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Juicio a Trump, ¿más polémico que el de Bill Clinton?

El actual presidente tiene un control más firme sobre su partido que Clinton, ¿qué significará esto ahora que la discusión pasará al Senado, de mayoría republicana?

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El actual presidente tiene un control más firme sobre su partido que Clinton, ¿qué significará esto ahora que la discusión pasará al Senado, de mayorí­a republicana?

 Por: El Financiero 

El juicio polí­tico de Bill Clinton hace dos décadas se estableció como la plantilla moderna para el próximo juicio polí­tico del presidente Donald Trump en el Senado. Pero el proceso podrí­a ser aún más polémico esta vez dado que hay divisiones tribales más agudas en Washington.

El proceso de cuatro semanas de Clinton en 1999 cautivó a la nación. Trece gerentes republicanos de la Cámara de Representantes marcharon por el Capitolio para presentar artí­culos de juicio polí­tico, dirigidos por el entonces presidente del Comité Judicial Henry Hyde. Como gran orador, ilustró el juicio polí­tico de Clinton como una cuestión de honor nacional e invocó los sacrificios de las ví­ctimas de guerra.

William Rehnquist, jefe de justicia, presidí­a con una túnica adornada de rayas doradas que habí­a diseí±ado inspirado en un traje de una ópera cómica de Gilbert & Sullivan.

Monica Lewinsky, la pasante de la Casa Blanca que tuvo una aventura con el presidente demócrata, dio un testimonio en video. El senador de Arkansas Dale Bumpers refutó el argumento de los gerentes de que el caso se trataba de un principio más que de un escándalo emocionante: "Cuando escuchas a alguien decir: 'Esto no se trata de sexo', se trata de sexo".

La pelea partidista amenaza con envolver al Senado una vez más mientras se prepara un juicio por dos artí­culos de juicio polí­tico contra Trump. Se le acusa de abusar de su poder y de bloquear la investigación del Congreso sobre dicho abuso.

El rencor en 1999 finalmente disminuyó cuando los lí­deres de ambos partidos actuaron para contener el daí±o. Sin embargo, navegaban por corrientes polí­ticas cruzadas que producí­an incentivos muy diferentes a los que enfrentan sus contrapartes hoy.

Lí­deres del Senado en el juicio de Clinton reconocieron que sus propios intereses divergí­an de sus aliados del partido. La Casa Blanca demócrata querí­a que todo el proceso fuera desacreditado como una venganza partidista, pero muchos demócratas fueron rechazados igualmente por la conducta del presidente y no quisieron defenderla.

Entretanto, senadores republicanos estaban muy conscientes de las pérdidas del partido republicano en las elecciones de mitad de perí­odo de la Cámara, celebradas en medio del proceso y ampliamente percibidas como un repudio hacia el intento de destituir al presidente.

Esta vez hay pocas seí±ales de que los republicanos del Senado sientan la necesidad de distanciarse de la Casa Blanca. Trump tiene un control más firme sobre su partido que Clinton: la mayor amenaza polí­tica para los titulares republicanos son los principales retadores, no los demócratas.

A diferencia de la última acusación, es casi seguro que Trump liderará el boleto republicano nacional nuevamente en 2020, vinculando la fortuna de los funcionarios de nivel inferior más cerca de su posición. Por ejemplo, el lí­der de la mayorí­a del Senado, Mitch McConnell, ha declarado abiertamente que está coordinando con los abogados del presidente para establecer los procedimientos para el juicio. Y el precedente no es vinculante para McConnell.

La Constitución impone solo unos pocos requisitos para un juicio polí­tico presidencial. El Senado tiene que llevar a cabo un juicio. El jefe de justicia debe presidir. Y se necesita un voto de dos tercios para condenar.

Las reglas del Senado ni siquiera establecen un estándar de evidencia para la condena, a diferencia de los juicios penales en los que el acusado debe ser declarado culpable más allá de una duda razonable. Los senadores solo deben jurar dispensar "justicia imparcial".

Dado que Richard Nixon renunció antes de ser acusado formalmente, el único precedente antes de Clinton era el juicio polí­tico de Andrew Johnson en 1868.

El juicio de Johnson duró casi dos meses mientras oradores mostraban sus habilidades para hablar en galerí­as llenas. El Senado escuchó a 25 fiscales y 16 testigos de la defensa. Los abogados de Johnson, conocido por sus comentarios públicos intemperantes, lo persuadieron para que no se presentara en el proceso. En cambio, fue defendido por un equipo de abogados, pero aun así­ dio entrevistas de prensa durante el juicio. Evitó la condena por un voto.

La pelea en el juicio polí­tico de Clinton en la Cámara ya habí­a arrasado con dos lí­deres republicanos y manchado a otro. El presidente de la Cámara, Newt Gingrich, renunció después de las pérdidas electorales de otoí±o.

Su presunto sucesor, Bob Livingston, anunció su renuncia el dí­a de la votación de juicio polí­tico después de que se revelara que habí­a tenido múltiples aventuras extramaritales. Hyde, el antiabortista y reconocido campeón de la moral conservadora, fue humillado por la revelación de su romance con una estilista de belleza casada cuando estaba en sus 40.

Los detalles sexuales vulgares que Kenneth Starr, el abogado independiente que dirigió la investigación sobre Clinton, incluyó en su informe al Congreso, también provocaron una reacción pública, y la popularidad de Clinton se elevó a un máximo histórico en la época de la votación de juicio polí­tico.

Finalmente, los lí­deres y su personal prepararon el camino para un acuerdo unánime sobre procedimientos de juicio, finalizado en una sesión a puerta cerrada en la Cámara del Antiguo Senado. Se eludió el tema de los testigos hasta más tarde, inicialmente dando a cada lado 24 horas para presentar sus casos. Luego se permitió a los senadores formular preguntas a cada lado, enviándolas por escrito para que el presidente del tribunal los leyera en voz alta.

Robert Byrd de West Virginia, uno de los demócratas que el equipo del presidente más temí­a perder, desestimó el caso después de la fase inicial. Aunque la medida fracasó en una votación en gran parte del partido, mostró que Clinton no estaba en peligro.

Los gerentes de juicio de la Cámara ganaron un voto para aceptar declaraciones grabadas en video de Lewinsky, el amigo de Clinton Vernon Jordan y un asistente de la Casa Blanca llamada Sidney Blumenthal. Se les permitió presentar extractos al Senado. Pero el testimonio no cambió la dinámica.

Cuando los senadores votaron uno por uno, ninguno de los dos artí­culos de juicio polí­tico obtuvo la mayorí­a, mucho menos los dos tercios requeridos.

"Fue un momento trágico, fue un momento difí­cil, histórico", recordó Tom Daschle, senador de Dakota del Sur. "Sin embargo, creo que logramos estar a la altura de la ocasión".

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