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CDMX: la muerte se vuelve ‘normal’

Se hunde la capital del país en el momento más sangriento de su historia.

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Se hunde la capital del paí­s en el momento más sangriento de su historia.

Por Agencias

Ciudad de México.- Más de 5 mil personas han sido asesinadas en Ciudad de México entre 2013 y lo que va del aí±o, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP). Al ritmo de una muerte violenta cada ocho horas.

Tres asesinatos por dí­a. Como el caso que llena de morbo las portadas de los periódicos de nota roja. Como el cuerpo cubierto por la “sábana negra” y que no saldrá en las noticias. Como lo que empezó en una rií±a y acabó archivado en el cajón de una fiscalí­a. Así­ hasta llegar a un aumento del 40% en los homicidios de los últimos seis aí±os, como documenta México Evalúa.

En el estudio 5,013 Homicidios en la CDMX, Análisis especial para la reducción de la violencia letal, la organización estudió casos de violencia letal desde 2009 hasta 2016, y geolocaliza calle por calle dónde se mata en la capital del paí­s.

La geografí­a del crimen en la mayorí­a de los casos tiene relación con desorganización social, el hacinamiento y grado educativo de los lugares con más homicidios.

Las probabilidades de que un crimen se denuncie y se esclarezca en la capital mexicana son menores al 1% y ocho de cada 10 homicidios no se resuelven, de acuerdo a la organización Impunidad Cero.

No hay respuestas rápidas ni atajos para salir de la crisis. Mientras la Ciudad de México se mira en el espejo del momento más sangriento de su historia reciente, aparece el reflejo del crimen organizado, del fracaso de las polí­ticas de seguridad y del sistema de justicia, pero también de las carencias sociales, la falta de oportunidades y los estigmas.

También hay destellos permanentes de corrupción e impunidad. La suma de los factores es una espiral de violencia cada vez más normalizada en todo el paí­s.

Hasta agosto de este aí±o, habí­a otros ocho estados con más asesinatos y otros 22 tienen más homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, según datos del SNSP.

Buscan justicia

“¿Sabes qué fue lo que me impactó?” Se pregunta aún Leticia Ponce, la madre de Jerzy Ortiz. Después, guarda silencio. Era junio de 2013. Su hijo y otros 12 jóvenes de entre 16 y 34 aí±os habí­an sido secuestrados hací­a tres meses en la discoteca Heaven, en pleno eje financiero de la capital.

La madre de otra de las ví­ctimas le dijo que los habí­an encontrado, que comprara el periódico. “Veo el encabezado: ‘Descuartizados’ y abajo la foto de mi hijo Jerzy en primera plana, no se tientan el corazón, no saben lo que lastiman a la gente”.

Se le quiebra la voz. Hay todaví­a mucho dolor y muchas dudas: “Maí±ana puedes ser tú, puede ser cualquiera. Por la inseguridad, por todo lo que está arrastrando esto”.

Los jóvenes fueron criminalizados como narcomenudistas, pero nunca lo comprobaron. Les llamaban “tepiteí±os” de forma despectiva, porque la mayorí­a eran del barrio bravo más famoso de la capital de México. Era un silogismo perverso, como si se merecieran haber sido desaparecidos, torturados y asesinados por el barrio en el que viví­an.

Pero no los mataron ahí­. “La inseguridad la tenemos en todo el paí­s… no nada más en Tepito, en todos lados te roban, en todos lados te secuestran”, dice Ponce, de 53 aí±os, sobre el estigma y las etiquetas de todos los dí­as, mientras el bullicio se cuela en uno de los negocios de su familia, en el corazón del barrio.

Han pasado cinco aí±os, hay 26 detenidos, pero aún no se sabe por qué se los llevaron y los asesinaron. Tres palabras salen en la conversación. “¿Verdad? Hay miles de preguntas en el aire, las autoridades te hacen un cuento como ellos quieren y más en México”, reclama Ponce.

Burbuja propia

Hasta ese aí±o, la capital habí­a vivido en su propia burbuja, ajena al terror, en “otro paí­s” sin asesinatos a traición, balaceras ni grandes decomisos. La Ciudad de México seguí­a su propia dinámica delictiva, sobre todo porque los criminales enfrentaban una presencia del Estado mucho más potente y su capacidad de realizar actos de impunidad cí­nica era menor”, explica el analista en seguridad Alejandro Hope.

Pero el auge de la violencia ya no se explica por la explosión de los enfrentamientos en dos o tres puntos del paí­s, seí±ala Lisa Sánchez, directora de México Unido contra la Delincuencia.

“Esta vez es diferente, el cierre de 2017 apuntó a un alza generalizada y en todo el paí­s, preocupante en sí­ misma”, comenta Sánchez. Hay inercias nacionales y locales.

“El modelo de seguridad pública de los últimos 12 aí±os es disfuncional, es una estrategia fallida”, apunta Eunice Rendón, especialista en prevención del delito: “Hay que hablar de Enrique Peí±a Nieto y Calderón, pero también de Miguel íngel Mancera”.

Los focos rojos se mantuvieron en delegaciones como Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero e Iztapalapa y Venustiano Carranza, pero también se afianzaron nuevos puntos conflictivos como algunas zonas de ílvaro Obregón, Coyoacán y Tláhuac (en el sur), según se desprende del estudio de México Evalúa.

Mancera, jefe de Gobierno desde diciembre de 2012 hasta marzo de 2018 y antes procurador de la ciudad, entregó en 2017 sus peores cuentas en homicidios dolosos: hubo mil 85.

También fue el aí±o con más delitos durante su Administración: se abrieron más de 204 mil carpetas de investigación y más de 27 mil por crí­menes de alto impacto, según datos oficiales. Más violencia, en más zonas y ligada a más delitos.

Cárteles al acecho

Las muertes violentas alimentan las estadí­sticas igual si se produjeron tras una rií±a en un bar que se salió de las manos o en un enfrentamiento entre sicarios. Por eso, no hay fórmulas al hablar de homicidios, un fenómeno sumamente complejo y multifactorial, ya sea como un crimen aislado o como el último eslabón de una larga cadena de delitos.

La hipótesis de la cartelización de la capital ha cobrado fuerza recientemente, al implicar que grupos del crimen organizado han penetrado y expandido sus operaciones en los últimos aí±os.

Esto ha provocado, según esta lógica, enfrentamientos entre bandas, pandillas y cárteles por controlar territorio y puntos estratégicos.

Informes de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) y la Procuradurí­a General de la República indican que al menos 11 grupos del narcotráfico tienen presencia en Ciudad de México.

El abatimiento de Felipe de Jesús Pérez “El Ojos”, lí­der del cártel de Tláhuac, en julio del aí±o pasado tras un operativo del Ejército, y la captura en agosto de Roberto Mollado “El Betito”, cabecilla de la Unión de Tepito, refuerzan esta teorí­a.

“Son un grupo violento de narcomenudistas, pero no es crimen organizado”, dijo Mancera tras la caí­da de “El Ojos”.

El mantra que ha repetido el Gobierno es que el narcotráfico no opera a gran escala en la ciudad. “La negación de Mancera ha sido irreal y esa negación ha permitido que los grupos criminales crecieran y se fortalecieran”, dilapida Rendón.

“El crimen organizado siempre ha existido en Ciudad de México, lo que ha cambiado es que se comporta de forma más agresiva, con el crecimiento de la venta de drogas al menudeo y delitos como la extorsión”, apunta Hope.

“Antes te tocaba un encajuelado, un encobijado, ha habido narcofosas desde hace tiempo, pero ahora hay tres o cuatro o cinco casos porque hay más gente metida en eso”, comenta un reportero de nota roja con más de 35 aí±os de experiencia.

“El tema es que antes si el muerto era narco, la orden era no investigar más a fondo”, agrega el periodista, que pide no ser identificado.

El narcotráfico es un tabú. Y aún quedan muchas dudas sobre el funcionamiento y el alcance de los grupos delictivos.

Muerte cotidiana

“Se ha vuelto normal”, cuenta agotado Jorge Méndez, de 69 aí±os. Todaví­a vestido de mariachi, a unos 20 metros de la escena del crimen. Doce horas antes, cinco sicarios disfrazados de músicos acribillaron a 13 personas en Garibaldi, la plaza de la música, una de las más famosas y concurridas del paí­s.

“Se nota que vení­an a lo que vení­an”, dice convencida Aurora, una vecina de 47 aí±os: “Esto fue un ajuste de cuentas”. El tiroteo duró apenas seis segundos.

La sangre todaví­a está fresca afuera del pequeí±o local donde fue el ataque, un supuesto negocio fachada en el que se vendí­a droga.

Cuatro veladoras arden a un costado de la zona acordonada, una por cada muerte que se conocí­a hasta ese momento: tres habí­an fallecido en el momento y otro más en el hospital. Tres dí­as después se supo que habí­an muerto seis personas, cuatro hombres y las dos mujeres que administraban el local.

Una de ellas fue identificada como Araceli Ramí­rez, de 27 aí±os, esposa de un capo que controlaba la venta de droga en Garibaldi, que lideraba el grupo Antiunión –una escisión de la Unión de Tepito– y que habí­a sido asesinado en marzo pasado.

Esa noche no paró el mariachi, ni la fiesta ni los tragos en Garibaldi. “La noche apenas empezaba y tení­amos que seguir tocando, tení­amos que sacar el gasto”, justifica Méndez para explicar cómo habí­a sido posible que el movimiento en la plaza hubiera seguido después de que tres motocicletas detonaran 60 cartuchos con sus metralletas.

Peor que nunca. Y empeorando. Así­ es la metástasis de la violencia en Ciudad de México.

Problemas sociales clave

» Robo 74.8%

» Falta de agua 50.8%

» Falta de alumbrado 50.3%

» Delincuencia cerca de escuelas 29.6%

» Pandillerismo violento 26.8%

Peligrosas

» Las delegaciones donde se concentran las denuncias por delitos son: Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc, Carranza, Iztacalco e Iztapalapa.

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