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Atacan a balazos a sacerdotes de Torreón; sufren persecución en Queretaro

Emboscan asaltantes a torreonenses; autoridades federales ignoran llamado

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Saltillo, Coah.-  Dos sacerdotes de la Diócesis de Torreón fueron asaltados cuando viajaban sobre la carretera 57, en su tramo de la autopista Querétaro-Ciudad de México, donde un convoy de criminales los emboscó y atacó a balazos para despojarlos de sus pertenencias. 

El padre Cristian Iván Castañeda Silva resultó con una herida en su brazo al ser impactado por una bala, quien narró a través de un mensaje en su Facebook los momentos de terror que él y su compañero vivieron al ser víctimas de los criminales. 

En su mensaje, el sacerdote cuenta cada instante que vivió en su trayecto de Zacatecas hacia la Ciudad de México, y describió el momento en que al transitar por la carretera 57, en la autopista México-Querétaro, él y su compañero, el padre Juan, fueron interceptados por un grupo de hombres armados que comenzaron a dispararles. 

También expone la forma en que lo grupos delincuenciales se han apoderado de la carretera 57 y la incapacidad de las autoridades federales para detener la ola de asaltos y secuestros que se registran en esta vía. 

“Tendré que describirte un escenario que es parte de nuestra realidad social, uno que nadie quiere ni espera vivir, es terrible: nuestras autoridades han pretendido cubrir a punta de abrazos lo que claramente se ha desbordado en una podredumbre que como un ácido corrosivo va consumiendo muchos de los pilares que deben sostener nuestra sociedad: la paz y la justicia”
El padre relató que al circular por la mencionada vía, el coche de su compañero sufrió un desperfecto al pasar sobre una roca grande que se encontraba en el camino, lo que los obligó a detenerse a un costado de la vía. 

El padre Cristian bajó de su auto y lo dejó encendido para ayudar a su compañero, al acercarse al vehículo, un hombre salió detrás del muro de contención y los amenazó con arma de fuego para que se tiraran al piso. 

“Escuché dos disparos, después otro más, luego fueron cuatro… un hombre salió de la maleza que estaba del otro lado del muro de contención, gritaba improperios y nos ordenaba tirarnos al suelo mientras sacaba un arma de fuego de su costado, lo vi de frente, detrás de él otro sujeto con un arma también, disparó dos veces al aire; al escuchar los tiros mis piernas se desbloquearon, corrí como pude, sin pensar, alcancé a subir a mi vehículo; P. Juan estaba en el suelo, ya amagado por el otro delincuente”
La reacción del sacerdote fue correr a su vehículo y avanzar para pedir ayuda, refirió que llamó al 911, donde comenzaron a cuestionarlo sobre lo sucedido en lugar de mandar ayuda. 

“Sólo escuché otro disparo, antes de poder acelerar; el primer sujeto estaba intentando entrar a mi coche, estaba cerrado, sólo mi puerta estaba abierta, con la pistola rompió el cristal del copiloto y logré avanzar con rapidez, dos rocas grandes golpetearon mi parabrisas, las lanzaron dos delincuentes que estaban más adelante, querían detenerme a como diera lugar.

“P. Juan estaba atrás, te confieso, eran tanto miedo mezclado con impotencia, no sabía qué más hacer, ni un sólo policía, ni una sola de esas patrullas blancas que se han dedicado a detener camiones o carros a exceso de velocidad, nadie, éramos sólo nosotros, desprotegidos, en una autopista muy transitada, pero al mismo tiempo tan vacía de interés, de solidaridad, de empatía.

“No pasaron más de 2 o 3 minutos en lo que todo esto sucedió, marqué al 911 cuando aceleré, temblando, tenía vidrios incrustados en los brazos y un dolor muy fuerte en mi costado derecho, me detuve a unos metros donde estaban dos vehículos dañados. ¡Necesitábamos ayuda!”
Eran dos familias, algunas personas se acercaron al vehículo del sacerdote y les dijo que huyeran, que se trataba de un asalto, ahí fue cuando observó que otros cuatro hombres salían de entre la maleza accionando sus armas de fuego y apuntando a los vehículos. 

“Se acercó uno de los pasajeros de los otros dos coches, le grité: ¡es un asalto!, ¡suban a sus coches! Por el retrovisor veía al P. Juan, bueno, veía su coche. El del 911 seguía preguntándome cosas que no sabía responder. P. Juan avanzó, se puso frente a mí, preguntó si estaba bien, dije que sí, todo me dolía, mi costado seguía punzando. ¡Otra vez disparos! Cuatro sujetos armados salieron unos 50 metros atrás para robar a las dos familias que estaban ahí”.

El sacerdote continuaba en la llamada al 911 y a pesar que les dijo que les estaban disparando la radiooperadora sólo se limitaba a pedir datos específicos sobre el lugar donde se encontraban. 

“Tuvimos que huir, mi llamada seguía, ‘¡están disparando!’, le dije. Avanzamos en busca de ayuda para la familia, no podíamos quedarnos.

“¡Una gasolinera a 10 minutos! Pudimos detenernos, en mi costado había sangre, eran fragmentos de bala que habían rozado mi piel, estábamos temblando, P. Juan ileso gracias a Dios, pero despojado de sus pertenencias, de todo”.

La llamada del sacerdote concluyó con un número de reporte y una promesa: enviaría a alguien, ayuda que nunca llegó. El padre cuenta que en ese momento pasó una patrulla de la Guardia Nacional, pero no eran los que enviaron, sólo pasaban por ahí.

“Con qué naturalidad respondían aquellos agentes: ‘Ah sí –dijo uno–, ahí están asaltando, ¿qué quieren que hagamos?, ¿en qué les ayudamos? Las otras dos familias llegaron en sus coches, pálidos, desencajados, visiblemente afectados, tal vez ellos nos veían igual, al poco tiempo siguieron su camino, creo que ya sabían que no había nada más que hacer”.
Para las víctimas nunca llegó la ayuda, no hubo responsables, sólo preguntas sin respuesta, sólo sonidos en el teléfono, donde les enviaron el número de su reporte, sólo eso. 

El sacerdote concluyó su relato señalando que esta experiencia le dejó un gran aprendizaje sobre la incapacidad del Gobierno federal para contener y acabar con la delincuencia que se ha apoderado de las carreteras del país. Transitar de noche por las vías federales en estados como Zacatecas, San Luis Potosí, Guanajuato o Querétaro es un riesgo mortal. 

“Estos abrazos del Gobierno son de muerte, son abrazos de impunidad, de injusticia, de profunda irracionalidad, abrazos que dejan sin aliento, que paralizan y destruyen. No sé tú, pero yo no quiero volver a recibir un abrazo así”.

 

 

 

MCVS

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