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¿Por qué es tan fácil disolver personas en México?

Disolver una persona, cuesta lo que un refresco.

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Disolver una persona, cuesta lo que un refresco.

Por: Agencias
Ciudad de México.- En Amapola 450, una casa de fachada naranja y portones altos a orillas de la zona metropolitana de Guadalajara, las autoridades dicen haber encontrado indicios —no pruebas cientí­ficas— de que los estudiantes de cine Javier Salomón Aceves Gastélum, de 25 aí±os, Jesús Daniel Dí­az, de 20, y Marco Francisco Garcí­a ívalos, de 20, pudieron haber sido disueltos en ácido sulfúrico. En esa casa de dos pisos la Fiscalí­a General de Jalisco encontró 46 bidones, algunos con la etiqueta de ácido sulfúrico al 98 por ciento de pureza y el logotipo de la empresa Operquim Operadora Quí­mica, SA de CV., proveedora de algunas ciudades del estado, como Tlaquepaque, un municipio vecino de Tonalá, donde vieron por última vez a los estudiantes el pasado lunes 19 de marzo. El ácido sulfúrico es una sustancia controlada por las Naciones Unidas, está en la lista roja de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE). Los traficantes lo usan para la fabricación de cocaí­na, metanfetamina y anfetamina. La ley mexicana lo regula en cantidades mayores a 1500 kilos para importación y exportación, no para comercio nacional, aunque los establecimientos están obligados a llevar un registro de quién compró, de acuerdo con información obtenida por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). Nada más 30 empresas del paí­s cuentan con estos permisos de mercado de importación. Los 46 bidones estaban en un mismo cuarto, apilados, junto con tinacos de Rotoplas enteros, sin la destrucción que genera un quí­mico como el ácido sulfúrico y que parece tan fácil de adquirir. La jefa de la investigación del caso, Lizette Torres, no ha aceptado hablar al respecto. No sabemos si tienen los registros de los compradores, si los están investigando, si están siguiendo la ruta. Llamamos a la empresa Operquim Operadora Quí­mica, SA de CV. para averiguar qué tan fácil o difí­cil es conseguir ácido sulfúrico. —Quiero comprar ácido sulfúrico, ¿qué necesito? —No necesita tener un permiso. Vendemos mí­nimo de 20 kilos y tenemos entregas a domicilio —dice una vendedora de Operquim al teléfono. —¿Ninguno? —No, ninguno. —¿Y cuánto cuesta el kilo? En medio de un clima de terror la respuesta descompone. Borrar cualquier rastro genético cuesta menos que una Coca-Cola. Un kilo de ácido sulfúrico vale entre 4.20 y 5.70 pesos, y solo 20 bastarí­an para borrar casi todas las partí­culas de nuestros cuerpos. En otra empresa de Tlajomulco, Distribuidora de Sosa y ícidos, otra mujer de ventas dice que tampoco hay mayor trámite, que “el problema es la transportación”, que “corra mala suerte”, que me pare un federal. Desde 2014, en Colombia hay que presentar el carnet de ciudadaní­a para mí­nimas cantidades. Las cifras del ataque con ácido sulfúrico a mujeres son pavorosas: 1,151 casos desde 2004 hasta 2016, datos de Medicina Legal. Durante el conflicto armado, entre las ví­ctimas de la masacre de Trujillo, Valle del Cauca, el informe ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, identificó como mecanismos de violencia el degollamiento, el descuartizamiento, la decapitación, la evisceración, la incineración, la castración, el empalamiento y las quemaduras con ácidos o sopletes. En México, a pesar de los dí­as oscuros de violencia, las tasas más altas de homicidios desde 1997 y más de 34 mil desaparecidos, la regulación del ácido sulfúrico en pequeí±as cantidades no es un debate legal. Para la fiscalí­a lo que ha pasado con Salomón, Marco y David es un secuestro agravado. Justifican que los culpables tendrí­an penas más altas. Pero en México existe una ley en materia de desaparición forzada y desaparición cometida por particulares, y las penas podrí­an ser mayores. Entre 20 a 40 aí±os de prisión por secuestro agravado, mientras que por desaparición podrí­an ser entre 25 a 50 aí±os de cárcel, o entre 15 a 20 aí±os para quien "oculte, deseche, incinere, sepulte, inhume, desintegre o destruya, total o parcialmente” un cuerpo. Al no considerar el delito de desaparición, la fiscalí­a invalida la presunción de vida, el derecho a saber la verdad; deja fuera la protección de las familias y la reparación de los daí±os causados. Jalisco está en un punto de violencia que parece irrefrenable: asaltos a mano armada, homicidios, secuestros y extorsiones. En desapariciones tiene una de las cifras más alarmantes del paí­s: más de 3 mil, de acuerdo al Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas. La mayorí­a son jóvenes, estudiantes. Un primer caso que sorprendió a los forenses de Jalisco por el uso de ácido sulfúrico como un método de desaparición sucedió aproximadamente hace cinco aí±os. EL EXPERIMENTO En los dí­as previos a las fiestas y la verbena popular más grandes de Lagos de Moreno, la ciudad aví­cola y ganadera en la región de Los Altos de Jalisco, en la noche del 6 de julio de 2013, un grupo de hombres armados realizó una desaparición masiva de personas, al menos 20. Recorrieron las calles del pueblo y se llevaron a cuanto chico encontraron, entre ellos limpia vidrios, cuida coches y meseros del centro municipal. A cualquier joven. Solo siete familias se atrevieron a denunciar lo que pasó entre esa noche y la madrugada del dí­a siguiente. Desaparecieron a Daniel, íngel, Eduardo, José Gerardo, Marco Antonio y Cristian. Dos tení­an apenas 18 aí±os; dos habí­an cumplido 19; otro tení­a 21, y el más grande tení­a 22. Uno de ellos salí­a de la fiesta de su cumpleaí±os. A un mesero de 38, Rodrigo Espinoza Aguayo, lo sacaron de su casa. Tras las pesquizas, ya en medio de las fiestas populares, la Fiscalí­a de Jalisco encontró un sitio con botes de plástico grandes y azules con ácido sulfúrico. Habí­a también pantalones, playeras, zapatos y calcetines, algunas de estas prendas eran de las ví­ctimas. Como no hallaron cadáveres, en la búsqueda de evidencias los peritos dieron con un agujero lleno de agua de lluvia en donde se habí­a formado una especie de grasa. Tomaron una muestra de esa capa de grasa y descubrieron células humanas, pero no pudieron extraer ADN. Después dieron con otra finca cerca de un basurero donde habí­a botes quemados y derretidos, algunos dientes y huesos, chiquitos, de apenas unos tres centí­metros. Identificaron a seis de los desaparecidos: Eduardo Isaí­as Ramí­rez Hernández, íngel de Jesús Rodrí­guez Hernández, Marco Antonio Ramí­rez Cárdenas, José Gerardo Aguilar Martí­nez, Daniel Armando Espinoza Hernández y Rodrigo Espinosa Aguayo. No encontraron restos de Cristian Fabián ívila Cardona, uno de los chicos que tení­a 18. Después de este hallazgo los forenses hicieron una reconstrucción del caso, siguiendo las declaraciones de los detenidos. Querí­an comprobar si era posible que un cuerpo fuera desintegrado con el ácido sulfúrico. El experimento lo hicieron no con humanos y los detalles están velados; aunque documentaron que sí­, que un cuerpo de un peso aproximado de 70 kilos puede ser disuelto casi totalmente en ese ácido. Casi. La esperanza es que no pulveriza algunos dientes y huesos. La desesperanza es que los asesinos usan coladores para filtrar las pruebas y borrar cualquier huella genética, los restos de los restos los entierran en fosas clandestinas o los intentan desaparecer por completo a través de los caí±os y las tuberí­as. A ocho semanas de que fueron vistos por última vez Marco, Salomón y Daniel en el Nuevo Periférico Oriente, entre los kilómetros 19 y 20, en la colonia Coyula de Tonalá, sus compaí±eros de universidad, estudiantes de otros centros, organizaciones civiles y familiares siguen rechazado la versión que presentó el gobierno de Jalisco el 24 de abril y siguen volcándose a las calles. Exigen la creación de un grupo de peritos que investigue de manera independiente. Buscan certeza. Hasta ahora lo que ha podido comprobar la fiscalí­a es que el 19 de marzo pasado, un lunes feriado, entre las 7:35 y 8:05 de la noche, los estudiantes pararon por una descompostura del auto. Que salí­an de grabar de una casa tipo quinta con largos muros, jardines y alberca, conocida como La Cabaí±a, ubicada en Camino a La Presa, número 2, en Colinas de Tonalá, propiedad de la tí­a de Salomón y de un supuesto traficante preso desde hace tres aí±os. Sabemos que al menos seis hombres armados se identificaron como agentes de la fiscalí­a y que los subieron a dos camionetas. Que los desaparecieron. En este contexto, es posible que los cuerpos de Salomón, Marco y Daniel hayan sido diluidos en ácido sulfúrico, el problema es que no hay pruebas cientí­ficas y el único avance que ha tenido la investigación es una detención más. En abril quedaron arrestados el rapero Christian Omar "N", conocido como QBA, quien relató cómo supuestamente disolví­a los cadáveres, y a Gustavo "N". Y la madrugada de este 10 de mayo la Policí­a Federal detuvo a Jonathan "N" en Metepec, Estado de México. Todos bajo sospecha de secuestro agravado. De los tres estudiantes no hay más huellas. En las tuberí­as de la casa de Amapola un robot del sistema de aguas (SIAPA) buscó entre el desagí¼e y tampoco encontró nada. El mismo director del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, Luis Octavio Cotero Bernal, le dijo hace unos dí­as al periodista local Román Ortega: “Nunca se ha dicho que se hayan encontrado restos. En los tinacos no se encontró ni un resto de nada. En uno de ellos se encontró solamente ácido, pero sin ningún elemento de nada, ácido puro. No hemos tenido ni grasa siquiera de cuerpos, porque ese ácido es exageradamente corrosivo y todo lo que son células lo destruyen, lo desintegra totalmente, a los tinacos no les hizo ningún perjuicio”. Los forenses identificaron ADN de Daniel en una mancha de sangre y ADN de Marco en unas esposas encontradas en la casa de la calle Lechuza 89/91, a diez kilómetros del punto donde desaparecieron. Las autoridades sospechan que esta vivienda era usada como un centro de tortura, y está ubicada entre escuelas, negocios, gasolinera, supermercados y un templo evangélico. De Salomón no hay pista alguna ni en este sitio ni en ningún otro. A pesar del miedo y el paisaje sombrí­o, de las infinitas posibilidades de desaparecer, los jóvenes se han volcado a las calles. "Ni todos los sueí±os ni todas las voces pueden ser disueltas en ácido", gritan los estudiantes.
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