
El Vaticano también recordó la alegría del pueblo mexicano que descubrió en su viaje al país hace casi un aí±o.
Por: AgenciasÂ
Ciudad del Vaticano.- El Papa Francisco defendió ante diplomáticos de todo el mundo el derecho de los migrantes a tener una vida digna, y desestimó que una política de clausura sea un enfoque prudente. En audiencia con todos los embajadores acreditados ante El Vaticano, también recordó la alegría del pueblo mexicano que descubrió en su viaje al país hace casi un aí±o. En la audiencia, celebrada en la Sala Regia del Palacio Apostólico Vaticano, pronunció un largo discurso en el cual pasó revista a su labor en 2016 y manifestó las principales preocupaciones de su pontificado. Recordó su visita apostólica a la isla griega de Lesbos, donde tocó con la mano la âdramática situaciónâ de los campos de refugiados. âTambién en mi viaje a México, donde pude experimentar la alegría del pueblo mexicano, me sentí cerca de los miles de inmigrantes centroamericanos que sufren terribles injusticias y peligros en su intento de alcanzar un futuro mejorâ, estableció. â(Ellos) son víctimas de extorsión y objeto de ese despreciable comercio ¡horrible forma de esclavitud moderna! que es la trata de personasâ, agregó, refiriéndose a su paso por México del 12 al 17 de febrero de 2016. Más adelante constató la necesidad de construir âsociedades abiertas y hospitalariasâ para los extranjeros, âseguras y pacíficas internamenteâ, sobre todo porque los flujos migratorios siguen aumentando en diversas partes del mundo. Por eso urgió a un compromiso común que haga posible el dar una acogida digna a los inmigrantes, porque es un derecho de todos los hombres emigrar a otros países, sin que estos sientan amenazada su seguridad, su identidad cultural y sus propios equilibrios políticos y sociales. âLos mismos inmigrantes no deben olvidar que tienen el deber de respetar las leyes, la cultura y las tradiciones de los países que los acogenâ, precisó. Desestimó que una política de clausura hacia los inmigrantes pueda ser parte de un âenfoque prudenteâ de las autoridades públicas. Las autoridades públicas deben evaluar, pidió, âcon sabiduría y altura de mirasâ, hasta dónde su país es capaz de proporcionar una vida digna a los inmigrantes sin provocar daí±os al bien común de sus ciudadanos. Rechazó que se intente reducir la âcrisis dramáticaâ de los migrantes a un âsimple recuento numéricoâ, a una mera cifra estadística o a objeto de interés económico, porque ellos son personas con nombres propios, historias y familias âEl problema de la inmigración es un tema que no puede dejar indiferentes a algunos países mientras que otros sobrellevan, a menudo con un esfuerzo considerable y graves dificultades, el compromiso humanitario de hacer frente a una emergencia que no parece tener finâ, siguió. âTodos deberían sentirse constructores y corresponsables del bien común internacional, incluso a través de gestos concretos de humanidad, que son requisitos fundamentales para la paz y el desarrollo que naciones enteras y millones de personas siguen aún esperandoâ, ponderó.