Sin entrar en detalles de cómo asesinó a sus familiares y mutiló a los adultos, Patrick no evitó ni una sola de las preguntas que le hicieron, en presencia de su abogado de oficio.
Por: Margarita Reyna
Espaí±a.- Decidió regresar a Espaí±a para entregarse y colaborar con la Guardia Civil en el esclarecimiento de los asesinatos de los cuatro miembros de una familia brasileí±a cometidos en agosto en un chalet de Pioz, Guadalajara. Y eso es justo lo que ha hecho Patrick Gouveia Nogueira, de 19 aí±os, desde que el miércoles fue detenido en las escaleras del avión que le trajo desde Sí£o Paolo. El sospechoso del asesinato de sus tíos de 39 aí±os y sus primos de tres y uno, asumió su autoría con tanta normalidad que en algunos momentos de su declaración, la madrugada del jueves en las dependencias de la Guardia Civil de Barajas, parecía que estaba contando a un grupo de amigos el argumento de una película. De terror.
Sin entrar en detalles de cómo asesinó a sus familiares y mutiló a los adultos, Patrick no evitó ni una sola de las preguntas que le hicieron, en presencia de su abogado de oficio. ¿Por qué? âNo lo sé, pero había algo dentro de mí que me decía que tenía que matarles?â, respondió. En ningún momento habló de voces, ni sombras que le obligaran a hacer lo que hizo y que se pudieran atribuir a una esquizofrenia. Reconoció que sabía lo que hacía y que aquella tarde del 17 de agosto fue al chalet de sus tíos en Pioz con la intención de hacerles daí±o. De asesinarles. ¿Por qué? Sin llegar a articular una frase entera que ayude a entender las razones concretas de por qué lo hizo, el sobrino contó que cuando su tío Marcos decidió a primeros de julio mudarse con su mujer y sus hijos al chalet de Pioz él se sintió âtraicionadoâ âabandonadoâ y âhumilladoâ. Y que fue en ese momento cuando decidió vengarse de Marcos. Una idea, contó, que le estuvo martilleando insistentemente durante semanas hasta que se armó de valor, subió al autobús de la empresa Castromil, pagó con su tarjeta joven de abono transporte, y se dirigió a Pioz. Esa maí±ana, fue al gimnasio Altafit, en Alcalá de Henares. Patrick sabía perfectamente dónde estaba la pequeí±a casa con piscina porque ayudó a sus tíos a localizarla. Colaboró pensando que se mudaría con ellos. Pero cuando pasaban los días y no sólo no volvían a por él, sino que le esquivaban, le invadió la ira. El mismo odio y sed de venganza que con 16 aí±os le empujó a intentar asesinar a un profesor. íl contó que aquel profesor de biología le humillaba, pero sus padres y su hermana Hanna sabían que lo quiso matar porque le suspendió. Que prometió vengarse. Y lo hizo. Cuando Patrick llegó a la casa, Janaína estaba sola con los nií±os. Los mató a los tres. Durante el interrogatorio negó rotundamente haber mantenido alguna relación sexual con su tía. Y sonó sincero. Pero reconoció que su tío sospechaba que Janaína se sentía atraída por él. En las múltiples declaraciones a testigos que en estas cinco semanas ha realizado la Guardia Civil, los antiguos compaí±eros de trabajo de Marcos explicaron que estaba convencido de que su mujer tenía una relación con el sobrino. Y que incluso les había âpilladoâ en circunstancias comprometidas. Los investigadores creen que la relación de Patrick y Janaína solo existió en la cabeza de Marcos. Un hombre extremadamente religioso, generoso y que acostumbraba a gastar más de lo que tenía. La mujer estaba muy agobiada por la presencia de Patrick en la casa. Le molestaba que caminara en calzoncillos todo el día. Y temía por sus hijos. Especialmente por la nií±a. Cuando Marcos decidió mudarse con su familia al chalet de Pioz para salvar su matrimonio alejándose del sobrino, Patrick se sintió traicionado. Y empezó a alimentar un odio hacia su tío que se desbocó aquella tarde y noche en el chalet. Tras asesinar de un corte certero en el cuello a su tía, y a sus dos primos, Patrick se sentó en el jardín a esperar a Marcos. Había empezado a trabajar en un asador del pueblo. No tardaría en llegar. El hombre se sorprendió de ver a su sobrino en la casa. Seguramente hasta se alegró de su presencia. El joven le hizo entrar. Le acompaí±ó al salón. âMira bien lo que les he hecho. Porque ahora te toca a tiâ. Con el mismo cuchillo suizo Swiss Touch le degolló. Patrick limpió la casa con esmero y guardó los cuerpos repartidos en seis bolsas de basura, selladas con cinta americana. Su idea era deshacerse de ellos. En su declaración a los guardias de la Unidad Central Operativa (UCO) y de la Policía Judicial de Guadalajara contó que pensaba enterrarlos. No sabía aún dónde. Los días iban pasando y nunca encontraba el momento. Incluso le preguntó a su compaí±era del piso que compartía en Alcalá de Henares dónde podía comprar una pala. Nunca regresó al chalet. Recobró sus rutinas. Un poco más serio, según sus compaí±eros de piso, pero manteniendo el gimnasio y los entrenamientos en un equipo de fútbol de Torrejón de Ardoz. Si unos vecinos no hubieran alertado del hedor que salía de la casa y la Guardia Civil no hubiera encontrado los cuerpos, seguramente Patrick habría seguido con su vida y regresado a Brasil en noviembre, como tenía previsto. Ayer por la tarde, con la misma tranquilidad con la que aterrizó y con la que entrenaba al fútbol y que hacía que nunca jugara de titular, se sentó ante el titular del juzgado número uno de Guadalajara e hizo lo que le pidieron sus padres. Contar la verdad. âNo sé por qué lo hice, pero tenía que matarlosâ.
