
La desesperación crece entre los supervivientes del terremoto y tsunami que arrollaron la isla de Célebes
Por: Agencias
La desesperación crece entre los supervivientes del devastador terremoto y tsunami que arrollaron el pasado viernes la isla de Célebes (Indonesia). Sin apenas agua, comida y combustible, los residentes de la zona esperaban este martes la llegada de la ayuda humanitaria, que se distribuye con cuentagotas a causa del estado ruinoso de puentes y carreteras, que han quedado prácticamente inutilizados. La falta de bienes de primera necesidad provocó escenas de tensión y saqueos entre los desplazados. Mientras, los equipos de rescate buscaban entre los escombros con la esperanza de hallar el mayor número posible de personas con vida. La cifra oficial supera los 1.300 muertos y las autoridades temen que crezca significativamente en las próximas horas.
Una tromba de agua caía este martes por la noche en la embarrada carretera que lleva a Palu, una de las ciudades más afectadas, situada a pocos kilómetros del epicentro del terremoto de magnitud 7,5 que el viernes pasado provocó una cadena de olas gigantes que arrasó la costa. Apenas había electricidad en la zona, ni gente por la calle, y la oscuridad impedía ver el alcance de la destrucción. Algunos habitantes abandonaron el lugar en coche, pero solo los vehículos del Ejército, la policía y algunas camionetas con víveres se atrevían a volver al centro de la devastación.
Algunas de esas camionetas proceden de Poso, uno de los grandes puertos de la isla. Allí cargan la mercancía y emprenden un viaje de unos 200 kilómetros hasta Palu. El precario estado de las infraestructuras impedía el martes que la ayuda humanitaria llegara de forma fluida, lo que agravaba la situación de los supervivientes. En uno de esos convoyes de transporte de víveres viajaban Khairul Rahmil y siete compaí±eros más, todos voluntarios. Llevaban agua, arroz, aceite para cocinar, huevos, fideos instantáneos o leche condensada.
Tras más de ocho horas, llegaron a Palu. Ya había en las cercanías familias esperando su turno y el cargamento empezó a distribuirse parcialmente. âHemos traído suficiente para satisfacer las necesidades de un centenar de familias durante un mes, pero vamos a tratar de racionarloâ, explica Rahmil. En la zona donde el grupo paró hay más gente que alimentos y la muchedumbre se impacientaba: se oían gritos, había empujones y finalmente una pareja de policías armados tuvo que poner orden para evitar mayores incidentes.