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Balean a Ignacio Martínez tras destapar abusos de sacerdotes

Es la segunda ocasión en la que intentan atentar contra su vida, anteriormente habían querido meterse a su cuarto de hotel

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Es la segunda ocasión en la que intentan atentar contra su vida, anteriormente habí­an querido meterse a su cuarto de hotel

Por: Jesús Castro

Saltillo, Coah.- Dos balas es la respuesta que Ignacio Martí­nez Pacheco recibió por dar a conocer los nombres de una red de curas pederastas en Coahuila, escribir un libro con el testimonio de los abusos del padre Meí±o y presentar una iniciativa al Congreso para tipificar la pederastia y el encubrimiento.

Ayer el exseminarista acudió a León, Guanajuato, para continuar asesorando a otras ví­ctimas de pederastia. Entre la una y las 2 de la tarde acudió a un cibercafé, cerca del hotel donde se hospeda.

Cuando salió se encontró con la mujer que en noviembre se habí­a hecho pasar como prostituta para intentar ingresar a su cuarto en varias ocasiones, sin que los de la recepción le dieran acceso, para luego ser encaradas por él mismo.

Zócalo publicó la denuncia sobre lo que él seí±aló como un intento de hacerle daí±o o su temor por un intento de asesinato. “Me mandaron matar”, declaró en aquel entonces. Ayer se cumplió su sospecha.

Desde la cama de un hospital de León, Guanajuato, contó que en cuanto lo vio la mujer salir del cibercafé, comenzó a insultarlo violentamente y reclamarle estar daí±ando a la Iglesia por sus seí±alamientos en contra de sacerdotes pederastas. Ignacio no se quedó callado, le contestó también con insultos, hasta que la discusión llegó a los gritos.

“Lo que hace la tipa es sacar inmediatamente una pistola escuadra, no sé cómo llamarle, y lo que hace es hacer el impacto hacia mi pecho. Son dos disparos, los dos en la parte del hombro izquierdo, por la claví­cula”, platicó ví­a telefónica.

El arma, dijo, era pequeí±a, color metálico y con cachas de madera, cuyo impacto y estruendo lo llenaron de miedo, pensando que los disparos irí­an directo a su pecho, pero sus reflejos lo hicieron moverse de forma instintiva.

Sintió un dolor fuerte y ardor en el hombro izquierdo. Su mano fue hacia allá e instintivamente se abalanzó hacia su agresora para intentar frenar nuevos disparos. Le tomó del brazo, forcejearon. Y él sufrió un desvanecimiento cuando ambos caí­an al piso. Ella aprovechó para levantarse e irse corriendo.

Ignacio sintió cada vez más dolor y con una mano presionó una de las heridas para detener el sangrado, para luego aplanar el botón de pánico que le entregó el Mecanismo federal para la Protección de Activistas y Defensores de Derechos Humanos, para después llamar al 911, por lo que una ambulancia acudió en su auxilio, trasladándolo a un hospital.

Desde ahí­ se comunicó a Coahuila, donde informó que los médicos lo reportaban estable y hasta ese momento su vida no peligraba, pero que debí­an trasladarlo a otro hospital para extraer las balas aún alojadas en su cuerpo.

Además estaba esperando la llegada del Ministerio Público para que le tomaran declaración y hacer la denuncia formal por intento de homicidio, anexándola a la carpeta de investigación que se inició cuando la denunció en el mes de noviembre.

Al preguntarle expresamente si la mujer habí­a sido enviada por la Iglesia o miembros de la Iglesia, por sus denuncias contra sacerdotes pederastas, Ignacio contestó: “Sin duda”.

Arduo camino

Ignacio Martí­nez Pacheco no iba a denunciar al padre Meí±o. Se habí­a mantenido callado, soportando los demonios de haber sido abusado sexualmente por un sacerdote, cuando él habí­a sido seminarista en Piedras Negras, donde el padre Juan Manuel Riojas era rector.

Cuando Javier Calzada hizo pública la denuncia penal, que a la postre condenarí­a a 15 aí±os de prisión a Meí±o por abuso sexual contra un seminarista menor de edad, Ignacio se armó de valor y también denunció. De ese modo logró recabar decenas de testimonios e hizo pública la existencia de una red de curas pederastas en Coahuila, cuyas ví­ctimas podrí­an llegar a 100. Además, seí±aló a los obispos de Piedras Negras, Alonso Garza, y de Saltillo, Raúl Vera, por encubrir a esos sacerdotes.

Con el apoyo, asesorí­a legal y psicológica de Inside, documentó más ví­ctimas y presentó constancias de hechos ante la Fiscalí­a de Coahuila, cuyas investigaciones, al igual que la de su denuncia, continuaban congeladas cuando se dictó sentencia al padre Meí±o.

El libro y la red

Ante la tardanza de justicia y reactivación del juicio por su denuncia, decidió hacer público su testimonio como ví­ctima de pederastia clerical, revelando con lujo de detalle los abusos sexuales a los que fue sometido por el padre Meí±o, narrándolo en el libro El Seminarista, que fue publicado primero en plataforma digital y luego en edición fí­sica, haciendo la presentación en Saltillo.

En ese libro también destapó la existencia de otros sacerdotes actualmente en activo, que en aquel entonces, cuando eran seminaristas mayores de edad, lo violaron a él y a otros seminaristas menores, en el Seminario de Piedras Negras.

Los identificó como Gerry y Néstor, quienes a pesar de que los denunció ante el obispo Alonso Garza.

Revela nombres

Ante la pasividad de los obispos, en diciembre Ignacio acude al primer Foro Nacional sobre Pederastia, realizado en Monterrey, y al terminar revela el nombre y las parroquias a donde fueron reubicados sacerdotes acusados de pederastia en la Diócesis de Saltillo.

Uno de ellos de nombre José y fue removido del Santuario de Guadalupe, en Monclova, enviado a la Catedral en Saltillo, finalmente nombrado rector del Seminario. También al cura Octaviano, que de ser formador del Seminario, lo enviaron a San Antonio de Padua, en Arteaga.

Y explicó la forma en que operaba la red de curas en Coahuila, tejida por los sacerdotes César Isidro, Jorge Alfonso y Alejandro, quienes realizaban viajes a playas para buscar menores, visitando antros gay, saunaS y hasta cines porno, en compaí±í­a de jovencitos, con quienes mantení­an relaciones.

Presenta iniciativa

También en diciembre, sus abogados acudieron ante el Congreso de Coahuila para presentar una iniciativa ciudadana con la intención de tipificar el delito de pederastia en el estado y que los obispos que encubran sacerdotes también sean enjuiciados.

La iniciativa busca agregar un bis al Artí­culo 237 del Código Penal de Coahuila para que “se aplique de 9 a 18 aí±os de prisión a quien se aproveche de la confianza, superioridad o subordinación sobre un menor de 18 aí±os y lo obligue, induzca o convenza de ejecutar cualquier acto sexual, con o sin su consentimiento”, pero, además, que el delito no prescriba.

Amenazas

Para ese entonces ya estaba en proceso para recibir los beneficios del Mecanismo de Protección a Activistas del Gobierno federal, luego de que tras los seí±alamientos anteriores, se incrementaron las amenazas y ataques en su contra.

Primero lo siguieron dos personas extraí±as e intentaron entrar a su departamento, fue golpeado en la calle, después entraron a robar a su casa, llevándose sólo su computadora y documentos.

En varias ocasiones dos mujeres que se identificaron como prostitutas, intentaron ingresar a su cuarto en León, Guanajuato, siendo grabadas por las cámaras de seguridad, y luego denunciadas por Pacheco, alegando su presentimiento de ser enviadas para agredirlo o matarlo.

Ayer se dio cuenta de que no estaba equivocado, cuando por continuar con su activismo hacia la pederastí­a clerical una de esas dos mujeres se presentó y lo baleó en dos ocasiones.

“Tengo miedo, me duele mucho, estoy temblando, quisiera esconderme. No puedo creer que siendo ví­ctima, sea yo el perseguido, el agredido y me manden matar, cuando mis agresores y los agresores de otros están tan campantes y dando misa”, declaró Ignacio.

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