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Alpinista francesa rescatada cuenta su calvario

"Era mi cuarto intento en invierno, para Tomek era el séptimo y era el tercero juntos", cuenta.

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"Era mi cuarto intento en invierno, para Tomek era el séptimo y era el tercero juntos", cuenta.

Por: Agencias

Sallanches, Francia.- Una "gran aventura" y después un drama, son las palabras que eligió la alpinista francesa, Elisabeth Revol, para contar a la AFP su hazaí±a de conquistar la 9º mayor cumbre del planeta, un viaje del cual su compaí±ero de cuerda, el polaco Tomasz Mackiewicz, nunca volvió.

Desde Sallanches, una localidad de los Alpes franceses donde está recibiendo tratamiento por las congelaciones que sufre en ambas manos y el pie izquierdo, cuenta su historia.

Esta mujer menuda, que mide 1,56 metros y pesa 43 kilos, relata sobriamente su ascenso al Nanga Parbat, una cima de 8 mil 126 metros en Pakistán, que la convirtió en la primera mujer que lo logra en invierno, sin oxí­geno y sin la ayuda de un sherpa.

Como "himalayistas" experimentados, se enfrentaban sin aprensión a esta cumbre, conocida como la "montaí±a asesina", aceptando los riesgos.

Dejó Francia el 15 de diciembre y el 20 de enero se lanzó a la aventura de la mano de su compaí±ero polaco, de quien todaví­a habla en presente.

Pocos dí­as después, a más de 7 mil metros de altitud, se acercan a su meta.

"Estábamos bien en ese momento", cuenta la alpinista con destellos en los ojos.

En la "complicada ruta" hacia la cima avanzaron a tientas. A las 17H15, con un leve retraso, dudaron si seguir, pero 45 minutos más tarde lo lograron.

Pero el placer duró poco.

"Ahí­ Tomek me dijo 'no veo nada'", recuerda. Debido a la baja visibilidad el polaco no habí­a usado máscara durante el dí­a y cuando cayó la noche tuvo una inflamación en el globo ocular.

"No pudimos tomarnos ni un segundo en la cumbre. Fue la huida hacia abajo", relata.

Mensaje de alerta

Tomek se agarró a uno de sus hombros y los dos iniciaron un descenso "muy largo" en un terreno complicado y de noche.

"En un momento, él ya no podí­a respirar, se quitó la protección que tení­a sobre la boca y comenzó a congelarse. Su nariz se volví­a blanca y después las manos y los pies", contó la alpinista, que fue quien envió un mensaje de alerta.

Decidieron protegerse del viento en una grieta. Tomek ya no tení­a fuerzas para retornar al campamento.

"La sangre le brotaba constantemente de la boca", cuenta.

Estos sí­ntomas de edemas que, según los médicos consultados posteriormente, son el último estadio de un mal agudo de montaí±a, son fatales si el paciente no es tratado rápidamente.

"Alerté a todo el mundo, porque Tomek no podí­a bajar solo", explica Revol.

Organizar el rescate precisó varios intercambios de mensajes. Algunos se perdieron en la inmensidad del Himalaya, lo que generó incomprensiones.

"Me dijeron: si bajas a 6 mil metros, podemos rescatarte y podemos rescatar a Tomek a 7 mil 200 metros (en helicóptero). Fue así­ como pasó. No fue una decisión que yo eligiera, se me impuso", asegura.

Entonces, dijo a Tomek: "Mira, los helicópteros llegan al final de la tarde, yo estoy obligada a bajar, ellos van a venir a buscarte".

Envió su localización de GPS, protegió a su compaí±ero lo mejor que pudo y persuadida de que todo tendrí­a un final feliz y los helicópteros llegarí­an al final de la tarde, salió sin nada.

Sin embargo, los helicópteros no llegaron.

Alucinaciones

Pasó así­ una segunda noche a la intemperie. "Sin equipamiento" a diferencia de Tomek, que yací­a en la grieta.

"Yo sabí­a que iba a salir, estaba en mi agujero, tiritaba de frí­o pero no estaba en una posición desesperada. Tení­a más miedo por Tomek, que estaba mucho más debilitado".

Allí­ comenzó a sufrir alucinaciones por la altitud, algo que hasta ahora nunca le habí­a ocurrido. En su delirio pensó que vení­an a traerle "té caliente" y que para agradecer el gesto tení­a que entregar un zapato. Así­ dejó su pie a la intemperie durante cinco horas y se le congeló.

Cuando amaneció, ella seguí­a contando con la llegada de los socorristas. A 6.800 metros, decidió no moverse para conservar el calor.

Entonces escuchó un helicóptero abajo del glaciar "pero ya era muy tarde, se levantó el viento".

Cuando oyó que el helicóptero no podrí­a volver hasta el dí­a siguiente y que iba a tener que pasar una tercera noche fuera, decidió bajar.

"Ya comenzaba a ser una cuestión de supervivencia", dijo la alpinista que no habí­a recibido el mensaje en el que le informaban que dos alpinistas iban a buscarla.

Hacia las 03H30 de la maí±ana, llegó al campamento 2 ubicado a cerca de 6 mil 300 metros.

"Vi dos frontales en medio de la noche. Me puse a gritar y me dije: 'Está todo bien'", dice con la voz quebrada.

"Fue una gran emoción", admite, sobre todo porque los dos socorristas eran Adam Bielecki, que ya conocí­a porque tení­an un proyecto juntos en el Everest, y Denis Urubko, una leyenda de los 8.000 metros.

El final ya es conocido, fue evacuada hacia Islamabad el domingo y volvió a Francia el martes en la noche.

El futuro es algo que piensa paso a paso.

"Recuperarme al máximo, evitar tal vez la amputación y sobre todo "ir a ver a los nií±os" de Tomek.

Sobre volver a la montaí±a, bajo la mirada cómplice de su marido Jean-Christophe, reconoce que "lo necesita".

"Es tan bello", afirma.

Con información de AFP

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