
La familia ejidataria carece de recursos para comprar los útiles de los nií±os. Esperan que su vaca tenga un becerro saludable para venderlo y hacer los gastos que la escuela pide.
Por: Rosalío González
Saltillo, Coahuila.-Â Todas sus esperanzas están puestas en el becerro que tendrá la vaca que le dieron a su padre. Omar y Rubí viven en El Salitre, uno de los cinco ejidos más pobres de Saltillo, según la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol). Ayer asistieron a su primer día de clases con las manos vacías. âNo hubo dinero para comprarles la mochila, ni útiles; espero que la vaca dé un buen becerro y lo podamos vender para comprarle a mis hijos lo que necesitanâ, dice su papá José Guadalupe Gallegos. No hay mayor tristeza que ver a un par de nií±os que ingresaron a segundo y quinto de primaria y se sienten avergonzados por su pobreza. La impotencia de no poder, como muchos de los nií±os en la ciudad, tener lo indispensable para sentirse felices por regresar al aula. Omar y Rubí llegaron a la única escuela en su ejido, ubicado a 90 minutos de Saltillo, la Héroe de Nacozari, y se pararon en la puerta mientras su madre explicaba a la maestra que sus hijos asistirían pero sin útiles ni mochila, sólo con el sueí±o de un mejor maí±ana. Lo único que los hermanos estrenaron fue el uniforme que recientemente les fue entregado por el Gobierno. Omar alcanzó a cargar en su bolsa un lápiz verde muy pequeí±o, pero nada más. Por eso no querían ir a la escuela, por pena. Se despertaron desde las 6 de la maí±ana, como mucha de la gente del campo, y desde entonces pasaron los nervios y la tristeza de querer regresar a la primaria, pero también de no volver a ella hasta que sus padres puedan comprarles lo necesario, que puede o no ser pronto. âQuiero que mis hijos sigan estudiando. Yo no terminé la primaria y mira cómo sufrimos, no me dan trabajo en ningún ladoâ, dice José. Los pequeí±os de 7 y 10 aí±os anhelan recibir pronto una mochila para ellos y para decenas de otros que, como ellos, sufren en la zona rural. âQuiero una mochila de Doraâ, dice Rubí, ây yo una de El Chavoâ, agrega Omar.