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VIDEO: ‘Todas las mamás tenían a su bebé, y yo no’

Fueron 20 minutos los que tardó en llegar al Hospital General de Subzona IMSS 4. Eran las 14:00 horas. La acompañaba su marido, Juan Rubén Ruiz, y su madre

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Fueron 20 minutos los que tardó en llegar al Hospital General de Subzona IMSS 4. Eran las 14:00 horas. La acompaí±aba su marido, Juan Rubén Ruiz, y su madre

Por: Agencias Culiacán, Sinaloa.- Sábado 30 de mayo de 2015. A las 11:00 horas comenzaron los dolores de Mariana: Jesús Abel adelantó su llegada al mundo. Tení­a 29 semanas de gestación, casi siete meses de embarazo.Un aí±o después, los dolores de Mariana Medina Rodrí­guez persisten, pero ahora son en el alma. Aún tiene dudas. No conoce con claridad las causas que ocasionaron la muerte de su hijo. La carcome el coraje y el resentimiento de una mala atención médica y condiciones insalubres, denuncia. Desde antes de nacer, el pronóstico para su nenito no era alentador: “¡Tu bebé ya viene, lo siento mucho!”, le dijo la ginecóloga aquel dí­a. Esa fecha, que se suponí­a debí­a ser de dicha, se nubló, y entonces empezó a llorar: “Ahí­, pues ya me sentí­a yo sin ánimos de nada, prácticamente ya no sabí­a de la vida”, confiesa Mariana con la misma emoción de entonces.Del rancho La Bebelama de San Pedro se trasladó a la cabecera municipal Navolato. Fueron 20 minutos los que tardó en llegar al Hospital General de Subzona IMSS 4. Eran las 14:00 horas. La acompaí±aba su marido, Juan Rubén Ruiz, y su madre. Allí­, la ginecóloga la mandó de urgencia a Culiacán, pues ya presentaba dilatación y requerí­a atención especializada que sólo en el Hospital Regional podrí­a recibir. También la despidió con una frase fúnebre: “No va a vivir porque no está desarrollado”. Fueron 40 minutos eternos hacia Culiacán. “Me mandaron en ambulancia e í­bamos yo y mi esposo. Eran entre las 6 y 7 de la noche. Entre los dos decí­amos que nuestro bebé iba a estar bien, que no iba a pasar nada, que Dios nos iba a cuidar a los tres, que í­bamos a estar juntos”, narra. Al llegar al Hospital 1 del IMSS, una enfermera le informó que el parto serí­a natural, lo que Mariana cuestionó, pues sentí­a que no podí­a ser de esa manera debido a que el nií±o no estaba en las condiciones para nacer así­. Le realizaron un ultrasonido que confirmó que Jesús Abel vení­a atravesado. “Uno de los doctores me escuchó y dijo que iba yo de emergencia, que iba a ser cesárea, y entonces me durmieron toda. Prácticamente el nacimiento de mi bebé me lo perdí­, no supe cómo nació, cómo estuvo”, lamenta Mariana. Eran las 21:16 horas. Entre dormida y despierta, preguntó por el recién nacido. Las palabras del anestesiólogo fueron alentadoras: “Me dijo que no me preocupara, que habí­a nacido sano, que habí­a nacido bien y que habí­a llorado. Ahí­ dije: ‘¡Mi bebé está bien, teniendo cuidados él va a estar bien!’”, recuerda. Silencio. Intenta no llorar más. Mira hacia arriba como buscando respuestas. El bebé pesó un kilo 400 gramos y tuvo una talla de 37 centí­metros. Fragilidad. Lo médicos también le indicaron que el nene estaba propenso a cualquier infección en los pulmones porque no se habí­an desarrollado aún; sin embargo, a pesar de su prematurez, el pequeí±o respiraba por sí­ solo. “Mi bebé era un nií±o grande”, comenta. Cuando lo conoció, estaba en una incubadora. Un guerrero luchando por su vida: “Sentí­ una alegrí­a de que yo habí­a tenido el bebé más lindo, pero más triste me sentí­a de que todas las mamás tení­an a su bebé y yo no”, platica la joven. Mariana Medina nos recibe en su casa. Se escuchan gallos y se ven sembradí­os a lo lejos. Está sentada sobre su cama. En sus manos atesora una fotografí­a del rostro de su bebito, la única que tiene de él. La mantiene sobre un buró al lado, en un pequeí±o altar que ha hecho en su recuerdo. Le prende una veladora que tiene la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Allí­ están un carrito azul -el primer regalo de la abuela materna-, un elefantito y un oso de peluche, juguetes que son un tesoro invaluable. Se traslada al domingo 31 de mayo. Ese dí­a, Mariana insistió en ver a su nií±o. Recuerda que uno de los doctores le advirtió que no iba a vivir. “Me sentí­a muy devastada”, comenta. El médico le indicó que no podí­a ver al bebé hasta que los doctores de la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales le llevaran información, lo cual no sucedió: ese dí­a no pudo verlo. Denuncia malos tratos, falta de higiene y atención durante su estadí­a en el Seguro. La bata que le dieron la usó durante dos dí­as. “Me baí±é y aún así­ estuve con la bata, y me volví­ a baí±ar y querí­an que esa bata también la tuviera otra vez”. Platica que su madre solicitó una bata limpia para que pudiera entrar a ver a su nií±o en Cuidados Intensivos. Las palabras de la enfermera fueron claras: “Le dijo que si yo lo ocupaba, que mi mamá me la lavara, que ella no tení­a”. Otra compaí±era que se encontraba internada la ayudó: “Me prestó la suya, la habí­a usado como almohada y esa me puse; era la más limpia. La mí­a tení­a restos de sangre del mismo parto. Aun así­ no me la quisieron dar”, dice. El asunto de la ropa para las personas internadas como ella era muy importante porque de eso dependí­a si podrí­a entrar a ver o no a su hijito. Explica que las mismas sábanas las tuvo los dí­as que estuvo internada. Cuando solicitó a las enfermeras que le retiraran las vendas que le colocaron en las piernas al parir, obtuvo la misma respuesta: “A mi mamá le dijeron que si querí­a, que ella me las quitara”, dice indignada, y cuestiona: “¿por qué? Es trabajo de ellas. Supuestamente el seguro les está pagando”. El lunes 1 de junio, Mariana acudió muy emocionada en silla de ruedas al cunero de Cuidados Intensivos con la esperanza de por fin ver a su chiquito; su esposo la acompaí±aba. La habí­an llamado, y en ese momento no se percató de que no era hora de visita y que estaban a punto de recibir la peor noticia. Jesús Abel llevaba ya más de 36 horas en esa zona restringida, donde se suponí­a debí­an ingresar con un alto protocolo de seguridad e higiene. “Me baí±é porque dijeron que era un área donde yo tení­a que entrar muy limpia. Cuando nos meten, la pediatra nos dice que quiere hablar con nosotros, y nos dice: ‘Es que quiero decirles que su bebé no pudo resistir, era muy chiquito’. Cuando oí­ â€˜muy chiquito’, pensé ‘ya mi bebé se murió’, y me dice: ‘El bebé sufrió una hemorragia pulmonar, eso se debió a una infección’. No me dijo qué infección, no me dijo nada, y que nuestro bebé habí­a fallecido, que el medicamento que le habí­an puesto no le habí­a funcionado, que lo habí­a alterado y que también fue una de las causas de la hemorragia. Les dije que por qué a mí­ no me habí­an dicho nada, si mi bebé se habí­a puesto grave, por qué no me dijeron nada”. Mariana pasa de la desesperación a la tristeza y al desconcierto. Las sospechas y la desinformación no permiten sanar la herida. Jesús Abel habí­a muerto a las 10:45 horas. La enfermera le pidió que pasara a ver su cuerpo. “¿Ahora sí­ quieren que vaya y vea a mi bebé?, ¿Ahora sí­ quieren que lo vea ya que habí­a fallecido?, ¿ahora sí­ me tuvieron consideración?”, Repetí­a fuera de sí­. Las causas de muerte indicadas en el certificado de defunción de Jesús Abel Ruiz Medina son: hemorragia pulmonar, prematurez extrema y sepsis temprana neonatal. Palabras huecas para sus padres y muchas interrogantes. “Mi esposo entró a verlo y se dio cuenta de que con mi nií±o, con mi bebé habí­an practicado no sé si una cirugí­a, no sé realmente lo que le hicieron porque no me cabe en la cabeza por qué le hicieron esas cirugí­as sin que yo, mi esposo, mi familia hubiéramos dado una autorización”, revela. La luz entra por la ventana del cuarto y se ilumina su rostro. Mucho tiempo después de su deceso, Mariana se enteró de estas cirugí­as. Su marido le confesó que parecí­an mal hechas. Le dijo que se veí­a que sólo le habí­an puesto el hilo y lo habí­an enredado nada más: “Las marcas estaban en el tórax, en los dos costados se veí­an los hilitos, se veí­a esa parte amarrada aquí­ como un huequito”, dice. UN ADIí“S QUE NO OCURRIí“ La familia Ruiz Medina demandó penalmente al Hospital Regional 1 del IMSS el 29 de septiembre ante la Procuradurí­a General de Justicia del Estado. El 16 de octubre de 2015, la PGR atrajo el caso. Aun con las explicaciones médicas que seí±alan que la causa de muerte estuvo relacionada con su prematurez, la familia no lo cree. Dudan sobre la atención que recibió el menor, denuncian fallas graves en la higiene, además de falta de información sobre su estado de salud y los procedimientos médicos que le fueron practicados sin antes considerarlos. Tienen la sospecha de que su frágil cuerpo estuvo expuesto ante la supuesta propagación de una bacteria hospitalaria fuera de control en el área de cuneros, lo que podrí­a haber desencadenado la sepsis y provocado el fallecimiento de otros recién nacidos que también demandaron al Seguro. “Estaba en la misma área en donde habí­a más nií±os, y el mí­o ya habí­a fallecido, aun así­ ahí­ lo tení­an. Si sufrió una infección como la sepsis, fuera para que ya lo hubieran sacado de ahí­ aun después de haber fallecido, y no fue así­, y en ese mismo dí­a habí­a otros papás desconsolados que también se les habí­an muerto los bebés”, comparte Mariana. “No tuve el valor de ver a mi bebé muerto, no lo tuve, no lo tuve y me arrepiento de no haberme despedido de él”. Es un pensamiento constante en la vida de la joven madre, un dolor que no se va. Fue hasta el 25 de febrero de 2016 cuando acudió a presenciar la exhumación del cuerpo de Jesús Abel. Hasta ese momento Mariana sintió que pudo despedirse de él. Meses después de la muerte de Jesús Abel, una revisión de la Comisión Federal contra Riesgos Sanitarios revelarí­a y lanzarí­a una alerta sanitaria por las muertes de 10 neonatos en tan sólo dos semanas crí­ticas en el mes de septiembre. Un acta del 24 de septiembre de 2015 de la Cofepris alertaba sobre el riesgo potencial de contaminación en el área de cuneros del hospital del IMSS ante la falta de limpieza de ropa de cama, pacientes y personal de salud, aunado a diversas áreas sucias del hospital y la falta de protocolos de limpieza que se traducí­a en un riesgo potencial de contaminación para los pacientes más débiles, como los bebés prematuros.
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