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Esforzarse en ser feliz puede llevar a depresión; 1 de agosto se conmemora el Día Mundial de la Alegría

Vivimos en una cultura que nos impulsa a perseguir la felicidad como un objetivo constante, como si fuera una obligación estar siempre feliz.

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Por Maru Valencia

Saltillo, Coah.- Supera tus problemas, pon tu mejor cara ante la adversidad, no te rindas, sonríe para la foto: lo de hoy es estar contento todo el tiempo.

Vivimos en una cultura que nos impulsa a perseguir la felicidad como un objetivo constante, como si fuera una obligación estar siempre feliz, y si no lo logramos, seguramente algo estamos haciendo mal porque, en redes sociales, todos lucen alegres.

Lo malo es que esa obligación de ser feliz puede generar ansiedad, estrés y depresión, ya que esa búsqueda está de antemano perdida, al perseguir una falsa idea de felicidad. 

Y lo peor, es que ese anhelo desesperado puede alejarnos de las cosas que realmente nos hacen sentir satisfechos o realizados, con tal de alcanzar lo que nos marca la sociedad como ideal.

La sicóloga y terapeuta Berenice de la Peña Aguilar explica que la frustración surge cuando tratamos de cumplir con parámetros establecidos por otras personas, y no por lo que nosotros mismos pensamos. 

“Nos esforzamos por vivir la felicidad como nos han dicho que es, en lugar de encontrar en nuestra persona lo que para nosotros significa felicidad”, afirma, “no nos ponemos en contacto con nuestra persona y entonces vivimos las emociones a través de lo que vemos, de lo que nos dicen, a través de lo que nos proyectan los medios, y como no estoy acostumbrada a la introspección, a preguntarme realmente qué quiero, lo que me dicen que es felicidad o lo que me venden como felicidad, es lo que adopto que tengo que trabajar para lograrlo”. 

“Va con relación a eso: a cómo nos han vendido lo que es la felicidad y qué tanto yo, como persona, tengo un concepto propio de felicidad; cuando yo tengo un concepto personal de felicidad, me será más fácil alcanzarla”, asegura. 

Así como el amor romántico o el concepto del éxito, nos han vendido una felicidad inalcanzable que abarca altos estándares y muchos estereotipos: terminar una carrera, ganar dinero, casarse, tener hijos, conseguir un mejor trabajo, comprar un auto costoso, salir de vacaciones varias veces al año, estar en forma, ser guapos, y sonreír para la foto. 

Por otro lado, tener nuestro propio concepto de felicidad, uno saludable que nos genere un florecimiento personal y colectivo, disminuirá el estrés generado por no cumplir las expectativas de otras personas. 

“Somos seres dinámicos que necesitamos tener metas, ese movimiento de saber hacia dónde vamos para poder seguir teniendo un crecimiento, y que cuando alcancemos una meta nos hace felices, saber que hay otra que podemos perseguir sin que esto me estrese, sino que al contrario, me motive, es muy diferente tener una meta que me estresa a una meta que me motiva, una meta que me motiva me va a acercar más a la felicidad”, detalla la experta.
 

El lado oscuro de la resiliencia

“Quizá no lo estoy decretando lo suficiente”, dice Sandra cuando se lamenta por no haber conseguido el trabajo que desea, “dicen que todo está en mí, en mi mente y en mi energía, pero siento que estoy vibrando bajo; aunque quizá el universo quiere que aprenda de esto, entonces, tengo que ser resiliente y superarlo con ánimo y entusiasmo”. 

En sicología, la resiliencia es la capacidad de una persona para superar circunstancias traumáticas: transformar el dolor en fuerza motora para salir fortalecido.  

Sin embargo, filósofos contemporáneos cuestionan el término, al grado de considerarlo como una trampa, ya que nos invita a aceptar el dolor sin cuestionar su origen. 

“Desde la década de 1980, los gobiernos y las grandes corporaciones han contribuido a promover una nueva concepción de salud mental que sitúa en el centro un nuevo tipo ideal: una persona resiliente, optimista, individualista y, sobre todo, económicamente productiva: las característica que necesita y desea la nueva economía”, se lee en el libro Sedados, del antropólogo Jamie Davis.

La fórmula está puesta: resiliencia + la obligación de ser feliz= la destrucción del individuo. 

Y es que, no se trata de negar la tristeza o esconder el enojo ni minimizar la frustración: se trata de saber manejar nuestras emociones. 

El terapeuta Daniel Oyervides de la O comenta que, en lugar de ver la felicidad como una obligación constante, es más valioso enfocarse en la búsqueda de la satisfacción personal, el equilibrio emocional y el bienestar mental. 

“La autenticidad y la aceptación de uno mismo y de las emociones que se experimentan, son aspectos cruciales para mantener una salud mental positiva”, expresa, “la felicidad es un camino de autocuidado, de cultivar relaciones saludables, de aprender de las dificultades y de buscar ayuda profesional cuando nos sintamos abrumados o incapaces de lidiar con nuestras emociones”. 

No hay nada más peligroso que la “falsa felicidad”, afirma, donde las personas tratan de mostrar una fachada de alegría ante los demás y por dentro están lidiando con emociones complejas. 

“Es normal experimentar una amplia gana de emociones, incluyendo tristeza, enojo, frustración y ansiedad, ya que estos sentimientos son parte de la experiencia humana y no deberíamos reprimirlos”, señala, “aceptando nuestras emociones y permitiéndonos ser auténticos con nosotros mismos, podemos encontrar una mayor tranquilidad y satisfacción en la vida”. 

 

 

 

 

AFPR

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