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20 años en prisión por matar al “amor de su vida”

Durante más de un año, María convivió con el hombre que la humillaba hasta la saciedad.

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Durante más de un aí±o, Marí­a convivió con el hombre que la humillaba hasta la saciedad.

Por Agencias 

Saltillo, Coah.- Empuí±ando el arma que lo convertirí­a en asesino, Julio César se acercó hasta su exnovia para ultimarla de dos balazos en la cabeza, para después huir de la escena del crimen sin imaginar que el fantasma de la conciencia lo harí­a entregarse poco después a las autoridades.

Y es que durante su huida, el sujeto provocó un descontento social que le hizo reflexionar desde la distancia, donde se escondí­a para evadir al destino que ya lo esperaba para meterlo 20 aí±os en prisión por matar al “amor de su vida”.

Tormentosa relación

Durante más de un aí±o, Marí­a convivió con el hombre que la humillaba hasta la saciedad, pues traicionada por los efectos de la pasión aguantó los pesares del maltrato que le prodigaban entre caricias banales que sí­ parecí­an tener sentido.

Pese a todo, la ingeniera aprovechaba su tiempo en crecer como encargada de la empresa donde fabricaba el futuro que ya no pudo ser, aunque animada por la idea de redondear su éxito personal decidió soportar los bemoles de su tomentosa relación afectiva.

Sabiendo que conviví­a con un hombre violento, la mujer omitió la realidad solapando las acciones de su Romeo en turno, a quien acompaí±aba a las instalaciones del Cereso para que respondiera semanalmente por el intento de homicidio que habí­a perpetrado contra su anterior pareja.

Los meses transcurrieron así­, entre bofetadas verbales y golpizas que poco hací­an mella en la enamorada profesionista, que un dí­a entendió la realidad y cortó la relación de golpe tan sólo para desatar la furia del embravecido galán, que le juró vengarse de la peor manera.

Trágico encuentro

Aquella maí±ana de viernes, Mary salió de la fábrica sin prisas y se detuvo frente a la camioneta que estaba por abordar, buscando las llaves en su bolso mientras era vigilada a lo lejos por quien se convertirí­a en su verdugo.

Con prisa loca, Julio César salió de entre los automóviles estacionados sobre la avenida del corredor industrial, aprovechando el descuido de la fémina para llegarle por sorpresa y tramitarle su existencia en fracción de segundos.

Decidido a todo, el profesionista en sistemas se postró ante la mujer y con mirada criminal apuntó su pistola para asestarle dos tiros en la cabeza, haciéndola caer inerte en el charco de su propia sangre ante la vista de quienes atestiguaron el ataque.

Sobresaltado por su tétrica obra, el agresor corrió hasta el Mazda rojo en que habí­a llegado, pisando el acelerador a fondo para perderse en el bulevar Isidro López Zertuche, mientras desataba la cacerí­a policial que se prolongó durante dí­as.

Justicia divina

En un ejido de Arteaga, los deudos despedí­an a Marí­a en un mar de llanto que pareció tener eco en las circunstancias del caso porque a lo lejos el matón se escondí­a turbado con la imagen de la escena donde acabó con las ilusiones de quien siempre consideró la mejor de sus conquistas.

Viendo pasar el tiempo con el estigma de su maldad, Julio abandonó el sitio donde se resguardaba en Aguascalientes y regresó a Saltillo vencido por sus propias acciones, mientras el destino lo esperaba para cobrarle cuentas lo antes posible.

Deambulando sereno por las calles de la capital coahuilense, el treintón de futuro destrozado respiró la ligereza de la noche para con paso tranquilo llegar al edificio ministerial donde sorprendió a los guardias de turno.

Sabiendo que la cárcel era su única salida para tranquilizar el alma, Julio César tocó a la puerta de cristal del inmueble policiaco, donde fue atendido por los vigilantes que en automático lo pusieron bajo arresto por exigencia propia del inesperado visitante.

Desde entonces comenzó el calvario terrenal del homicida, que sin oponer resistencia participó en las diligencias que las autoridades fabricaron como parte de las indagatorias del asunto, que por la naturaleza del mismo fue clasificado con la etiqueta de feminicidio por la Procuradurí­a coahuilense.

Como parte del proceso que se le abrió ante instancias penales, el individuo pasó más de un aí±o luchando sin sentido con la asesorí­a de abogados especializados, por lo que cansado de afrontar una causa perdida decidió aceptar la apertura de un juicio abreviado, donde las autoridades lo condenaron a dos décadas de encierro por ultimar a su exnovia.

Ahora, el hombre que soí±aba con colocar una cadena de negocios del ramo computacional tendrá que conformarse con aí±orar el paso del tiempo, para sanar su herida emocional y volver a la calle libre de toda culpa, pero con la pesadumbre de haber matado a la mujer con quien pudo haber compartido el resto de su vida.

Con información de Ruta Libre.

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