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El paciente cero de Coahuila que desnudó al IMSS

Los casos de Monclova constituirían el mayor brote masivo de COVID-19 en un hospital del país

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Los casos de Monclova constituirí­an el mayor brote masivo de COVID-19 en un hospital del paí­s

Por: Agencias

Monclova, Coah.- Al mediodí­a del 22 de marzo, el comunicado sobre la pandemia que dos veces al dí­a publica el gobierno de Coahuila daba cuenta de un caso confirmado de COVID-19 en el estado, ahora en la ciudad de Monclova, a 200 kilómetros de la capital coahuilense, publica en un reportaje Contra la Corrupción.

Era de esperarse. A esa fecha, nueve casos se habí­an confirmado en Saltillo y Torreón, de modo que sonaba lógico que el virus llegara a la tercera ciudad más grande del estado. El paciente, indicaba el comunicado, tení­a antecedentes de viaje a Estados Unidos.

El de ese dí­a era un boletí­n de rutina. Pero en realidad se trataba de un aviso de una tragedia: menos de una semana después, los casos de Monclova constituirí­an el mayor brote masivo de COVID-19 en un hospital del paí­s, con 21 de sus trabajadores contagiados.

De paso, Monclova (población: 380 mil habitantes) se convertirí­a en la ciudad mexicana con mayor tasa per cápita de la enfermedad, y el caso dejó al descubierto la incapacidad del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para atender adecuadamente a un paciente, lo que provocó contagios entre su personal, y para canalizar información confiable a los tomadores de decisiones en Ciudad de México, que a su vez fallarí­an al reportar a la ciudadaní­a sobre ese brote. Enseguida una reconstrucción del caso realizada por Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad.

El chofer que vino de Piedras Negras

Este brote de coronavirus, que hasta ahora se ha cobrado dos vidas, comenzó cuando un paciente, de oficio chofer de tráiler que residí­a en Piedras Negras, pero realizaba frecuentes viajes a Monclova, fue ingresado en el área de urgencias del Hospital General de Zona No. 7 del IMSS. Tal evento ocurrió el 15 de marzo, de acuerdo con una carta que médicos y enfermeras del hospital publicaron en redes sociales a finales de ese mes para denunciar la grave situación que viví­an en el hospital.

Esa carta, cuya autenticidad ha sido verificada con trabajadores del hospital, comenzó a circular el lunes 30 de marzo y daba cuenta de un paciente contagiado, de la ausencia de equipo de protección en la clí­nica y de lo que los trabajadores veí­an como un intento por parte del gobierno federal de culpar a los médicos del desastroso manejo de un caso en el que ya fallecieron el chofer y uno de los doctores que lo trató.

“No se necesitan conocimientos médicos para saber dónde estuvo la responsabilidad”, dijeron los trabajadores.

La carta relata que el paciente fue revisado el dí­a 15 y tras una radiografí­a se le diagnosticó neumoní­a. Un médico del hospital dijo que el paciente informó de un viaje reciente a Chicago, y una valoración del área de Cuidados Intensivos concluyó un probable cuadro de COVID-19, por lo que se recomendó aislamiento. Pero el hospital no estaba preparado para esta medida, porque el aislamiento se improvisó en el área de Urgencias, una zona donde muchas personas transitan.

Desde que se valoró el probable caso de COVID-19, trabajadores del hospital pidieron al director de la clí­nica, el doctor Ulises Mendoza, que el paciente fuera trasladado a un piso, se le pusiera en riguroso aislamiento, y que se le practicara una prueba.

Dicho de otra forma, durante una semana, una persona contagiada de COVID-19 estuvo en contacto con por lo menos una docena de médicos y enfermeras, quienes a su vez estuvieron en contacto con otros pacientes del hospital, mientras trabajaban con una escasez de tapabocas, guantes y gel antibacterial.

El 19 de marzo el paciente tuvo que ser conectado a un ventilador porque su estado de salud empeoró, pero no hay reporte de que ni eso haya provocado una reacción del Instituto. A pesar de que el IMSS cuenta con un laboratorio certificado para realizar pruebas, en el Hospital de La Raza de Ciudad de México, las muestras nunca se enviaron. La prueba se la tuvo que practicar la Jurisdicción Sanitaria 4, que depende de la Secretarí­a de Salud del Coahuila, y que la envió al Laboratorio Estatal de Salud Pública, en Saltillo. El 22 de marzo regresó: era positiva.

“Durante esta semana el personal de los tres turnos de urgencias tuvieron (sic) contacto con ese paciente”, seí±ala la carta de los trabajadores.

Aun cuando la enfermedad se confirmó el 22 de marzo, la dirección del hospital tardarí­a un dí­a más en ordenar el traslado del paciente a otra área, donde finalmente serí­a aislado. Eso ocurrió hasta el 23, ocho dí­as después del ingreso.

Zoé, el ausente director del IMSS

Ese mismo dí­a, el director del IMSS, Zoé Robledo, publicó un video en su cuenta de Twitter dirigido a trabajadores del Instituto en el que reconoció al menos 10 manifestaciones realizadas en varios estados para demandar equipos de protección, protestas que calificó como “exigencia legí­tima”. El funcionario mostró algunos componentes de esos equipos, como una máscara N95, guantes y traje.

“Debemos cuidarlos a ustedes primero”, dijo Robledo y presumió que desde antes de que la Organización Mundial de la Salud decretara la epidemia (11 de marzo) “ya estábamos trabajando” para lidiar con el coronavirus. Si los trabajadores no se sentí­an protegidos, aí±adió, se debí­a a que la información no estaba llegando a ellos.

Fuentes del IMSS seí±alaron que el poco material que habí­a pudo acabarse rápidamente debido a que fue racionado por parte de la dirección del hospital o a que los trabajadores agotaron rápidamente los insumos y la clí­nica no fue reabastecida.

El gobierno del estado y del municipio intervinieron con la delegación del IMSS en Coahuila para pedir la habilitación del hospital como uno que pudiera recibir pacientes de COVID-19, pero fue hasta el 25 de marzo –cuando el paciente contagiado llevaba ahí­ diez dí­as– que se anunciaron medidas que apenas iban a empezar a aplicarse.

Para entonces, la Secretarí­a de Salud del estado comenzaba a advertir un panorama de riesgo y aplicó pruebas a dos médicos que atendieron al paciente. Uno del área de urgencias y una doctora que presta servicios en el área de radiodiagnóstico, es decir, dos zonas en donde habí­a estado el “paciente cero”.

Las pruebas fueron anunciadas como positivas el jueves 26 de marzo. Los médicos ya habí­an sido puestos en aislamiento domiciliario desde que sospecharon su probable contagio de COVID-19, según el gobierno de Coahuila. Pero los directivos del IMSS que intentaron rastrear el origen de ese contagio buscaban afuera del hospital, en los eventos sociales a los que habí­an acudido los médicos, preguntando por viajes recientes.

Dado que muchos médicos que laboran en el IMSS lo hacen además en otros hospitales –del ISSSTE, del sistema estatal o privados– también se indagaban consultas recientes en esas clí­nicas. Buscaban en diferentes lados, menos adentro del hospital donde un paciente de COVID-19 agonizaba.

Desde el becario hasta el médico se infectaron

El 27 de marzo, el “paciente cero” murió. Fue el primer fallecimiento por COVID-19 en Coahuila. Ese dí­a el boletí­n del gobierno estatal estaba “limpio”, sin reportar nuevos casos.

Al dí­a siguiente la bomba explotó. A las 7 de la tarde, la Secretarí­a de Salud de Coahuila anunció siete nuevos casos en Monclova “por contagio local”. Todos eran trabajadores del Hospital No. 7 del IMSS en Monclova. Con 10 casos en Monclova, la tercera ciudad del estado ya tení­a casi tantos como la suma de Torreón (7) y Saltillo (6).

Era el principio de una avalancha. Al menos 20 pruebas habí­an sido ya practicadas a personal de la clí­nica por parte de la Secretarí­a de Salud estatal, que fue la primera dependencia en vislumbrar el contagio masivo en el nosocomio.

El domingo 29 de marzo, el gobernador de Coahuila, Miguel íngel Riquelme viajó a Monclova para una reunión con funcionarios del Seguro Social y mandos del Ejército y la Guardia Nacional, en donde se decidió aplicar un cerco sanitario al hospital que cuenta con 234 camas, y en los entornos de las personas contagiadas.

Los datos que presentó Riquelme en esa reunión ya no dejaban lugar a dudas de que en Monclova se habí­a presentado el mayor contagio de COVID-19 dentro de un hospital mexicano. A mediodí­a del domingo 29 el mandatario anunció 10 nuevos casos, todos por contagio comunitario. Por la tarde, el gobierno estatal anunciarí­a otro más.

La semana cerró con 21 casos en la ciudad de Monclova. Pero habí­a un indicio de que el COVID-19 ya habí­a salido del Hospital General de Zona No. 7, a donde habí­a entrado dos semanas antes.

Un reporte interno del IMSS, verificado con dos fuentes con acceso al documento, seí±ala el resultado positivo a COVID-19 de 19 personas dentro del hospital: el “paciente cero” y los dos médicos que lo atendieron, pero también 5 médicos de Urgencias, uno más de otra área, 5 enfermeras, 2 enfermeros, un camillero, una trabajadora social y un becario. Todas estas especialidades dentro del personal sanitario, por cierto, fueron mencionados por Robledo como “la gran familia” del IMSS que debí­a ser protegida.

El documento es un memorándum que informa sobre una revisión de los probables casos de COVID-19 realizada por funcionarios de la delegación del IMSS en Coahuila, que también da cuenta de que uno de los médicos cuya prueba resultó positiva, el doctor Gualberto Reyes de la Cruz, habí­a sido internado en la Unidad de Cuidados Intensivos y conectado a un ventilador.

Pero si los datos del gobierno estatal indicaban 21 casos de este coronavirus en Monclova, y el informe interno del IMSS daba cuenta del contagio de 18 trabajadores y un paciente en el Hospital No. 7, eso significaba que habí­a dos personas ya con pruebas positivas afuera del hospital, posiblemente en los entornos familiares de los trabajadores. El documento seí±ala que hubo al menos 45 contactos de las personas contagiadas.

Un detalle llamó la atención en la conferencia de prensa que encabezó Riquelme después de la reunión. El gobernador anunció la reconversión del Hospital No. 7 del IMSS en un centro para atender casos de COVID-19. Resultaba extraí±o ver al gobernador de un estado informar sobre acciones del sistema de salud federal, pero la explicación es simple: ningún funcionario de las oficinas centrales del IMSS se habí­a aparecido todaví­a en la ciudad. El directivo de más alto rango del Instituto era el delegado en Coahuila, Leopoldo Santillán.

Ese domingo 29 de marzo se anunció que se practicarí­an más pruebas, pero no eran suficientes para todos los trabajadores de la clí­nica, muchos de los cuales ya habí­an dejado de ir a trabajar. 60 de ellos fueron incapacitados, ya sea por contagio o porque se les consideraba potenciales casos.

El patinón de López-Gatell

El lunes 30 el comunicado del gobierno estatal informó sólo un caso confirmado más en Monclova y ese dí­a por primera vez el contagio masivo fue abordado por la Secretarí­a de Salud federal. En su conferencia de las 7 de la tarde, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell mencionó la situación en el hospital del IMSS, pero quedó en evidencia de que no tení­a clara la naturaleza del brote: atribuyó el primer contagio de un médico de la clí­nica a una “consulta privada fuera del hospital”, no a una exposición adentro.

La declaración de López-Gatell enfureció a los trabajadores del hospital en Monclova. Vieron un intento de aventar la culpa en la falta de cuidado de uno de los médicos y no en la precariedad de equipos e instalaciones que padecen en ese hospital.

Porque el memorándum interno del IMSS sobre la revisión practicada al hospital, y que da cuenta de 19 casos confirmados, menciona especí­ficamente que uno de ellos era un “paciente con fallecimiento”. Habí­a más pistas para comprobar un contagio dentro de la clí­nica, sobre todo porque en ningún otro centro de salud de la ciudad de Monclova, donde se habrí­a realizado la supuesta “consulta privada”, se habí­a confirmado contagio alguno.

Al dí­a siguiente de esa declaración, el martes 31 de marzo, los trabajadores del hospital No. 7 salieron a protestar de nuevo por la falta de atención por parte del Instituto, que a esas alturas no habí­a enviado todaví­a material de protección. Lo poco que tení­an era lo que habí­an podido conseguir los gobiernos del estado y del municipio.

Al mediodí­a del martes 31, el gobierno estatal anunció 11 nuevos casos confirmados de COVID-19, y por la tarde otros tres. En total, en dos semanas la ciudad de Monclova sumaba ya 36 casos.

Cuando el gobierno estatal anunciaba la acumulación de esos 36 casos, el 31 por la tarde, López-Gatell inició su conferencia de prensa con una mención al caso de Monclova y admitió su error al hablar de un contagio en una consulta privada.

“Le pido una disculpa al estado de Coahuila y a los habitantes de Monclova que reconozco que estaban molestos (…) Aclaro que el brote es cierto, pero la atribución a esta infección fuera de la unidad fue un error mí­o”, dijo.

En esa conferencia se reveló un dato alarmante. Además de los 21 casos de personal médico contagiado de COVID-19 en Monclova, habí­a otros 18 trabajadores de la salud contagiados en diferentes hospitales de México. Es decir, en una sola clí­nica de una ciudad con menos de 400 mil habitantes habí­a más casos que en los hospitales de todo el resto del paí­s.

La disculpa del subsecretario evidenció que además de la falta de suministro de equipo de protección para el hospital de Monclova, también hubo una falla en la cadena de comunicación dentro del sistema de salud federal: a pesar de que el gobierno estatal habí­a advertido al IMSS de la situación en Monclova, los reportes que llegaban a ciudad de México por parte de los médicos del Instituto que investigaron el brote seí±alaban que estaban buscando la infección del primer médico contagiado afuera de la clí­nica y no adentro.

Aunque López-Gatell reconocerí­a que el contagio no habí­a ocurrido fuera del hospital, nunca dijo que habí­a sucedido adentro y tras cederle la palabra al doctor Eduardo Robles, jefe de Seguridad del Trabajo del IMSS, éste argumentó que aún estaban investigando el origen de la infección en dos “casos í­ndices”, es decir, los dos primeros médicos que fueron contagiados.

Al mismo tiempo que López-Gatell encabezaba la conferencia en Palacio Nacional, en el Hospital General de Zona No. 7 de Monclova fallecí­a el doctor Gualberto Reyes de la Cruz, de 46 aí±os que llevaba unos 15 aí±os laborando en el hospital, pero también hací­a consultas en otras clí­nicas de Monclova y el municipio conurbado de Frontera.

“El Wuhan mexicano”

El martes 1 de abril Riquelme estuvo de nuevo en Monclova para una reunión con el comité regional de salud, en la que también estuvo Eduardo Robles. Habí­an pasado más de 72 horas desde que se vislumbró el brote masivo de COVID-19 en un hospital del IMSS y era la primera vez que un funcionario de las oficinas centrales del Instituto hací­a acto de presencia. A una petición de este reportero a Zoé Robledo ví­a Twitter, el director del IMSS se limitó a publicar en esa red social un cronograma de sus actividades en los últimos dí­as. Ninguna de ellas incluí­a la palabra Monclova.

En esa reunión se anunció la destitución del director, Ulises Mendoza. La razón que se dio fue que, por su edad (60 aí±os) estaba en situación de riesgo. Pero Mendoza habí­a pasado dos semanas trabajando en el hospital donde un paciente y varios trabajadores ya habí­an sido infectados, sin que nadie en la delegación Coahuila o las oficinas centrales se preocupara por su vulnerabilidad.

Y sólo entonces, una remesa de equipos de protección salió de los almacenes de la delegación del IMSS en Saltillo hacia Monclova.

Cuando 1 de abril el gobierno estatal anunció 6 nuevos contagios en Monclova, ya resultaba imposible determinar cuántos eran directamente de alguien infectado en el hospital o si el virus se habí­a esparcido ya por la ciudad, que para esas fechas tení­a un aire de pueblo fantasma, con la mayorí­a de sus comercios cerrados y sus calles vací­as.

Fue hasta ese primer dí­a del nuevo mes que la palabra “Monclova” apareció en la cuenta de Twitter de Robledo, pero solo para publicar el video de la conferencia de la Secretarí­a de Salud esa tarde. Nunca apareció tampoco una condolencia por el médico fallecido. El funcionario de más alto rango del IMSS en publicar algo con respecto a esta tragedia fue el secretario general, Javier Guerrero.

Cuando las autoridades del Seguro Social reaccionaron, Monclova ya era referida en algunos medios de comunicación como “el Wuhan mexicano”, como lamentó el alcalde Alfredo Paredes.

Al 3 de abril, seis dí­as después de que se confirmó el contagio masivo en el hospital, Monclova reportaba 45 casos de COVID-19. De esos, 21 correspondí­an a trabajadores del hospital y los otros 24, más de la mitad, a personas externas. Con 12 casos por cada 100 mil habitantes, la ciudad tiene la tasa de casos confirmados más alta del paí­s. En la Ciudad de México, la entidad con más confirmaciones en el paí­s, la tasa es 3.6, casi cuatro veces menos.

Mientras en Monclova iniciaba la sanitización del Hospital General de Zona No. 7, foco del mayor contagio hospitalario de COVID-19 en México, en Piedras Negras, a dos horas en carretera, se confirmaron los dos primeros casos de esa ciudad en la frontera con Texas. Uno de ellos era un enfermero de quirófanos del Hospital General de Zona No. 11, también del Instituto Mexicano del Seguro Social.

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