La revista Forbes dedica en su portal un artículo, al desaparecido ex alcalde de Piedras Negras, titulado "Que nadie te robe tus sueí±os, decía Fernando".
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âViva Méxicoâ era la frase que más disfrutaba gritar a todo pulmón Fernando Purón Johnston, quien fuera alcalde de Piedras Negras, Coahuila, en el periodo 2014- 2017, y a quien le fue arrebatada la vida el 8 de junio de este aí±o, al salir de un debate, cuando contendía por una diputación federal.
âFernando adoraba los festejos patriosâ, me dijo, en entrevista, quien fuera su secretaria durante dos aí±os. Así fue: era un patriota puro, y lo demostró dando la vida al servicio de la ciudadanía. âNo toleraba ver una bandera sucia o rota; mandaba regalar a las escuelas una que estuviera impecable, cuando veía que la suya ya no era dignaâ, me comentó otro de sus colaboradores.
Tuve el honor de conocerlo desde los tres aí±os, estudiar con él, jugar futbol americano bajo su liderazgo como quarterback, convivir largas horas al calor de la música de Pedro Infante (que tanto disfrutaba), montar a caballo, declamar y hacer travesuras juntos.
Era el rival a vencer en las clases⦠e invencible en oratoria, en la que combinaba hábilmente su memoria privilegiada con su gran confianza. Vencía a cualquiera con su contundencia; los datos que le brotaban a flor de piel adornaban mágicamente su fluidez.
Era de aquellos que le buscaba el detalle jocoso a cada momento y, aunque te resistieras, te hacía reír. Una de las âlideresasâ que entrevisté lo puso así, entre llanto: âEse Purón, por más serio que fuera el asunto, le buscaba la broma a la situación⦠Así lo hizo cuando, como director de Obras Públicas, en plenos trabajos por la inundación, se cayó en el lodo y se quedó ahí tirado, jugando con los nií±osâ.
La situación de la ciudad lo obligó, como alcalde, a colocar la seguridad como prioridad de su gobierno. Fue valiente e implacable; nunca le tembló la mano para tomar decisiones duras, que le valieron múltiples amenazas. Un colega le cuestionó el riesgo que asumía y él le respondió: âTengo que ejercer el poder para hacer el bien, aunque me cueste la vidaâ. Se resistía a traer seguridad. Decía que, si la ciudadanía lo veía temeroso, también ésta sentiría temor.
Aceptó tener protección porque el gobierno estatal la aportó de modo obligatorio; y, cuando le preguntaban por qué traía dos camionetas detrás de la suya, pues era mejor traer una delante y otra detrás, respondía: âDudo que alguien se atreva a matarme de frenteâ. Y fue así como sucedió: lo emboscaron por detrás para quitarle la vida.
Disfrutaba ver a la gente a los ojos y darse tiempo para escucharla. Su inteligencia nacía de su cercanía con la colectividad. Siempre de camisa blanca, impecable, como lo era su gran corazón.
Recuerdo cuando jugábamos futbol americano: le gustaban las jugadas perfectas, pero sabía improvisar en el camino con gran maestría. Era flaco y le sacaba a los golpes, por lo que se volvió experto en buscar el hueco para escaparse cuando no encontraba un receptor libre. Por supuesto que tenía miedo: era humano; pero jamás nadie le quitaban su meta de la mente.
Así vivía Fernando Purón, bajo metas claras, esquivando el peligro. Acostumbraba decir, a su paso, a quienes se le acercaban: âQue nadie te robe tus sueí±osâ.
El âincasableâ, que vertía toda su energía en los ciudadanos(as) trabajando 24/7, incluso en su cumpleaí±os, se casó a sus 42 aí±os, y pronto tuvo una hija hermosa. ¡Canijo! Donde ponía el ojo, ponía la bala, y así lo hizo conquistando a su gran mujer. Siempre fue un hombre de familia, honraba con frases la memoria de su padre, abrazaba a su madre cada vez que la veía. Javier, mesero de un restaurante que él frecuentaba, me dijo: âCuando lo veía consentir a su madre, renacían en mí las ganas de consentir a la míaâ.
A mí, lo que me importa de Fernando no es cómo murió, sino cómo vivió. Su legado vivirá en miles de por vida. âTengo que ejercer el poder para hacer el bien, aunque me cueste la vidaâ; nadie más congruente que él para gobernar y vivir.
Te vamos a extraí±ar tus amigos, querido Flaco. México pierde un gran ser humano, como tantos muchos que ha perdido. Ahora es tiempo de aprender del legado de Purón y jamás darnos por vencidosâ¦