o estaba en extrema pobreza, nadie sale voluntariamente de su lugar de origen, en la mayoría de los casos es producto de una migración forzada”.

Ante la situación que padecen principalmente los niños y mujeres, el presbítero apela a una mayor apertura de las autoridades migratorias de México y Estados Unidos, para que simplifiquen los protocolos de asilo humanitario y ayude a contrarrestar la tragedia migrante.

De acuerdo al paramédico de Bomberos, Luis Ángel González, cuando las personas logran ser rescatadas en el río, son valoradas y de ser necesario son llevadas a un hospital, en donde permanecen bajo observación o se les da apoyo para trasladarlas a un albergue.

Al recuperarlos sin vida, los cuerpos son colocados en la orilla del río, en donde se espera la llegada de personal de la Fiscalía para que tome conocimiento y sean llevados a una funeraria.

“Cuando rescatamos con éxito a personas, después de la emergencia manifiestan que en sus tierras está difícil la situación y que corren mucho peligro y prefieren mil veces arriesgarse y cruzar al lado americano que quedarse en su país, debe ser una situación muy difícil para que los orille a arriesgarse a meterse a este río”, dijo.

“Cada situación en las que participamos nos ponemos en riesgo, a veces podría salir algo mal en el momento tanto para las personas que ayudamos como para nosotros, pero al final de cuentas es el trabajo que se tiene que hacer, es en donde uno decidió estar y hay que hacerle frente”.

En opinión de Luis Ángel González, hay personas que culpan a los migrantes por efectos como el cierre del puente internacional, sin conocer el trasfondo que los lleva en su desesperación a migrar.

“No estamos en sus zapatos, no hemos vivido en carne propia lo que ellos, no estamos dentro de sus mentes, lo único que nos queda como sociedad es tratar de apoyar en lo que podamos, tenderle la mano si los vemos en la calle, arrimarles un vaso de agua, algo de comida, si van con bebés algo que les sea útil, los inmigrantes son seres humanos, que merecen ese trato”.

 

 

 

 

ACS

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