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Al menos 300 pasajeros enfermos en el crucero del horror

Los pasajeros fueron afectados por un norovirus el cual les causó fuertes malestares estomacales. Los afectados tuvieron que estar confinados en sus camarotes hasta que el crucero atracó.

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Los pasajeros fueron afectados por un norovirus el cual les causó fuertes malestares estomacales. Los afectados tuvieron que estar confinados en sus camarotes hasta que el crucero atracó.

Por: Agencias

Madrid.- Todo parecí­a perfecto: el mar dormí­a sosegado y el verano se alargaba más allá de sus dominios y le robaba al otoí±o la ocre melancolí­a de sus primeros dí­as. Además de la complicidad de los elementos, el monumental buque prometí­a satisfacer cualquier deseo terrenal: desde 12 tipos distintos de restaurantes, 14 bares y cafés, masajes venidos de la India, del Japón o Hawái, galerí­a de arte, discoteca, casino y hasta biblioteca, sólo una impredecible desgracia cósmica podí­a arruinar toda esa celebración del más vano hedonismo.

Y la desgracia llegó, pero no de las alturas celestes ni de las profundidades del mar, sino de algo mucho más banal, del estrecho contacto entre seres humanos en un espacio cerrado y bajo la invisible forma de una aguda gastroenteritis o norovirus, una infección que puede afectar a todo tipo de personas y produce fuertes inflamaciones en el estómago y en los intestinos. Los sí­ntomas más comunes de esta clase de virus son diarrea, náuseas, vómitos y dolores de estómago, aunque también es posible contraer fiebre y malestar corporal. En fin, todo aquello que uno no se imaginaba nunca pillar en un crucero de este calibre.

Según contaba hace unos dí­as uno de los pasajeros del AIDA al diario alemán Bild, todo empezó repentinamente cuando, durante una de las excursiones organizadas, los autobuses tuvieron que pararse varias veces debido a los repentinos ataques de vómito que sufrieron numerosos viajantes.

Ya una vez a bordo, se desató completamente el contagio, que llegó a afectar a 300 pasajeros. Los dos médicos del buque y su hospital flotante se vieron absolutamente desbordados por la situación y la compaí±í­a tuvo que fletar a más personal sanitario, que llegó en avión desde Berlí­n.

A tenor de lo que relató dicho pasajero, la asistencia médica fue desastrosa: primero, los pasajeros tuvieron que hacer largas colas de 3 horas para dar sus datos personales e informar a los responsables de su mal estado. Y segundo, una vez de regreso a su camarote, no les quedó otra que aguardar otras 5 horas hasta la visita del médico, que apenas tení­a unos minutos para examinarlos y se dedicó a repartir supositorios entre los enfermos.

Pero eso no es todo: tras el diagnóstico y dado el alto peligro de inoculación, los pasajeros infectados fueron obligados a permanecer en sus cabinas hasta nueva orden. Durante ese periodo de atormentada espera, entre idas al retrete y vueltas a la cama, la compaí±í­a repartió folletos con recomendaciones higiénicas por todo el buque mientras los enfermos eran abastecidos de pan y agua.

Muchos de los pasajeros se quejaron de esa precario tratamiento, pero al tratarse de un virus y no de una bacteria, no hay otra manera de combatirlo que el consumo de lí­quidos para prevenir una posible deshidratación. Los antibióticos no sirven. Y así­ fue como esos 300 pasajeros pasaron el resto de sus vacaciones por el Mediterráneo hasta que el crucero atracó, más pronto de lo previsto, nuevamente en Palma el pasado 29 de septiembre. Sin embargo, una vez ya amarrado el buque, la odisea no acabó ahí­, pues se presentó otro problema: ya que se requerí­a evacuar í­ntegramente el barco para desinfectarlo de una manera efectiva y tenerlo limpio y dispuesto para la siguiente travesí­a, ¿qué iba a hacer la compaí±í­a con los todos los pasajeros mientras éstos aguardaban durante horas la salida de sus vuelos de vuelta a Alemania? ¿Soltarlos indiscriminadamente por Palma?

La solución fue la siguiente: varios autobuses se encargaron de transportar a la totalidad de los pasajeros, mezclando sanos con enfermos, a una finca de las afueras de Palma, donde se supone que debí­an esperar hasta que llegara el momento de partir hacia el aeropuerto. Sin embargo, vistas las circunstancias, algunos pasajeros se negaron a quedarse un minuto más y cogieron el vuelo más rápidamente disponible que encontraron.

Hasta hora, la compaí±í­a AIDA sólo ha confirmado que, «a pesar de las altas medidas de higiene que rigen a bordo, se dieron casos de gastroenteritis entre los pasajeros». No obstante, aunque parezca algo insólito, no es la primera vez que ocurre algo así­: hace apenas dos semanas, otro crucero de la AIDA tuvo que atracar de emergencia en el puerto holandés de Rotterdam porque 70 de sus pasajeros tení­an el estómago y los intestinos hechos una parrilla.

Con información de El Mundo 

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