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Lo que el Gordo y el Flaco escondían

La historia de estos cómicos británicos se traslada a Hollywood, donde se cimentó su éxito

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La historia de estos cómicos británicos se traslada a Hollywood, donde se cimentó su éxito

Por: Agencias 

Hay pelí­culas sobre mitos del cine infladas desde la cinefilia, pero "El Gordo y el Flaco" es simplemente un homenaje al séptimo arte. El famoso dúo cómico es el centro de esta nueva y tierna pelí­cula de amigos que se centra en un bache de su relación, tanto personal como profesional, ya que viajaron y actuaron mucho después de sus dí­as de gloria en la gran pantalla. El director Jon S. Baird celebra las vidas de Stan Laurel (Steve Coogan) y Oliver Hardy (John C. Reilly) sin caer en la adoración ni la hagiografí­a.ABC.ES "El Gordo y el Flaco (Stan & Ollie)" entra dentro de la narrativa del admirador en busca de la verdad tras el personaje. "Sabí­a que me parecí­a a Oliver Hardy y con el peso mi cara perdió su estructura ósea y me parecí­a mucho más a él que incluso a mi padre", admití­a divertido el actor en la presentación del filme en Nueva York. Coogan tuvo una experiencia similar cuando se vio por primera vez en el espejo caracterizado como Laurel. "Me quedé congelado porque no me reconocí­a en la imagen", explicó Coogan. Con Jon S. Baird al mando, el filme arranca en Inglaterra durante los primeros aí±os de éxito del dúo cómico más famoso del cine mudo, y permite a las nuevas generaciones entender quiénes fueron el Gordo y el Flaco. "Esa era nuestra misión. Nos sorprendió a ambos, que somos fanáticos de estos artistas, que hubiera tanta gente de 40 aí±os que no tuviera ni idea de quiénes eran. Nuestra esperanza es llamar la atención sobre su figura porque fueron unos genios", revela Coogan. La historia de estos cómicos británicos se traslada a Hollywood, donde se cimentó su éxito y donde lucharon contra los estudios por liberar sus carreras. "Siempre los he visto como personajes animados, nunca me paré a pensar que pudieran ser personas reales, de carne y hueso, ni siquiera los veí­a como actores. De nií±o, me pasaba las horas viendo sus pelí­culas", desgranó Reilly, que no dudó en interpretar el filme cuando leyó por primera vez el guion. "Lo que más me sorprendió fueron las horas de ensayo y el trabajo que invertí­an para cada escena. Así­, al público le da la impresión que está conseguida sin esfuerzo", confesó Reilly. Ellos mismos tuvieron que ensayar durante meses para meterse en la piel de sus personajes. "Nosotros también tuvimos que sudar para ser ellos. Fue un proceso natural para un actor: horas y horas de sudor y lágrimas. Los ensayos nos permitieron entender lo sufrido de su trabajo". El vividor y el talentoso El amor y el respeto por los cómicos ingleses fue creciendo en Coogan y Reilly, según avanzaba el rodaje. "Stan era la fuerza detrás de ambos. Para mí­ ha sido una sorpresa entender su naturaleza porque he encontrado una relación directa entre su dedicación y el talento que uno encuentra en sus cortos", reconoce Coogan. Y si Stan era la mente creativa, Oliver representaba la pasión y la alegrí­a. "Eran tan distintos... Oliver era el vividor, el apasionado. Un romántico que disfrutaba con todo: el vino, las mujeres, jugar al golf, cantar. Gastaba su dinero tan rápido como lo ganaba y disfrutaba la vida. Creo que una de las razones por las que nunca persiguieron grandes sumas de dinero fue porque no estuvieron desempleados durante la Gran Depresión. Fueron y seguirán siendo únicos", termina diciendo John C. Reilly, uno de esos actores que han pasado por todos los sufrimientos de la profesión. Jeff Pope envió el guion a Jon S. Baird, que estaba dirigiendo la serie de televisión de Danny Boyle "Babylon". "Aunque la pelí­cula no tratara sobre Laurel y Hardy, trata sobre dos grandes amigos que han pasado por mucho juntos", comenta. "Han pasado por mujeres, trabajo, quiebras y toda clase de altibajos. Están llegando a un punto en el que se dan cuenta de que se han hecho viejos y pueden estar llegando al final de sus vidas. Ver esa reflexión resultarí­a fascinante incluso si no fueran Laurel y Hardy", reconoce. El director tení­a una idea muy clara para abordar la interesante cuestión dramática planteada por la decisión de Ollie de hacer una pelí­cula, "Zenobia", sin contar con Stan. "Es como un matrimonio entre dos personas que se quieren, pero en el que una de ellas ha cometido una infidelidad en el pasado", comenta. "Entonces la otra tiene la oportunidad de hacer lo mismo: ¿la aprovechará?". Estética El dinamismo cinematográfico de Baird está presente desde el primer momento. La pelí­cula arranca con un travelling de seis minutos que sigue a Stan y Ollie desde su camerino, por un plató de Hollywood, hasta el set de rodaje y una discusión con el jefe del estudio Hal Roach. "Me pareció que, para conseguir ese aire de Hollywood, era el recurso adecuado", seí±ala Baird. "Tienes que verlo desarrollarse hasta el final. Me pareció que era lo que pedí­a el guion. Además, querí­a ponerme un reto". "Un plano así­ supone mucha presión", admite Coogan. "Casi tiene que no importarte. Si estábamos sobre ascuas intentando no pifiarla, la naturalidad resultarí­a demasiado falsa. Así­ que te olvidas de toda la coreografí­a y piensas que no somos más que dos tipos manteniendo una conversación. Creo que eso es algo que se consigue con experiencia, darte cuenta de que lo mejor que puedes hacer es relajarte y dejar de preocuparte tanto por todo". El plano lleva inmediatamente a otro momento emblemático y lleno de presión para los actores: el icónico baile de Stan y Ollie al ritmo de "At The Ball, That’s All", con una cantina como telón de fondo en el clásico "Laurel y Hardy en el Oeste". Coogan y Reilly colaboraron con el director de movimiento y coreografí­a Toby Sedgwick para conseguir hacer la escena a la perfección. El baile aparece varias veces a lo largo de la pelí­cula, dado que Laurel y Hardy lo interpretan durante su gira, aunque cada vez va resultando más decrépito. Las mujeres, al fondo En el mundo ficticio de Laurel y Hardy, las mujeres de la pareja se muestran a veces dominando a sus desgraciados maridos y controlándolos por completo, lo que suele acabar dando como resultado algún plan disparatado. El concepto que tiene en el filme de Lucille Hardy e Ida Laurel juega con esa idea de las mujeres que regaí±an a sus maridos, a la vez que ofrece un retrato mucho más completo y equilibrado de dos mujeres muy diferentes que fueron un apoyo fundamental para sus maridos entre todos los altibajos del mundo del espectáculo. Estas mujeres fueron fuertes, inteligentes y francas, y al final no nos queda duda alguna de que estos hombres necesitaban desesperadamente a las mujeres que tení­an a su lado. Como dice Ward: "Las mujeres los acompaí±an y también son un dúo. Lo que Jeff consigue en el guion de forma sumamente inteligente con Ida y Lucille es que no sabes gran cosa sobre su historia junto a los dos hombres, ni sobre sus carreras, pero te muestra lo suficiente para que entiendas que han realizado un largo viaje con estos dos hombres, durante mucho tiempo, y tienen sus propias peculiaridades y energí­a juntas, es como si formaran su propia pareja". Tanto Coogan como Reilly pudieron dar su opinión para decidir quién interpretarí­a a sus cónyuges. Aunque Shirley Henderson ya habí­a colaborado antes con Baird en dos ocasiones, fue Reilly quien, tras trabajar con ella en "El cuento de los cuentos", la sugirió para interpretar a Lucille, la supervisora de guion de "Laurel y Hardy en el Oeste", que se convertirí­a en la tercera esposa de Hardy. Dado que Lucille era texana y Henderson es escocesa, Reilly y Baird tuvieron que convencer al equipo de producción de que era la persona adecuada para el papel, pero, para Reilly, el esfuerzo mereció completamente la pena. "Como actor, al interpretar a alguien más grande, viejo y con las rodillas machacadas, tení­a que creer que la persona que interpretaba a mi mujer no solo me querí­a, sino que se sentí­a atraí­da por mí­", comenta. Pese a haber trabajado antes con el actor y el director, Henderson recuerda: “No fue un trabajo fácil de conseguir. Tuve que realizar tres audiciones”. Henderson guarda agradables recuerdos de ver a Laurel y Hardy en la maí±ana de Navidad, y reaccionó al dilema del amor de Lucille por Hardy durante la agotadora gira. "Le preocupa que se esté esforzando demasiado, pero reconoce que lo necesita para su espí­ritu. Lo quiere mucho y a eso es a lo que me aferré. Pasara lo que pasara, lo importante era él, su salud y su bienestar". Si Lucille era tranquila y poco expresiva, Ida, la mujer de Laurel, interpretada por Nina Arianda, es un torbellino con tendencia a lo dramático. "Debimos tomarnos tres o cuatro botellas de vino", recuerda riendo. "Yo no me tení­a en pie y ella seguí­a ahí­, sin inmutarse. Pensé: 'Esta es mi chica'. Creo que es una de las mejores actrices con las que he trabajado jamás. Tení­a una mezcla completa de todo lo que buscábamos: alguien que fuera extravagante, pero diera esa sensación de amor duro que parece propio de la Europa del Este. Era perfecta". La llegada de las dos mujeres a Londres es cuando, según Baird, "la cosa empieza a caldearse. Surgen ciertos temas del pasado. Son el catalizador de la discusión que lleva a la ruptura".

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