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El niño migrante que viaja solo en la caravana

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El pequeí±o escapó de una muerte segura, pues seí±ala que él no querí­a integrarse a las pandillas y a la delicuencia para matar

Por Orquí­dea López Allec
Piedras Negras, Coah.- Al momento de pisar la frontera, Elmer se sintió cada vez más cerca de cumplir su sueí±o de cruzar hacia Estados Unidos. Atesora unos cacahuates y unas galletas que han sido su comida en el trayecto de Saltillo a Piedras Negras, Coahuila.
Abraza una cobija como otro de sus grandes tesoros y dice con una sonrisa nerviosa que no ha tenido miedo de caminar sin el acompaí±amiento de algún familiar o conocido junto a la caravana migrante.Elmer es de Guatemala, de la Zona Siete. Ahí­ vendí­a dulces y era como pasaba los dí­as, entre muchas dificultades económicas. Fí­sicamente podrí­a pensarse que tiene una edad menor por la desnutrición que es evidente. Sin embargo, su frágil figura contrasta con el valor que refleja, con el que incluso enfrentó durante el camino de la caravana por varios estados del paí­s, a integrantes de la misma o a personas, cuando consideraba que algo no estaba bien para él. Han pasado cuatro dí­as en el albergue que atiende a la caravana en la frontera, a unos kilómetros del rí­o Bravo. El frente frí­o número 35 hace temblar a Elmer, quien viste un pants ligero. Sus manos y su piel en general presenta resequedad que se acrecienta con el frí­o de 2 grados centí­grados que se sienten. Se acerca para conseguir algo de ropa que pueda usar y mitigar las muy bajas temperaturas que se presentan, y se pronostican para todo el fin de semana. Los medios de comunicación lo han ubicado y accede a las entrevistas con una sonrisa, pero minutos más tarde, al hablar sobre la situación que lo obligó a salir de su paí­s, se transforma en una mueca. Elmer no puede contener el llanto. El pequeí±o que primero se mostraba sonriente y de gran fortaleza, se siente vulnerable al recordar. Ha platicado que ha caminado mucho y ha sido muy pesado, pero ese cansancio no importa, pues sus ganas de vivir son muchas, de querer estar tranquilo, de lograr sus sueí±os. “Me tení­an amenazado, me daban 10 dí­as para meterme a la pandilla”, indica. “Me dijeron que si no me metí­a, me iban a matar”, aí±ade. El pequeí±o escapó de una muerte segura, pues seí±ala que él no querí­a integrarse a las pandillas y a la delincuencia para matar personas. Sin pensarlo, sin dinero, sin alimento y la ropa que portaba en ese momento, caminó hacia la frontera con México. Llegó a Tapachula, Chiapas hace más de un mes, tení­a apenas cinco dí­as ahí­, cuando supo que llegaba la caravana migrante con muchas familias de guatemaltecos, de hondureí±os, de salvadoreí±os y más. Así­ que ahí­ decidió unirse. Al hablar de su mamá, de su familia, no dice mucho, solo que la extraí±a, pero sabe que nada podrí­an hacer si vuelve a su paí­s, porque como muchos otros centroamericanos, han visto cómo la delincuencia opera con impunidad, con la misma que se llevan muchas vidas de personas que no quieren involucrarse. Sabí­a que si se quedaba, seguramente alguien en una moto lo matarí­a en el momento que lo encontraran. Solo ha estudiado hasta segundo de primaria, no pudo realizar sus estudios por las carencias económicas, que indica lo llevaron a trabajar desde muy nií±o en las calles. Esas calles en las que ya no sintió seguro. Se siente solo por momentos y esa coraza con la que se presenta ante sus compaí±eros migrantes, de pronto se torna frágil. Las lágrimas de Elmer duelen. Significan mucho aunque no esboza palabras, reflejan sufrimiento y muchas faltas de oportunidades. Manda un mensaje a su familia a través de un medio de comunicación internacional, por si en un momento lo ven: “Los quiero mucho”. Elmer es uno de los 48 menores de edad que llegaron en la caravana migrante sin acompaí±amiento. Es uno de los más pequeí±os. Come un dulce que le regalaran y que ayuda a calmar un poco su llanto e indica que no sabe nada de su mamá. Sabe que uno de sus hermanos más grande que él, también viajó solo, un mes antes de que Elmer saliera, buscando el “sueí±o americano”, pero sabe que lo deportaron o que no pudo cruzar a Estados Unidos y que está en México, pero no sabe dónde. “Quiero mucho a mi familia, pero no quiero, no puedo volver atrás, no puedo regresar”, indica. En el albergue de migrantes, platica que ha podido comer mejor y que ha realizado algunas actividades, entre ellas pintar, lo cual le gusta mucho. Pero, tiene muy fijada una meta. Quiere trabajar. “Quiero trabajar, quiero ser albaí±il”, precisa. Dice que le gustarí­a estudiar, aunque no sabe si tendrí­a oportunidad de hacerlo, porque sabe que para eso se necesita dinero y no tiene, por lo que augura su futuro trabajando. Elmer solo estudió hasta segundo aí±o de primaria. Otro dí­a más llega al albergue de migrantes. Elmer ha recibido una chamarra que lo podrá abrigar más y se siente feliz, mientras espera un proceso en el que espera poder llegar a Estados Unidos. 432 nií±os Los que se atienden en el albergue de migrantes de Piedras Negras Debe saber que... » En el albergue de migrantes, se atienden a 432 nií±os del mes de nacido a los 12 aí±os de edad de diferentes nacionalidades, de los cuales 48 menores de entre 13 y 17 aí±os viajan no acompaí±ados. » De acuerdo a la Unicef México, por viajar solos, los menores migrantes son los más vulnerables y se enfrentan a numerosos riesgos frente, como la posibilidad de ser reclutados por el crimen organizado, caer ví­ctimas de traficantes y ser expuestos a la violencia y explotación. » Los nií±os, nií±as y adolescentes migrantes tienen sueí±os, quieren estudiar, ponerse a salvo, quieren vivir una vida tranquila y plena, al superar la violencia de la que ihan escapado. Menores no acompaí±ados Según las autoridades de la Procuradurí­a para los Nií±os, Nií±as y la Familia, son 48 los menores no acompaí±ados que llegaron en la caravana migrante a Piedras Negras. El futuro de estos menores que van de los 13 a los 17 aí±os de edad es incierto, dado que se evaluarán cada uno de los casos para determinar, siempre anteponiendo el interés superior del nií±o, si hay un retorno asistido, si se le da protección internacional en México o bien si ellos continúan su camino.
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