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¡Que Viva México!: ¿Una buena crítica social?

Luis Estrada estrena ¡Que Viva México! la cual hace una crítica a la división de clases y el gobierno para descubrir por qué todo sigue igual, pero ¿vale la pena?

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Por: Fuera de Foco

 
¡Que Viva México! es la más reciente película de Luis Estrada, el reconocido director, cuya firma particular es hacer una crítica hacia la burocracia y el gobierno mexicano a través de historias cruentas, frías y a la vez humorísticamente ácidas.

Contando con grandes cintas en su filmografía, el autor de La Dictadura Perfecta, El Infierno y La Ley de Herodes nunca se ha limitado al momento de compartir su visión sobre el país en el cine, señalando mandatarios y haciendo un llamado al cambio. Pero, ¿qué tanta de esa esencia logra mantener ¡Que Viva México!? Y, ¿qué tan relevante es el mensaje central de su película? ¡Te lo contamos!

¡Que Viva México! sigue a Pancho Reyes (Alfonso Herrera), un gerente de buena posición cuya vida parece prácticamente resuelta al encontrarse ascendiendo la jerarquía socioeconómica, quien se ve en un gran dilema luego de descubrir que su abuelo (Joaquín Cosío) ha fallecido.

Por ello, se ve obligado a volver al pueblo de su infancia, La Prosperidad, un lugar casi aislado en medio del desierto que se cae a pedazos y donde se reúne con su numerosísima familia que por demás, es pobre.

Tras la muerte del abuelo, Pancho y su familia esperan la herencia. Él por un lado con la esperanza de poder sacar provecho de ello y pasar de clasemediero a cabeza de una familia de clase alta, considerándose digno acreedor de la riqueza. Por el otro, su familia igualmente con el deseo de que “el tesoro” los saque de la miseria.

En sí, el objetivo principal de la historia es retratar la avaricia en todos sus personajes, eliminando toda idea de contar con “un héroe” y exponiendo el cómo la mera idea del dinero, enloquece a personas de cualquier origen, y en una analogía más grande, a líderes de cualquier Estado.

La forma en que Luis Estrada decide contarlo es a través del choque entre Pancho y sus familiares, casi caricaturizando a “los fifís” enfrentando a “los chairos”, y cómo ni uno ni otro son calaña a la cual apostarle. Para ello, recurre a un montón de estereotipos, pintando a los mexicanos bajo el filtro cliché del borracho, el flojo, el narco, el corrupto, etcétera.

Sin embargo, en su afán por utilizar los estereotipos para hacer algo profundo falla miserablemente, no sólo haciendo a sus personajes ridículos y vacíos, sino construyendo sobre un estigma que se ha intentado quebrar y que hace a cada uno de los participantes tremendamente olvidables y absurdos.

¿Un humor demasiado viejo?

Los estereotipos no son por su cuenta un problema gigante, pues uno de los defectos más grandes de ¡Que Viva México! es que a pesar de que el director asegura “se retratan todas las generaciones actuales”, la historia, su guion, los personajes, e incluso la crítica se sienten viejas y poco innovadoras, y mucho menos “afinadas” para verse en una pantalla grande.

Gran parte de las interacciones parecen orquestadas para teatro, no sólo por los diálogos pobremente manejados, sino por las mismas actuaciones de sus estrellas, varios de los cuáles exageran demasiado gestos, expresiones y actitudes con el fin de parecer graciosos, y lo que hace a la atmósfera completa sentir como parte de una cinta de hace dos décadas o una parodia de televisión construida a principios de los 2000.

El humor de ¡Que Viva México! también ha visto mejores momentos, pues Estrada no deja de recurrir a la objetificación de sus personajes femeninos —las cuales si no son rameras, están embarazadas—, a burlas transfóbicas y homofóbicas de antaño, entre otros chistes que ni siquiera son inteligentes y a la larga se vuelven redundantes.

Pues, otro de sus grandes problemas es lo sencillo y conciso del mensaje que Estrada pretende dar con ¡Que Viva México!, el cual termina perdiéndose en escenas extensas, repeticiones sin sentido, y sí, una duración innecesaria de 3 horas y 11 minutos.

Todo sigue igual pero, ¿por culpa de quién?

Quizá lo más interesante de ¡Que Viva México! es el descubrir exactamente a quién se dirige la gran crítica central de la película: la razón por la que todo sigue igual.

Pues si bien, sus cintas previas han buscado llevar toda señalización hacia gobiernos negligentes y corruptos, ¡Que Viva México! plantea la interrogante “¿Qué tal que todos somos el problema?“

Y si bien, es una cuestión que podría haber explotado al máximo, verdaderamente retratando los errores más grandes de todas y cada una de las personas en la sociedad mexicana, tropieza y cae peligrosamente en una posición de “el pobre es pobre porque quiere”.

Y es que más que interpretarlo de tal manera, o de efectivamente mostrar de qué forma el sistema le ha fallado a un pueblo, ¡Que Viva México! no deja de justificar la pobreza a través del estigma que al pueblo se le tiene contento con tequila, mariachis y mujeres, por más que esa deuda les termine pesando y hundiendo más en la miseria.

Por otro lado, también busca que esa analogía se refleje en las estructuras políticas del país, donde el jodido es México y el oportunista Estados Unidos, estos últimos quienes toman el pueblo al encontrar oro en una excavación autorizada por el gobernador.

No obstante, lo que pudo haber sido un mensaje realmente denso sobre México, su gente, su gobierno y su presente, se transforma en una pieza hueca, opacada por los mismos prejuicios de Luis Estrada y un retrato superficial de un país que ha cambiado tan poco como la forma de contar historias de su director.

¡Que Viva México! ya está en cines

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