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Zona del Silencio, el lugar de México visitado por aliens

Autoridades trabajan en un centro de turismo en la zona.

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Autoridades trabajan en un centro de turismo en la zona.

Por: Lorena Fuentes

Ciudad de México.- A los 13 aí±os, Benjamí­n Palacios Perches y su hermano Raymundo, de 15, regresaban del poblado de Escalón a la Estación Carillo, en Chihuahua, cuando de pronto una luz incandescente, en aquella noche estrellada, interrumpió su camino.

“Eran las tres de la maí±ana cuando de pronto se mató el motor y una luz intensa cubrió todo el vehí­culo. Parecí­a un instante. La luz se movió hacia enfrente del vehí­culo, se vio vertiginosamente alejarse rápido y quedo una raya en el horizonte. Pensamos que fue una experiencia rápida, pero en realidad habí­an pasado dos horas”, cuenta. Ocurrió la madrugada de un sábado del verano de 1955 cuando, como cada fin de semana, regresaban a casa después de pasar funciones de cine a los pobladores de Escalón.

Desde ese suceso, Benjamí­n asegura que su mente perdió registro de esas dos horas sin saber lo que realmente pasó, pero asegura que ese resplandor le dejó la misión de compartir a los visitantes de la Zona del Silencio, los acontecimientos que han sucedido aquí­.

Los tres niveles de gobierno trabajan en la construcción de un Centro de visitantes y Museo en el poblado de Estación Carrillo, enclavado en el corazón mismo de la Reserva de Biosfera Mapimí­, comprendida entre los estados de Chihuahua, Durango y Coahuila, especializado para turistas que buscan alternativas.

“Pienso que seguramente fue un encuentro con otras civilizaciones. Estudiaron nuestro ser y posiblemente nos dejaron la misión de informar a la humanidad sobre estos avistamientos, de prepararlos sobre algún contacto que pudiéramos tener con ellos”, explicó. Benjamí­n es un polí­tico retirado, académico, empresario y escritor que volvió a su lugar de origen para dedicarse a atender un complejo ecoturí­stico dirigido a quienes consideran que existe vida en otras galaxias. Algunos llaman su semblanza como el regreso del Vaquero Espacial.

Al igual que él, habitantes de la misteriosa región aseguran que han sido testigos de eventos sobrenaturales y de una desmesurada actividad celestial, debido al electromagnetismo que yace en el desierto colindante con los estados de Chihuahua, Coahuila y Durango.

Zona del Silencio, zona misteriosa

La Zona del Silencio, con apenas 600 pobladores, es conocida como la Reserva de la Biosfera Mapimí­, dentro del Vórtice de Trino, la cual se encuentra sobre el paralelo 27, mismo que se comparte con el Triángulo de las Bermudas, las pirámides de Giza y las ciudades sagradas del Tí­bet y el Mar de Cortés.

Esta árida tierra también es famosa por atraer meteoritos, pues han chocado algunos tan conocidos como los de Chupadero, en 1938 y 1954, el Allende, en 1969, así­ como el cohete Athenas, en 1970, el cual fue lazado por cientí­ficos estadunidense desde la base área de Green River, Utah.

El destino de este misil era White Sands, Nuevo México. Sin embargo, el artefacto se desvió al corazón de la Zona del Silencio, hasta donde especialistas tuvieron que llegar rescatarlo e incluso se tuvieron que construir 16 kilómetros de ví­a férrea para poder trasladarlo de regreso al paí­s americano.

Debido al campo magnético que hay en el suelo, las ondas de radio difí­cilmente se pueden transmitir y las brújulas llegan a perder su rumbo cuando se colocan cerca de la tierra, además de que existen interesantes mutaciones de flora y fauna.

A juicio de Palacios, es el mismo electromagnetismo el que le da la magia al lugar, lo cual le da el atributo de ser un lugar tranquilo y un destino atractivo para quienes buscan introspección.

“Aquí­ los humanos viven más de 100 aí±os, es gente longeva, porque el lugar ofrece una tranquilidad, te enseí±a a respirar, a observar, a manejar tu propio destino de manera ordenada y razonada, sin prisas ni estreses o enfermedades modernas que acaban con la humanidad”, explica.

Santuario del Hikuri

Dentro de las curiosidades del lugar está un Santuario del Hikuri, conocido comúnmente como peyote, el cual busca ser un muestrario de preservación junto con otras plantas nativas de la región para futuras generaciones.

El hikuri está plantado sobre una enorme estrella de ocho picos y protegido por un enorme cí­rculo hecho con piedra oscura de rí­o y empatado con otra planta sagrada, denominada sangre de grado.

El resto lo acompaí±a un triangulo cuyo vértice está alineado al oriente, con otra planta del desierto, llamada candelilla, la cual se hierve para hacer la cera utilizada en la industria del calzado o para protección para las cubiertas de los barcos.

El decorado también incluye biznagas, pitayas, cardenchos, ocotillos, huamis, sotoles y nopales de diferentes variedades como el violáceo, que conforme avanza la temporada de sequí­a agarra un tono violeta; el cegador, con espinas muy finas que con el viento se desprenden y les provoca ceguera a las vacas, o el de tuna, con una flor amarilla intensa.

En este espacio se ofrecen meditaciones y sesiones de yoga que invitan a tener consciencia de lo que significa el aire para la vida humana en lo general, mientras en el crepúsculo un violinista ameniza la ceremonia así­ como el sonido del tambor, como un sí­mbolo de la reminiscencia del palpitar del corazón de nuestra madre cuando estamos en el vientre.

“A través de la meditación hay una conexión enraizada entre ambas energí­as de la planta y la persona. Aquí­ no hay wifi pero te conectas con el alma, con el universo y con la naturaleza porque tienes el vehí­culo de la música a tu favor”, cuenta Benjamí­n. Cabe seí±alar, que el santuario se ha construido con la participación de los curiosos que llegan; la cuota que se tiene que pagar por estas ceremonias es transplantar alguna de estas hierbas con buenas intenciones y propósitos de los visitantes.

Palacios asegura que no es más que un ciervo de la Zona del Silencio, y que su encomienda fue, desde aquel acontecimiento que lo marcó a lo largo de su vida, compartir lo que aquí­ sucede y tener la posibilidad de preparar a futuras generaciones para un posible encuentro futuro con lo que pueda haber “más allá”.

“Yo nací­ en esta región; durante casi 50 aí±os me fui a recorrer el mundo, estudié muchas cosas, trabajé en muchas partes y finalmente regresé aquí­ donde soy extremadamente feliz. Lo demás es el ropaje y el vehí­culo en el que me transporto para lograr el objetivo de compartir lo que es la Zona del Silencio”.

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