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Lo que ha cambiado en Norcorea tras la reunión Trump-Kim

Tras la reunión de Donald Trum y Kim Jong-un algo ha empezado a cambiar en Pyongyang

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Tras la reunión de Donald Trum y Kim Jong-un algo ha empezado a cambiar en Pyongyang

Por: Agencias Londres.- Un signo de cambio se ve ya en las calles de Corea del Norte. Y es que en los últimos meses, al parecer, la famosa propaganda del paí­s más hermético del mundo ha ido bajando su tono. Hasta hace poco, las pancartas y los carteles que se exhibí­an en la capital y otras ciudades presentaban tí­picamente a Estados Unidos como un brutal agresor imperialista y a Corea del Sur o Japón como los dispuestos aliados de ese archienemigo. Pero testimonios de personas que han estado recientemente el paí­s regido por Kim Jong-un aseguran que estas vallas, letreros, anuncios y murales fueron reemplazados por otros sobre el progreso económico y el acercamiento intercoreano. Los cambios no terminan allí­. Varios analistas aseguran que los principales medios de comunicación norcoreanos, fuertemente controlados por el Estado, también han experimentado un cambio en el tono. Entonces, ¿Estados Unidos ya no es pintado como un enemigo? Los nuevos tiempos La gran mayorí­a de los norcoreanos tiene muy poco acceso a la información, por lo que los medios estatales y la propaganda tienen un impacto mucho mayor que en otras partes del mundo. Con Estados Unidos tradicionalmente representado como el principal enemigo, la propaganda nunca se contuvo en mostrar cómo Pyongyang responderí­a: a base de misiles y con tropas invencibles que aplastan a los invasores. Los carteles estuvieron destinados durante décadas a inspirar patriotismo, generar confianza en el liderazgo y dar sentido a la creencia de que entregar la vida en combate es el acto de mayor gloria para la nación. “Venganza despiadada” y destrucción de Estados Unidos: así­ era la propaganda norcoreana hasta hace poco. “Los carteles con mensajes más duros en Corea del Norte se colocan por lo general solo cuando las cosas no van bien a nivel internacional”, le explica a la BBC Andray Abrahamian, de la Universidad Griffith, en Australia. Entonces, cuando los tiempos son más positivos, la propaganda también lo será. Y ahora parece ser uno de esos momentos. Después de meses de beligerantes amenazas de guerra, Corea del Norte celebró cumbres históricas con Corea del Sur y Estados Unidos, y prometió, aunque en términos vagos, renunciar a su preciado arsenal nuclear y trabajar por la paz. Pero los cambios no han quedado en Pyongyang. Guí­as extranjeros que llevan a grupos de turistas al interior del paí­s dicen que en los últimos meses la narrativa de la propaganda ha tomado un giro distintivo. En lugar de la retórica agresiva, ahora hay un enfoque en mensajes más positivos, que elogian la Declaración de Panmunjom, firmada por Kim con el presidente norcoreano Moon Jae-in en el encuentro de abril. “Todos los carteles antiestadounidenses que suelo ver en la plaza Kim Il-sung y en las tiendas, simplemente se han ido”, asegura a la agencia de noticias Reuters Rowan Beard, gerente de la agencia de viajes Young Pioneer Tours. “En cinco aí±os trabajando en Corea del Norte, nunca antes los habí­a visto desaparecer por completo“, aí±adió. Nueva propaganda Por supuesto, los nuevos carteles son tan propagandí­sticos como los anteriores, pero destacan diferentes temas: la reunificación de las Coreas, el progreso económico y el logro cientí­fico. Los nuevos carteles destacan temas como la reunificación de las Coreas, el progreso económico y el logro cientí­fico. El cambio sigue una lógica interna: si se informa que las conversaciones con el Sur y EE. UU. son el comienzo de una posible cooperación futura, los dos exadversarios deben mostrarse de una manera más neutral y menos amenazante. ¿Por qué si no, Kim Jong-un se sentarí­a a conversar con los lí­deres de esos paí­ses? “Pyongyang necesita una atmósfera de paz y distensión y tales carteles ayudarí­an a crearlo”, explica el periodista especializado en Corea del Norte Fyodor Tertitskiy, de NK News. Incluso las baratijas antiestadounidenses que solí­an venderse a los turistas como souvenirs han comenzado a cambiar. Ya no pueden encontrarse más, por ejemplo, las postales, carteles o sellos que mostraban los misiles de Corea del Norte con rumbo a Washington. Ruptura con la tradición Los cambios en la polí­tica oficial también se reflejan en el principal periódico nacional, Rodong Sinmun. Y es que no hay prensa libre en Corea del Norte: todos los medios de comunicación están estrechamente controlados y todo lo que se publica o difunde se examina cuidadosamente bajo las lí­neas oficiales del gobierno. Por lo general, el periódico publicaba regularmente informes negativos sobre Estados Unidos, describiendo a Washington como una fuerza hostil y enumerando su participación en conflictos como el de Siria como una prueba del imperialismo estadounidense. La prensa norcoreana informó sobre el encuentro de Trump y Kim en Singapur. Pero antes de la reunión del 12 de junio entre Kim Jong-un y Donald Trump, el diario, normalmente de lenguaje encendido, dejó de ser crí­tico con Estados Unidos. Incluso durante los dí­as de la cumbre, mostró la reunión con imágenes que nada tení­an de las tensiones anteriores y mostraban a Kim como un hombre de Estado, creador de la paz mundial. En una ruptura notable con la tradición, la televisión y los periódicos también informaron sobre los viajes recientes de Kim a China, casi en tiempo real, mientras que antes les habrí­a tomado dí­as a los norcoreanos leer sobre esos sucesos. “En tono, Estados Unidos ahora se representa como si fuera un paí­s normal”, explica Peter Ward, experto y comentador de Corea del Norte para NK News. “Todas las referencias a acciones estadounidenses que Corea del Norte considera actos hostiles han desaparecido del periódico”, aí±ade. Incluso esta semana hubo lo que Ward describe como una cobertura “neutral”: la noticia de que Washington renunciaba al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. “Esto es fascinante. En términos generales, la cobertura neutral o positiva normalmente se reserva para los paí­ses con los que Pyongyang tiene relaciones amistosas”, seí±ala. Pero lo que nadie tiene claro hasta ahora es si este cambio repentino es parte del momento o llegó para quedarse. También queda la duda de cómo, más allá de los nueves carteles, podrá cambiar la vida para los norcoreanos comunes.
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