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Niño de 6 años busca entre montones de huesos a su padre ‘levantado’

La violencia, las balas y desapariciones forzadas han alcanzado a la infancia y pareciera parte de una forma natural de vivir

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La violencia, las balas y desapariciones forzadas han alcanzado a la infancia y pareciera parte de una forma natural de vivir

Por: Agencias 

Chilapa, Gro.- Con pico, pala y barreta en mano, el nií±o intenta hallar, de manera resignada, los restos de su padre levantado” por un grupo armado en 2015.

“Hoy voy a encontrar muchos huesos”, asegura el nií±o de 6 aí±os, con un dejo de esperanza desconsolada al no saber nada de papá. En este escenario de lo violento crecen al menos un centenar de nií±os y nií±as en esta localidad de la región Montaí±a del estado de Guerrero. La violencia, las balas y desapariciones forzadas han alcanzado a la infancia y pareciera parte de una forma natural de vivir. Al igual que en Acapulco y en otros municipios de la entidad, la realidad está llena de historias que, como hilo conductor, solo tienden a la tragedia. En el caso de Manuel, él y su familia no tiene reparación de daí±os; hay una beca alimenticia de 500 pesos al mes con la cual las autoridades pretenden que estudie, coma y se vista. La disputa criminal en esta región ha generado la desaparición de más de 400 personas, entre padres de familia, hijos o trabajadores, en los últimos dos aí±os, según cifras de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ONU-DH, y del colectivo Siempre Vivos. “Todos ellos tienen una familia que los espera, la mayorí­a eran padres de familia, solamente estamos hablando de los desaparecidos ahora imagí­nate con los asesinados. “Las cosas en Chilapa no son como tratan de pintarlas”, lamenta en entrevista con Bajo Palabra, el vocero del colectivo Siempre Vivos, José Dí­az Navarro. El nií±o Manuel desde hace un aí±o acompaí±a a su mamá a las pláticas, reuniones con autoridades y ahora hasta a capacitación y búsqueda de restos y fosas clandestinas, es el ejemplo más claro de lo ocurrido con las ví­ctimas de la violencia en Guerrero. “Me dijeron que busque a mi papá porque puede estar entre los huesos. Yo ya he encontrado muchos huesos, ¿verdad mamá?”, comenta con la inocencia de cualquier nií±o. Ahora recorre caminos de terracerí­a prácticamente intransitables, es Manuel uno de los personajes más activos durante la búsqueda de fosas clandestinas en Chilapa. Cada hueso, cada fosa, cada rumor de que hay gente obligada a trabajar en comunidades dominadas por delincuencia organizada, son la esperanza de que pronto hallar los restos de su papá. Al terminar el dí­a la desilusión es la misma de hace meses. “No sé a dónde vamos maí±ana pero si hay clases no me van a dejar ir”, apunta con la esperanza de que una respuesta de su mamá le dé la satisfacción de abandonar un dí­a de clases y seguir con una intención propia. Otro dí­a podrá venir también para Chilapa de ílvarez envuelta entra la disputa diaria de bandas criminales por el trasiego y venta de droga. Las imágenes cotidianas de sangre y balas rodean el corazón de la Montaí±a Baja. Incluso la venta y consumo de drogas se da desde el interior de algunas escuelas secundarias. “Mi hijo me contó que uno de sus compaí±eritos le dijo que si querí­a droga y que si no, que al menos le ayudara a ofrecerles a otros estudiantes pero que fueran de confianza para que no se enteren los maestros o los papás porque si se enteran se los van a llevar a la policí­a. “Mi hijo estudia en secundaria”, relata Carlos “N”, vendedor de Chilapa. La Montaí±a Baja de Guerrero por sus condiciones climatológicas, resulta ser un terreno altamente fértil para la siembra de la amapola y marihuana. De Chilapa se llega a Puebla y de ahí­ la droga recorre el paí­s. Las pandillas en disputa son los autodenominados Los Ardillos, banda que según fuentes ministeriales de Guerrero, dirige presumiblemente, Celso Ortega Jiménez, hijo de Celso Ortega Rosas quien fuera fundador del grupo delictivo desde Tlanicuilulco. También se encuentra la banda Los Rojos, liderados por Zenén Nava Sánchez alias El Chaparro, quien que quedó al frente de la banda tras la muerte de Arturo Beltrán Leyva y Jesús Nava Romero. Chilapa fue por aí±os el bastión del grupo de Los Rojos quienes tení­an de aliados a comerciantes, transportistas, polí­ticos y otros sectores. Toda esta estructura social daí±ada impacta en la infancia que a imitación de lo visto, buscan continuar con el legado de drogas y balas que ha dejado la trifulca. “La nií±ez en Chilapa no está contaminada, son solo unos pocos de nií±os o adolecentes que andan haciendo sus cosas y muchas veces terminan mal, lo malo es que sus hermanos ven lo que pasa y lo continúan y por eso muchas veces esto no puede acabar”, sostiene un docente de la primaria de indí­gena Benito Juárez. Según información oficial, el municipio no ha tenido ninguna denuncia o caso de manera formal sobre venta de drogas en nií±os, pero en realidad ninguna cifra es confiable en Guerrero donde nadie lleva registros minuciosos de nada. Esto lo confirmó el encargado de la oficina de despacho del municipio que dijo “desconocer” las cifras totales.

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