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Nombra Itzel Guevara los secretos del hogar familiar con Una Casa con Jardín

Una Casa con Jardín, novela de la autora veracruzana Itzel Guevara del Ángel, se presentará el domingo en la Feria Internacional del Libro

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Por: El Universal 

Saltillo, Coah.- “Hay otras cosas que no le he dicho a nadie, otros secretos que solo yo conozco”, dice una pequeña niña que está conociendo su mundo, poco a poco, palabra por palabra. Así, cuando desconoce algo huye al diccionario para encontrar la palabra exacta y la nombra, dotando así de realidad a conceptos como amante o pistola, los secretos que esconde su familia.

Unos vacíos que poco a poco van llenándose por su mirada infantil y su lenguaje en Una Casa con Jardín, novela de la autora veracruzana Itzel Guevara del Ángel, que se presentará el domingo en la Feria Internacional del Libro de Coahuila (FILC), como parte del programa literario de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).

Así, este libro es “la visión infantil e inexperta de una niña que también es sagaz, que elimina esa idea de que los niños no se dan cuenta o de que no entienden, quería romper ese discurso. Por eso me importaba que fuera la niña quien mostrara con su visión, sesgada tal vez, que mostrara lo que sucede en la casa, más allá del adulto que lo puede mostrar todo.

“Ella se explica a medias las cosas, porque es lo que sabe. Pero en esa mitad deja ver muchas cosas que nosotros como lectores sí entendemos. Son cosas que ella suelta inocentemente, pero nosotros sí sabemos qué sucede realmente”, comentó Guevara del Ángel a Zócalo en entrevista.
Así, la voz del personaje construye un mapa de un hogar que está lleno de pasadizos secretos, pero no entre las paredes sino en las relaciones entre papá y mamá y ella y su hermano. Esos huecos son fruto de una mirada que no conoce más allá que una parte del mundo, pero que poco a poco se ilumina según la fugacidad de una palabra o de una situación, pero también habla de un hueco enorme, oscuro y sin fondo: el de sí misma.

Porque, además de ser una novela sobre la familia es también una historia de crecimiento en la que el adquirir un lenguaje es una herramienta de conocimiento de sí misma y del mundo que la rodea. Una herramienta que permite tocar ese espacio nebuloso que, poco a poco, se vuelve tangible y real ante sus ojos después de decir una palabra.

“Yo me considero cuentista y mucho de lo que lo construye es lo que no se dice, los silencios; se cuenta tanto en lo que se dice como en lo que no y solo se intuye. Siento que eso sí está muy presente en la novela, son chispazos para el lector.
“Las palabras las necesitamos para nombrar las cosas, pero también las emociones. Me interesaba explorar cómo adquieren conotaciones diferentes, porque la palabra en sí misma no es buena ni mala, sino el sentido que le damos y cómo la usamos. La palabra misma puede ser una mentada o una bendición. Eso es algo que esta niña va a aprendiendo a lo largo de la novela, pero también cómo logra nombrar las cosas que no podía nombrar: esos miedos, inseguridades y que logra soltar”, concluyó la autora.

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