Ráfagas de viento dificultan combate a brigadistas y analizan evacuar poblados.
Por Rosalío González
Saltillo, Coah.- A la orilla de una de las venas carreteras que comunican a los ejidos serranos de Arteaga se encuentra El Diamante, un pequeí±o poblado de 103 habitantes que durante los aí±os recientes vio crecer su población a partir de la construcción de residenciales campestres que aprovechan el paisaje, el aire puro y la belleza natural de la zona.
En un día normal, la carretera es fresca y el sol pinta de dorado al asfalto, pero ayer el lugar era el infierno.
Las patrullas, los vehículos de las brigadas, camiones del Ejército, las pipas con agua y camionetas de particulares corrían por la vía atendiendo al llamado de la comunidad.
El paraíso natural se vio amenazado durante la primera hora de la tarde, cuando el fuego se generó en unos matorrales a pocos metros de la carretera, y se propagó hacia la falda de la sierra generando miedo entre la población que vio estremecida las primeras llamaradas.
La columna de humo blanco producida por las llamas se logró ver desde la zona urbana de Saltillo. Automovilistas que transitaban por el bulevar Fundadores alertaron en redes sociales âalgo pasa en la sierra de Zapalinaméâ.
En pocos minutos, Facebook y Twitter eran otro par de incendios alimentados con rumores y fotografías de la sierra echando humo.
Al lugar, los primeros que llegaron fueron los brigadistas de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), que vieron la rapidez de las llamas, âun incendio sorprendentemente superficial y rápidoâ, me dijo uno que atestiguó la génesis del desastre.
Las autoridades ambientales y los brigadistas ingresaron a la zona mediante el rancho Real del Monte, una de las muchas propiedades privadas que hay en la zona. Frente al portón de hierro forjado de la entrada, se fincó un campestre donde los vecinos estaban alarmados por la cercanía del fuego.
Insuficiente
El primero en abrir la caja de Pandora fue el director de Protección Civil de Arteaga, que al ver la velocidad con que las llamas se expandían, anunció que el siniestro era âincontrolableâ. Ni las pipas ni los brigadistas iban a ser suficientes para sofocarlo.
A las 15:00 horas de la tarde, la pradera y las faldas de la sierra estaban completamente carboni-zadas. La lumbre seguía abriéndose paso rumbo al caí±ón de El Diamante, donde la esperaban encinos y pinos que finalmente sirvieron de combustible para su viveza.
Tras el análisis a simple vista, la orden fue que los brigadistas sólo analizaran la zona y abrieran brechas en la tierra para evitar que el fuego tomara otras rutas.
Los refuerzos de la brigada de incendios de Saltillo y el Ejército llegaron una hora posterior, cuando la sierra rugía y el olor a quemado impregnaba el aire.
El fuego estaba âencaí±onadoâ y las llamaradas se acrecentaban porque llegó por fin a la zona de los árboles más grandes: los pinos, encinos y también los matorrales que le agregan velocidad y densidad al incendio.
Un helicóptero del Gobierno de Coahuila asistió al lugar para diagnosticar al siniestro. Hasta el momento nadie hacía nada por detener las llamas porque no era posible.
La secretaria de Medio Ambiente del Estado, Eglantina Canales, aseguró que tras el análisis tomarían decisiones; estas consistieron en pedir ayuda al Gobierno de Nuevo León para rentar un helicóptero cisterna y comba-tir las llamas.
Las horas corrían tan rápido como el fuego. El centro de comando instalado cerca de la sierra estaba activo de mujeres repartiendo agua y comida, soldados formados y armados con machetes, brigadistas cargados con mochilas de uso rudo.
Cuando llegó al lugar el Alcalde de Arteaga, Everardo Durán Flores, recibió un reporte completo que le dio un panorama complicado, de las seis hectáreas que reportaron al inicio del desastre nada quedaba, pues ahora su-maban 150 las afectadas.
Flora y fauna
Una comunidad completa de venados cola blanca huyeron de la zona rumbo al sur de la sierra para conservar sus vidas, igual que las cotorras serranas que habitaban en las copas de los pinos y encinos calcinados.
Cuando el sol comenzó a esconderse tras la sierra, las operaciones de campo se complicaron y tanto los brigadistas como los soldados tuvieron que bajar para evitar perderse en la sierra o ser víctimas del propio fuego.
Las caras y las impresiones de los que vieron al âmonstruoâ de frente lo dijeron todo. Los reportes eran fatales en cuanto al pasado y moderados al futuro, pues a las 18:00 horas creían que el incendio podía tomar dos rutas: la primera era contenerse porque el viento había cambiado de dirección, y la segunda era que esa nueva dirección lo llevara hacia el otro lado del caí±ón.
Tras la montaí±a se encuentra Bella Unión, un ejido todavía más boscoso que El Diamante, âen el caso de que se vaya hacia aquella zona, esto se va a complicarâ, dijo uno de los que estuvieron en todas las juntas de mando.
Unas tortas de jamón y queso fueron distribuidas entre los brigadistas y soldados que bajaron de la sie-rra, mientras todos veían hacia la sierra incendiada, âojalá que se aplaque la chingaderaâ, dijo uno de los brigadistas en el ambiente de sus compaí±eros.
La oscuridad de la noche permitió ver mejor las llamas anaranjadas y rojas que sobre la cúspide de la montaí±a seguían tan vivaces como al principio.
Hoy se reanudaron las actividades desde temprana hora con las primeras brigadas y el helicóptero cisterna rentado a Nuevo León para rociar miles de litros de agua sobre la zona.
De acuerdo con el último reporte del estado, la conflagración continúa expandiéndose por la serranía donde se tiene apenas 20% controladas las llamas.
Avanzada la noche, uno de los desastres más daí±inos para la naturaleza daba a la vez un espectáculo inigualable de luz y sonido cuando los árboles crujen ante la fuerza del fuego.
