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Lo que nos enseña Yalitza Aparicio sobre México

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Yalitza invita a desarmar por completo una larga puesta en escena

Por: Forbes Este domingo se llevarán a cabo los premios Oscar en los que -como maravillosamente nos hemos acostumbrado- mexicanas y mexicanos talentosas y exitosas, son protagonistas. En esta ocasión, destaca la pelí­cula Roma de Alfonso Cuarón. Yalitza Aparicio, quien representa a Cleo, se ha convertido-más allá de la pelí­cula misma-, en el centro de la discusión; evidenciando que esta obra era más necesaria para las y los mexicanos que para el propio guionista y director; más reveladora de nuestras profundidades como sociedad, de lo que el propio Cuarón, tal vez, imaginó. Yalitza ha estado ya en las portadas de las revistas de moda y espectáculos más importantes del mundo; ha sido entrevistada por importantes presentadores en varios paí­ses y se ha plantado sonriente en los premios de cine más renombrados del planeta. Pero muy lejos de la unánime alegrí­a y orgullo que deberí­a darnos que una mujer mexicana tenga esa proyección, nuestra discusión hoy versa sobre si es o no merecedora de lo que ha logrado. La pregunta es ¿por qué? Las mujeres indí­genas en México sobreviven a múltiples formas de discriminación: la de su género (solo el hecho de ser mujer es una situación de desventaja en las comunidades y en el paí­s); su identidad (ser indí­gena en un paí­s racista que, aunque mestizo, es aspiracionalmente colonizador y blanco), y su condición social (las dos primeras formas de discriminación tienen como consecuencia que la mayorí­a de mujeres indí­genas vivan en condiciones de pobreza, explotación, desplazamiento, marginación y violencia). Sin embargo, Yalitza Aparicio ha retado y ha superado todo ese aparato. Ha vencido la idea del “merecimiento” asociado con los lugares a los que solo aquellos con una serie de privilegios y estándares de sexo, origen, color, rasgos, preparación y posición económica pueden llegar. Nos hace ver que lo que defendemos como espacios para “profesionales” no es sino la invención de elites reproduciéndose a sí­ mismas en distintos campos, como forma de imponerse al resto y de legitimar desde esos espacios su supuesta superioridad. Si ya antes mujeres como Salma Hayek- con claros privilegios en nuestro paí­s, pero distintas desventajas en el paí­s vecino- habí­an dado un paso histórico haciéndose presentes con su acento mexicano en un escenario como ese- hoy Yalitza invita a desarmar por completo una larga puesta en escena: aquella que nos ha hecho creer que en las pantallas del “gran” cine internacional no caben todos los rostros, todas las historias, todas las identidades y todas las existencias como protagonistas. Cuando gente se atreve a decir que entre Yalitza y Cleo no hay más que el nombre de diferencia, es porque no han escuchado a la profesora de preescolar hablando con claridad sobre quién es, qué piensa y sus dilemas frente a lo que está viviendo. Es porque en muchas mentes, las mujeres solo pueden estar ahí­ gracias al favor de alguien más (como si todos los que están hoy en los Oscar no hubieran tenido un golpe de suerte o apoyo en sus carreras); porque están seguros de que una mujer indí­gena no tiene autonomí­a y mucho menos puede tener el dilema de ser actriz o regresar a su profesión anterior porque no concebimos que puedan elegir su vida y futuro más allá de los guiones que se han escrito para ellas (porque nos gusta la idea paternalista de los pueblos indí­genas pero no reconocer las múltiples luchas que dan por sus derechos, ni apoyar el éxito de sus batallas) y, como sabemos que muchas mujeres indí­genas trabajan como empleadas domésticas- porque les hemos cerrado otras opciones-, no podemos imaginarlas más allá de ser “Cleos”. Yalitza en Vogue nos descoloca como sociedad, nos provoca, conflictúa y genera orgullo solo en la superficie: porque al final, queremos decirle qué vestidos ponerse, qué decir, qué hacer el resto de su carrera, cuál es su vocación y hasta cómo defenderse. Porque los vestidos Gucci no están hechos, en realidad, para las mexicanas y, mucho menos, si esas mexicanas son indí­genas. Yalitza como Marichuy (precandidata presidencial independiente en 2018), han enfrentado el estereotipo y nuestra imposibilidad de verlas como lí­deres; porque solo las imaginamos desde nuestro poder de “ayudarles”, jamás desde su propio poder, para admirarles y seguirles. Increí­blemente, desde nuestros privilegios, no podemos ver que ella estará el domingo en los Oscar, a pesar de la gran mayorí­a de todas y todos quienes hoy hablamos a su favor o en su contra. Y lo hará sin esconder ni avergonzarse de su origen. Vernos tan cerca y tan lejos de ese escenario no podí­a haber sido más revelador.
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