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Judío recibe una disculpa alemana 70 años después

Schott-Neuse descubrió que la casa de su abuelo le había sido expropiada a una familia judía y le escribió Peter Hirschamann

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Schott-Neuse descubrió que la casa de su abuelo le habí­a sido expropiada a una familia judí­a y le escribió Peter Hirschamann

Por: Agencias Alemania.- Peter Hirschmann cuenta a menudo cómo huyó de Alemania siendo un adolescente para escapar a la persecución de los judí­os por parte de Adolf Hitler y después se unió al ejército estadunidense para combatir a los nazis. Pero este anciano de 92 aí±os no pudo contener las lágrimas al leer una carta de tres páginas, escrita prolijamente con un bolí­grafo azul, que le llegó inesperadamente de Nuremberg y le hizo revivir el pasado. Su autora, Doris Schott-Neuse, le contó cómo su abuelo habí­a adquirido la casa de la familia de Hirschmann bajo el gobierno nazi, le expresó la vergí¼enza que sentí­a y le pidió perdón. Obligada a indagar en el pasado familiar tras lidiar con algunos asuntos traumáticos, esta empleada pública de 46 aí±os se sorprendió al comprobar que la historia que habí­a escuchado toda su vida era una verdad a medias, en el mejor de los casos, y se sintió obligada a contactar a este anciano que viví­a en Maplewood, una localidad de Nueva Jersey no muy lejos de la ciudad de Nueva York. “Me siento profundamente avergonzada de lo que los alemanes les hicimos a usted, a su familia, a sus amigos y parientes y a los miembros de la comunidad judí­a de Nuremberg”, escribió la mujer. “No soporto pensar en los detalles, en el horror y la pesadilla que debe haber sido vivir todo esto”. Incluyó en el sobre fotos actuales de la casa de la familia de Hirschmann. “Lloré porque me trajo a la memoria muchos recuerdos”, relató Hirschmann. La casa es una imponente mansión en las afueras de Nuremberg, en Eichendorffstrasse 15. “Era seguramente una de las casas más lindas de la zona, según los parámetros de entonces”, dijo Hirschmann. “Desde ya, las cosas cambiaron. Hoy tal vez no sea una de las grandes mansiones que hay, pero en su momento era un sitio magní­fico”. Hirschmann recuerda cómo ayudaba a cuidar frutales, huertas y las flores. También recuerda cómo sus padres instalaron un sistema de regaderas para que él y sus amigos se refrescasen luego de que los nazis empezaron a cercenar los derechos de los judí­os, incluido el de ir a una piscina pública. “De repente apareció un cartel: 'Juden und Hunde Verboten' (los judí­os y los perros no están permitidos). Schott-Neuse no recuerda bien la casa. Su tí­a la heredó en 1969, tras el deceso de su abuela, y ella tení­a cinco aí±os cuando la tí­a la vendió. No conoció a ninguno de sus abuelos y nunca preguntó demasiado. Su tí­a le hizo algunos relatos ambiguos sobre la vivienda. “Me dijo que los dueí±os eran judí­os que pudieron escapar a Estados Unidos, con la ayuda de mis abuelos”, expresó. “Ya no sé qué creer. La carta era la única forma que tení­a de decirle a esa familia que lo lamentaba mucho, pero también fue una forma de averiguar lo que sucedió”. Schott-Neuse revisó archivos municipales y encontró documentos que revelaban cómo los nazis se apropiaron de la vivienda de los Hirschmann en pleno proceso de “arianización”, como se denominó a la expropiación de negocios y propiedades de judí­os, en un preludio de los asesinatos en masa en que murieron unos 6 millones de judí­os europeos. En 1941 la casa aparecí­a como propiedad de Muhr W, un comerciante. Willi Muhr fue abuelo de Schott-Neuse. “Pensé que se la habí­a comprado a los dueí±os judí­os, pero parece que eso no era cierto”, indicó Schott-Neuse. Si bien no sabe mucho acerca de su abuelo, supone que debe haber tenido conexiones con los nazis, ya que la casa “era una propiedad muy cotizada y no debí­a ser fácil conseguir algo tan lindo, con un jardí­n grande”. Después de la guerra, la familia de Hirschmann recibió una compensación, pero por entonces el mercado habí­a cambiado y la suma que le dieron representaba tal vez una décima parte de lo que valí­a cuando se la quitaron. Peter Hirschmann y su familia lograron salir de la Alemania nazi antes del estallido de la guerra. Llegaron a Newark, Nueva Jersey, y empezaron de nuevo. Cuando Peter cumplió 18 aí±os, Estados Unidos ya habí­a entrado en guerra. El joven se enroló en el ejército estadunidense a pesar de que era todaví­a alemán. Estuvo en la Batalla de las Ardenas en diciembre de 1944, en Bélgica. Fue capturado, y por su condición de judí­o alemán, corrí­a particular peligro. Cuando sus captores se dieron cuenta de que hablaba alemán, les hizo creer que lo habí­a aprendido en la escuela. “De haber sabido mis antecedentes, me hubieran fusilado sin explicaciones”, aseguró. Todaví­a se emociona al recordar al soldado alemán que lo vigilaba, que buscó entre sus cosas y le dio una barra de chocolate. Y esperanza. “Era mi enemigo, pero me trató como a un ser humano”, dijo Hirschmann. Más de 70 aí±os después, recibió de buena gana la carta de Schott-Neuse y le dijo en un correo electrónico que la encontraba especialmente conmovedora “porque es obvio que usted sufre también, y me duele pensar en eso. Usted no tiene culpa alguna”. Los dos se han estado escribiendo, pero no planean verse cara a cara. “Usted tuvo la opción de ignorar” lo que descubrió, “pero le hizo frente”, escribió Hirschmann. “Mis lágrimas reflejan la ferviente esperanza de que la humanidad, la dignidad y la compasión que usted ha demostrado sea compartida por otras personas de su generación de la generación siguiente”.
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