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Jóvenes sin papeles, en el limbo migratorio hace casi 20 años en EU

Se estima que en Estados Unidos hay 1,8 millones de jóvenes en esta situación

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Se estima que en Estados Unidos hay 1,8 millones de jóvenes en esta situación

Por: Agencias 

Nueva York, EU.- La madre de Juana e Inés Alejandro hizo de tripas su corazón en la frontera de México y entregó a sus hijas de dos y tres aí±os a desconocidos para que las cruzaran ilegalmente a Estados Unidos. Fue hace 17 aí±os y no habí­a marcha atrás hacia la pobreza de su pueblo, San Miguel Amatitlán, en Oaxaca. Los coyotes la ayudaron varios dí­as después a cruzar la frontera hacia el sueí±o de una vida mejor. Recuperó a sus hijas ya en Arizona y viajó a Nueva York a reencontrarse con su marido, al que no veí­a hací­a dos aí±os. Hoy las hermanas tienen 19 y 20 aí±os y estudian en el Hostos Community College, una universidad pública del South Bronx donde un 60 por ciento de los estudiantes son de origen hispano. Pero muchas noches no concilian el sueí±o porque saben que en un mes, cuando el presidente electo Donald Trump llegue a la Casa Blanca, solo basta su firma para que sean deportadas en cualquier momento. “No puedo dormir de noche. Pienso qué pasará si soy deportada, cómo voy a hacer para arreglármelas en Oaxaca (…) Tendrí­a que empezar todo de nuevo”, dijo Inés, que estudia enfermerí­a, en una entrevista con la AFP en la universidad. En la Tierra de Nunca Jamás La familia vive hace aí±os con la angustia de saber que puede ser descubierta y dividida en cualquier momento. Esto implicó durante aí±os solo ir al médico en casos de urgencia, no participar en viajes escolares y nunca regresar a México. Juana e Inés tienen otros tres hermanos que nacieron en Estados Unidos. Los padres, como ellas, son indocumentados: la madre prepara comida mexicana que una tí­a vende frente a una estación de tren, el padre la ayuda y lava vajilla en un restaurante o trabaja en la construcción. Pero la suerte de Juana e Inés cambió en 2013, cuando aplicaron al programa DACA que el presidente Barack Obama creó un aí±o antes a través de una orden ejecutiva -sin aprobación legislativa-, para otorgar a jóvenes como ellas un permiso de residencia y trabajo por dos aí±os, renovable. “Después de tantos aí±os sin documentos, el DACA me abrió muchas puertas, pude encontrar empleo. Me quitó el miedo”, contó Juana, que estudia administración de empresas. Trump prometió en la campaí±a poner fin “inmediatamente” al DACA, aunque tras ser electo matizó sus opiniones. Estos jóvenes “han trabajado aquí­ y han ido a la escuela aquí­. Algunos fueron buenos estudiantes, algunos tienen empleos increí­bles y están en la Tierra de Nunca-Nunca Jamás porque no saben qué sucederá”, dijo el propio Trump a la revista Time tras su elección. “Vamos a hallar una solución que dejará a la gente feliz y orgullosa”, prometió el outsider populista, sin dar detalles. Un grupo de senadores demócratas y republicanos presentaron este mes un proyecto de ley llamado “Bridge” (Puente) que protegerí­a a estos jóvenes de la deportación por tres aí±os y les permitirí­a trabajar si el DACA es eliminado por Trump. Un sueí±o eterno Se estima que en Estados Unidos hay 1,8 millones de jóvenes en esta situación: traí­dos ilegalmente por sus padres, crecieron aquí­, hablan inglés perfecto, han ido a la escuela primaria y unos 65 mil se gradúan cada aí±o de la secundaria. La mayorí­a quiere ir a la universidad, pero solo entre el 5 por ciento y el 10 por ciento puede pagarla. Unos 741 mil han aplicado al DACA. Hace aí±os y aí±os que están en un limbo migratorio, a la espera de un milagro. Incluso el milagro tiene hasta un nombre: es el proyecto de ley “Dream Act”, una solución permanente a su problema ya que les otorgarí­a la codiciada “Green Card” o permiso de residencia y trabajo permanente, pero que languidece hace 15 aí±os en el Congreso. Por eso a estos jóvenes los han bautizado “dreamers” (soí±adores). “Si el nuevo presidente electo estuviese aquí­ le dirí­a que no todos los inmigrantes sin papeles somos malos, que no le estamos quitando nada a nadie. No todos cometemos crí­menes. Mis papás pagan sus impuestos. La mayorí­a estamos aquí­ para superarnos y aprovechar las oportunidades que no tenemos en nuestros paí­ses”, dijo Inés. “Mis padres trabajan mucho. Casi no duermen de noche para ayudarnos a pagar la universidad, y nosotros tenemos que trabajar también. Si el DACA acaba, aunque no seamos deportadas, será muy difí­cil continuar estudiando”, admitió. En medio de la incertidumbre y el miedo, las dos hermanas han decidido dar la cara y ayudar a otros estudiantes sin papeles como ellas nucleados en el “Dream Team” de Hostos Community College, que las apoya.

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