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Celebra Conchita 101 años de vida

Aunque sus ojos están cansados y tiene dificultad para escuchar, María Concepción Salinas de Garza mantiene la lucidez e indelebles los recuerdos de su vida

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Piedras Negras, Coah.- El seis de diciembre, María Concepción Salinas de Garza  festejó su centenario más uno de existencia.

Conserva indelebles los recuerdos de los hechos más relevantes en la ciudad, el país y el mundo, que le tocó vivir 

Tan pronto comienza la temporada regular de las grandes ligas de los Estados Unidos, para María Concepción Salinas de Garza ver los juegos se vuelve parte de su día a día. 

Es uno de los periodos del año que más disfruta desde que inicia en abril y hasta octubre que finaliza; y es que, a sus 101 años, conserva vivo el gusto por “El rey de los deportes”.

Aficionada a los Astros de Houston como a los Bravos de Atlanta, siempre que le es posible está al pendiente a cada uno de los juegos, contrariamente a pesar de sus 27 títulos de la Serie Mundial, guarda un especial encono por los Yankees de Nueva York. 

Conchita nació un seis de diciembre de 1921 -11 años después de que se gestara en México la Revolución- en una comunidad llamada El Azúcar, cerca de Camargo, Tamaulipas, en donde tuvo la oportunidad de estudiar en una época en que la que prevalecía el analfabetismo por arriba del 70 por ciento en las zonas rurales del país. 

Fue la segunda de siete hermanos y a los 13 años, viajó junto a su papá y una hermana a Monterrey, Nuevo León, en donde estuvieron por motivos de trabajo de su padre durante dos años, tiempo en el que conoció a Reynaldo Garza Barrera, con quien se casaría a la edad de 15 años.

En vida, su esposo se dedicó a la docencia, fue administrador de una academia de comercio en Agualeguas, Nuevo León; posteriormente se trasladaron a Camargo, en donde vivieron el resto de la vida de su compañero, que falleció el uno de enero de 1969 a causa del cáncer que padecía.

Precursor de la Escuela Comercial Garza Barrera, su esposo se convertiría en un referente y pilar de la comunidad y en consecuencia María Concepción, que al enviudar se quedó a cargo de cinco hijos que procrearon.

“Mi abuelo fue muy deportista, jugaba basquetbol y béisbol, y de ahí mi abuelita encontró el gusto por el béisbol que todavía conserva”, señaló Mauricio Martínez, uno de sus nueve nietos.
 Madre de hijos adolescentes, tres de ellos menores de edad, al morir su espos, buscó acercarse lo más que pudo a su familia, algunos de sus hermanos vivían en Piedras Negras, así fue como se trasladó a esta ciudad junto a sus hijos.

Con un centenario y un año de vida, a Conchita le sobreviven sus hijos Roberto, Nancy, Reynaldo, Maricela y María Concepción, además tiene nueve nietos y nueve bisnietos.

Sus familiares la describen como una señora activa e independiente y, aunque su cuerpo ya está cansado, todavía camina y teje.

Con encomiable lucidez, su memoria mantiene indelebles recuerdos de todos los hechos relevantes de la ciudad, el país y del mundo, que le han tocado vivir durante más de un siglo de existencia. 

Con vista cansada y dificultad para escuchar con nitidez, sus tardes las ocupa en tejer, mantiene el gusto por la elaboración de bufandas, aunque antes tejía prendas más elaboradas.

“Crió a sus hijos sola, la experiencia que tiene su familia sobre ella es que fue una señora muy firme, muy ordenada y muy exigente; como suele suceder el recuerdo de sus nietos es de una señora muy amorosa, generosa y de un corazón muy grande”, agregó Mauricio.
Asombrada de vivir tanto

Para Conchita, que como hobby suele seguir la conferencia matutina del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y ocasionalmente disfrutar una tarde en el casino Kikapú de Eagle Pass, no hay secreto, fórmula o consejo para vivir tantos años.

“Ni lo pienso, estoy asombrada de vivir tanto porque hago lo normal, nada del otro mundo, absolutamente nada anormal, no siento que hago nada especial; una mañana amanezco muy bien, la otra también, igual que siempre”. 
“Tuve seis hijos, la última se me murió en el vientre; todos mis hijos todos fueron buenos, los míos los crié dándoles sus buenas nalgaditas cuando lo necesitaban y dándoles un beso cuando se portaban bien”.
Habla con orgullo de sus hijos e hijas, todos convertidos en personas de bien y, lo más importante, sin vicios, expresó con orgullo.

“Ninguno salió malo, todos me quieren mucho, todos mis nietos y a todos los quiero muchísimo, no tengo ninguna queja, en aquella época en la que sí se podía dar con la chancla no como ahora, si se portan mal necesitas enderezarlos, a ellos los corregí cuando necesitaban”.                     
Se cuida

Disciplinada para comer, Conchita compartió que se cuida de no salir de lo caliente a lo frío o frío a lo caliente.

“Siempre he tenido esa disciplina y me ha servido, no como más que tres veces al día y no como cosas que no debo, más ahora que estoy más viejita con más razón”.
Como enseñanza de vida, consideró que como recomendación para que un matrimonio funcione, se debe evitar decir palabras de las que después una persona se puede arrepentir.

“Busquen la manera de vivir sin discutir y tratar de llevarse bien con todas las personas, a veces tienen que aguantar muchas cosas aunque no te gusten”.
“Un matrimonio es de dos y para ser feliz uno tiene que ceder en una cosa y el otro en otra, en todas las parejas hay discusiones, te aguantas pero en la siguiente ganas, sino de otra manera es pleito, pleito y pleito”, mencionó con la sabiduría que le ha dado el tiempo.

Actualmente le sobreviven sus hijos Roberto, Nancy, Reynaldo, Maricela y María Concepción.

Sus nueve nietos la recuerdan como una señora muy amorosa, generosa y de un corazón muy grande.

En su juventud, Conchita se distinguió por su belleza.

 

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