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Brasileños toman las calles contra la corrupción y ponen en alerta al Gobierno

Los brasileños que salieron a la calle para pedir la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff están de vuelta. Miles de personas, convencidas de su poder, se han manifestado este domingo en varias capitales brasileñas contra la corrupción y las maniobras de los diputados para minar al poder judicial en su afán de estrechar el cerco a los corruptos.

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No ha sido una marcha contra el presidente, Michel Temer, pero las protestas preocupan en su entorno

Por: Agencias Rí­o de Janeiro.- Los brasileí±os que salieron a la calle para pedir la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff están de vuelta. Miles de personas, convencidas de su poder, se han manifestado este domingo en varias capitales brasileí±as contra la corrupción y las maniobras de los diputados para minar al poder judicial en su afán de estrechar el cerco a los corruptos. No ha sido una marcha contra el presidente, Michel Temer, pero las protestas preocupan en su entorno. Los manifestantes entonaron soflamas contra sus colegas de partido y aliados polí­ticos en el Congreso, del que Temer, con una popularidad del 14%, depende para aprobar un ajuste fiscal que considera crucial para superar la crisis económica que vive Brasil. En Rí­o de Janeiro, donde se concentró una de las marchas más numerosas, se reunieron desde activistas contrarios al aborto a partidarios de una intervención militar, integrados en una multitud que coreaba eufórica el nombre de Sergio Moro, el juez responsable de la Operación Lava Jato, que reveló la enorme trama de corrupción enraizado en la Petrobras. Las investigaciones dirigidas por Moro, elevado por muchos a í­dolo nacional, han salpicado a las cúpulas de casi todos los partidos brasileí±os, especialmente del Partido de los Trabajadores, del expresidente Lula, del PMDB, del actual presidente Temer, y del PP, un partido conservador aliado de ambos. “Queremos más justicia. El mayor problema de Brasil es la impunidad. El Congreso tiene que aprobar las medidas propuestas contra la corrupción. Las leyes nunca serán perfectas, pero es importante que sean más rí­gidas para limpiar lo que tenemos. Si empezamos a discutirlas, vamos a pasarnos cinco aí±os debatiendo y esto es urgente”, explica el comerciante de 46 aí±os Diniz Tellini, que fue con su suegra a la manifestación. Hubo también crí­ticas a Temer, aunque el presidente no fuese el blanco principal de los manifestantes. “Cuando fui a la calle a protestar en otras manifestaciones no fue para quitar a Dilma y poner a Temer, yo querí­a una nueva elección. Esto es como cambiar un corrupto por otro”, lamentaba la funcionaria Marcia Bilheiro, representando el sentimiento de otros muchos manifestantes entrevistados por este periódico. En sus seis primeros meses de Gobierno, Temer ha tenido que prescindir de seis de sus ministros, la mayorí­a de ellos investigados en casos de corrupción. Votación de madrugada La convocatoria de las protestas de este domingo fue alimentada por la más reciente polémica en un Brasil harto de turbulencias polí­ticas. En la madrugada del miércoles, mientras el paí­s se sumí­a en el luto por la pérdida de 71 vidas en el accidente de avión que transportaba a la delegación del Chapecoense, el Congreso de los Diputados decidí­a mantener su actividad y desvirtuar con un puí±ado de enmiendas un conjunto de diez propuestas legislativas redactadas por la Fiscalí­a con el objetivo de endurecer la ley contra los corruptos. Aunque las medidas, apoyadas por dos millones de firmas, han sido poco discutidas y provocan recelos en los sectores progresistas, temerosos de otorgar más poder al judiciario y fragilizar así­ al Estado de Derecho, la actuación sibilina de los diputados, decenas de ellos investigados por casos de corrupción, fue interpretada como una estrategia en beneficio propio para limitar el alcance de las investigaciones. Los manifestantes también protestaron contra la decisión del Congreso de aprobar, esa misma madrugada, el concepto de “abuso de autoridad” que permitirá juzgar jueces y fiscales bajo el criterio de actuar bajo “conducta incompatible con el cargo”. “Ya existe ese control del poder judicial. El problema es intentar ejercer ese control intimidando jueces y fiscales, usando conceptos vagos”, criticaba en Rí­o de Janeiro Claudio Henrique Viana, procurador del Ministerio Público de Rí­o. El conflicto entre el poder judicial y el legislativo se hizo más evidente tras la votación, cuando el equipo de investigadores de la Operación Lava Jato, gran impulsor del paquete de las diez medidas anti-corrupción, amenazó el miércoles con renunciar en bloque si el presidente Michel Temer sancionaba las propuestas de los congresistas. La respuesta del presidente del Senado, Renan Calheiros, aliado de Temer e investigado en más de una decena de casos de corrupción, fue entonces acelerar una segunda votación de las medidas para avanzar en su aprobación. El gesto le salió caro. Además de ver frustrada su estrategia por el voto contrario de buena parte de sus colegas, los manifestantes cambiaron rápidamente el grito de “¡Fuera Dilma!”, entonado en las manifestaciones contra el anterior Gobierno, por el de “¡Fuera Renan! La manifestación más esperada era la de Sí£o Paulo, que concentró las mayores protestas de la democracia brasileí±a en la campaí±a contra Rousseff. La convocatoria, esta vez, no fue tan abrumadora –200.000 participantes, según los organizadores, y 15.000 según la policí­a–, pero una multitud en la principal avenida de la ciudad es suficiente, sin embargo, para poner a Brasilia, sede del poder, en alerta. A las protestas callejeras se suma la inquietud de la clase polí­tica que aguarda la divulgación en las próximas semanas de la llamada “confesión del fin del mundo” en la que 77 ejecutivos de la constructora Odebrecht rebajarán la pena que les corresponda a cambio de contar lo que saben del caso Petrobras. Con las investigaciones, la mayor constructora de América Latina se ha perfilado como el corazón de la trama corrupta y amenaza con involucrar aún más polí­ticos en el mayor escándalo de corrupción que se recuerda en Brasil.
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