Reproducimos aquí un artículo publicado ya hace 12 aí±os en Periódico Zócalo, en donde se cuenta la historia tras la creación del caí±ón el Rorro.
Por: José Luis Medrano
Piedras Negras, Coah. â Los ocho disparos, uno tras otro, que lanzó âEl Rorroâ, convencieron al instante a sus creadores, que funcionaba y que de alguna manera equilibraría la desigual lucha entre los buscadores de libertad y el autoritarismo en México.
Las enormes polvaredas levantadas en las llanuras de Río Escondido, por sus balas fundidas en cobre con cinta y accionadas -como fulminante-con un cartucho de pistola calibre 44, provocaron el júbilo de quienes probaban aquel caí±ón.
Eran los inicios de 1913 y âEl Rorroâ, fabricado por el coronel Patricio de León Villarreal se convertía en el primer caí±ón construido en México, específicamente en los talleres del ferrocarril en Piedras Negras, con el que se ganarían históricas batallas en la lucha encabezada por Venustiano Carranza, contra el usurpador Victoriano Huerta.
Este histórico hecho, es parte de la vasta historia de Piedras Negras y de sus grandes hombres.
En esta frontera, iniciaba la artillería en el país.
El 8 de julio de ese aí±o, el caí±ón hacía su debut en una batalla en Candela y fue decisivo para tornar la plaza; los artilleros fueron Jacinto B. Trevií±o y Alberto Salinas Carranza.
Jamás sufrió un desperfecto en batalla y participó en todos los combates, hasta la entrada triunfal de las fuerzas constitucionalistas a la Ciudad de México.
El coronel De León creó luego y a petición de Carranza tras el éxito de âEl Rorroâ, otro caí±ón.
íste fue de 75 milímetros y aunque fue usado en muchas batallas, terminó destrozado y abandonado.
Después de los combates en la loma de La Bartola en Monclova, al tiempo de retirada de las fuerzas revolucionarias el caí±ón era estirado a cabeza de silla y al cruzar las vías del tren se les desgarró una de las ruedas.
Ahí quedó y según el coronel , fue recogido por las fuerzas federales encabezadas por el general Joaquín Mass, que según testigos, habría comentado: âAquí está la prueba de que Carranza está recibiendo ayuda de los gringos. ¡No me digan que esos pobres ignorantes pudieron construir caí±ones como ésteâ. Y luego ordenó a sus soldados â¦Â¡Â¡recójanlo como prueba al seí±or presidente Huerta!!.
La construcción de âEl Rorroâ, se pretendió adjudicársela el ingeniero Carlos Prieto, e incluso en la historia revolucionaria, se le dio ese mérito, pero la realidad es que como mecánico de los talleres de ferrocarriles en Piedras Negras, el coronel De León recibió la encomienda de Carranza para la creación del arma, a la que continuarían luego otras más, similares pero no tan efectivas.
âFue un hombre creativo y decidido, alguien que hizo todo lo que pudo por su patriaâ, afirma Héctor Galindo Julián, sobrino político del coronel De León Villarreal.
El propio coronel, en una misiva enviada el 6 de noviembre de 1967 al órgano informativo âEl Legionarioâ, de la Legión de Honor Mexicana que dirigía el general de brigada Arturo Jiménez de Lara, aclara detalladamente cómo y con quiénes se creó el famoso caí±ón, en la llamada casa redonda, un edificio de piedra donde operaban los talleres de ferrocarriles y que aún se mantiene en nuestra frontera .
âEn artículos como el del muy estimado y querido amigo, general de división Francisco L. Urquizo, aparecido en el número de julio-agosto de 1966 de âEl Legionarioâ, en otro del hoy general de división Rubén García, se dice que el constructor de los primeros caí±ones para la Revolución de 1913 fue el ingeniero Carlos Prieto.
Con todo respeto que me merecen mis superiores mencionados y con todo el respeto para la memoria del mal logrado ingeniero Prieto, considero mi obligación aclarar que el constructor de los primeros caí±ones, dos de ellos, fue el suscrito, hoy coronel retirado, Patricio de León Villarrealâ, dice el coronel en esa carta.
Y luego relata como a principios de 1913, siendo mecánico de los talleres de ferrocarriles, llegó a Piedras Negras don Venustiano Carranza acompaí±ado de unos cuantos valientes entre ellos, Lucio y Juan Dávila, Gabriel Calzada, Epigmenio Rodríguez y Gustavo Espinoza Mireles a los que se unió Jacinto B. Trevií±o y poco después Francisco L. Urquizo.
Carranza urgía de armas tras desconocer al usurpador y hacerse de ellas no era fácil.
Todos los talleres de ferrocarriles habían sido cerrados por órdenes del Gobierno y prácticamente todos temían aliarse a él, pero el Barón de Cuatrociénegas comisionó a Lucio y a Juan Dávila para que vieran con qué personal de oficio se podía contar para reparar armas y fabricar municiones.
El coronel asegura que fue el primero en ponerse a las órdenes de Carranza y junto con los Dávila abrieron los talleres de ferrocarriles y comenzaron a reconstruir armas.
âVarios días estuve solo-relata el coronel- reconstruyendo armas, pues mis compaí±eros mecánicos no se animaban. Sin duda temían unirse a un movimiento que no tuviera el éxito aseguradoâ.
Reconstruyendo viejos rifles y fabricando baleros para reconstruir cartuchos 30-30, al poco tiempo Carranza le pidió al coronel que intentara la creación de un caí±ón.
Utilizando material de acero suave que existía en el almacén y aplicando una técnica improvisada⦠quedó concluido âEl Rorroâ, después de muchos días y noches de trabajo constante; era el primer caí±ón hecho en México, rayado y con cerrojo.
Acostumbrados a manejar pulgadas, el coronel y sus ayudantes dieron una medida de dos pulgadas y media y el calibre resultó en alrededor de 63 milímetros.
Todas las piezas las fabricó el coronel De León, a excepción de algunas menores en que lo apoyaron sus hermanos Laureano y Pedro.
Diseí±ó y creó los cartuchos para el caí±ón; el casquillo se fundía con una aleación semejante al latón y terminados en torno.
Como fulminante se le ponía un cartucho de pistola calibre 44 y las balas se fundía con su respectiva cinta de cobre, lo cual con el rayado del caí±ón, conseguía la rotación y la buena dirección del proyectil.
A la espoleta de las balas, se les ponía un cartucho de pistola calibre 32.
En sus escritos, el fallecido coronel dice que el ingeniero Prieto llegó a Piedras Negras cuando ya se había terminado el caí±ón.
âTraía buena experiencia el ingeniero Prieto que llegó acompaí±ado de Manuel Pérez Trevií±o, se hizo de una buena cuadrilla y logró construir dos caí±ones de 76 milímetros, pero desgraciadamente la escasez de material adecuado, principalmente para sus cerrojos, no permitieron que esas dos armas resultaran efectivas. Esos caí±ones se utilizaron de todas formas, pero sólo para engaí±ar al enemigoâ, relata.
Pero âEl Rorroâ, pese a su tierno nombre, fue fiero y efectivo en los campos de batalla.
Y ânacióâ aquí, en Piedras Negras.
De su creador, pocos se acuerdan y su mérito parece sólo reconocerse, con el nombre de âPatricio de Leónâ, de una calle en la colonia San Anselmoâ¦