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Sicarios y empleados del gobierno limpiaron las huellas de la violencia

Cuando apenas se restablecía el sistema de transporte, transeúntes se topaban con casquillos percutidos o manchas de sangre

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Cuando apenas se restablecí­a el sistema de transporte, transeúntes se topaban con casquillos percutidos o manchas de sangre

Por: La Jornada 

Sinaloa.- La madrugada del viernes grupos de civiles armados recorrieron las calles de Culiacán para limpiar parte del desastre que quedó como resultado de balaceras y bloqueos en varios puntos de la ciudad realizados la tarde del jueves luego de que un grupo de militares y de la Guardia Nacional intentó detener a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquí­n "El Chapo" Guzmán. Más tarde, empleados estatales y municipales terminaron de retirar los restos de vehí­culos quemados y al menos cuatro cadáveres, que fueron trasladados al Servicio Médico Forense. Fuerzas federales, ausentes Durante las acciones de limpieza de la ciudad y de recolección de pruebas periciales fue evidente la ausencia de las fuerzas federales. Algunas calles de Culiacán, una ciudad de unos 800 mil habitantes, permanecí­an bloqueadas con restos de autos quemados. Las escuelas estaban cerradas y algunas oficinas públicas pidieron a sus empleados quedarse en sus casas. Se veí­an pocos autobuses de transporte público. Los vehí­culos, entre ellos tractocamiones, un carguero de cemento, una patrulla militar, otra municipal y diferentes automóviles incendiados, fueron trasladados a la pensión federal.

"Ni siquiera hay partes oficiales: la orden fue trasladar los vehí­culos quemados, y donde habí­a muertos, que los peritos levantaran evidencias", narró un agente policiaco protegido por el anonimato mientras resguardaba una zona que fue escenario de actos violentos.

Muchos negocios de la capital sinaloense continuaron cerrados, sobre todo en el centro y la zona de Tres Rí­os, donde ocurrió la mayor parte de los enfrentamientos. El gabinete de seguridad del gobierno federal reportó que las fuerzas castrenses retomaron el control horas después del primer encontronazo armado en el bulevar Enrique Sánchez Alonso. Durante los hechos de ayer, los ciudadanos de Culiacán se replegaron en sus viviendas, trabajos y centros comerciales, cualquier resquicio a la mano. Poco a poco, y con total precaución, alrededor de las 7 de la tarde fueron regresando a sus hogares, sobre todo los habitantes de zonas donde no hubo violencia y quienes podí­an irse en sus propios automóviles o de aventón, ya que el servicio de transporte público fue suspendido ante el temor de que sus unidades fueran incendiadas. En medio del caos, reos de la prisión estatal de Aguaruto, ubicado al poniente de la ciudad, se apoderaron de las armas de los guardias, a quienes tomaron como rehenes, aunque más tarde los liberaron y huyeron. De 56 presos evadidos, 49 seguí­an libres el viernes, 39 del fuero federal y el resto del fuero común, según el secretario de Seguridad Pública de Sinaloa, Cristóbal Castaí±eda. Por la noche, las fuerzas de seguridad se replegaron y miembros del grupo que –se presume– es comandado por los hijos de Joaquí­n Guzmán Loera salieron de nuevo a las calles para recoger los cadáveres de sus compaí±eros. Ellos mismos retiraron del puente Juárez –uno de los que atraviesa el rí­o Culiacán– cinco vehí­culos que fueron quemados para bloquear el paso de los uniformados. Desde muy temprano, personal militar resguardó las inmediaciones del palacio de gobierno en Culiacán, donde se efectuó una reunión del gabinete de seguridad nacional con autoridades estatales y municipales, al final de la cual ofrecieron una rueda de prensa. En un recorrido realizado por La Jornada se pudo constatar que el Servicio Médico Forense recogió al menos cuatro cuerpos a las 11 horas del viernes. Tras la reunión del gabinete se informó que en el momento más crí­tico hubo un total de 19 vialidades bloqueadas, y para la maí±ana de ayer la mayorí­a ya habí­a sido liberada. El tráfico en la ciudad fue atí­pico, pero más personas fueron saliendo conforme avanzó la maí±ana. Algunos automovilistas se encontraron con vialidades del sector Tres Rí­os obstruidas por vehí­culos que continuaban humeantes. En el recorrido se pudo observar que policí­as estatales y de tránsito municipal resguardaban las zonas con evidencia de la refriega. Las fuerzas federales destacaron por su ausencia. Cuando apenas empezaba a restablecerse el sistema de transporte, algunos transeúntes se topaban con casquillos percutidos o manchas de sangre, entre otros restos de la jornada violenta. Las gasolineras comenzaron a dar servicio conforme avanzaba el dí­a y tarde, porque muchos empleados no acudieron a laborar, pocos restaurantes abrieron, sobre todo a las orillas de la ciudad, pero tampoco se veí­an muy concurridos. Las autoridades de educación suspendieron las clases en todos los niveles y algunas instituciones gubernamentales y bancarias se regodearon en el asueto. El centro de la ciudad se mantuvo desolado, los negocios cerrados y hubo poco tráfico ante el temor de los ciudadanos de que se reinicien las hostilidades. Teresa Mercado, quien el jueves volvió a su natal Culiacán, no lo podí­a creer: "Esto es peor que lo que habí­a vivido en aí±os pasados", seí±aló a la agencia Ap.

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