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Escalofriante historia del ‘Comegente’

Desde 1999 está preso y sus compañeros le temen.

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Desde 1999 está preso y sus compaí±eros le temen.

Por: Agencias

Venezuela.- Dorángel Vargas confesó haber comido una docena de personas. "Lo hice por necesidad", dijo el hombre barbudo con voz tí­mida y sin temor a confesar que durante dos aí±os se habí­a alimentado de los cuerpos trozados de una decena de personas, a razón de dos por semana. Pero, solo de algunas de sus partes, porque obvió "los cortes" que le podrí­an causar indigestión. A poco de haber sido detenido, Dorángel Vargas, un vagabundo que solí­a dormir debajo de un puente de la ciudad de Táriba, respondió las consultas de una reportera que querí­a saber los motivos de esa detención. La prensa venezolana ya le habí­a dado el apodo por el que se lo conoce. —¿Por qué se te acusa de haber comido a unas doce personas?— indagó la reportera. —Y, porque habí­a unos pies y unas manos por ahí­â€”, respondió. —¿Pero te comí­as a la gente?—insistió la mujer. — Pues claro, si soy el "comegente". Con total franqueza asumió que comió "a unos diez (hombres)…". Según las crónicas del caso, que hasta tiene una canción, Vargas salí­a a cazar a sus ví­ctimas en el parque 12 de febrero —a 750 kilómetros de Caracas— donde los hombres solí­an ir a correr. Lo seducí­a el aspecto saludable de los corredores. Esa fue su rutina durante casi dos aí±os que, sumada a la extraí±a pasividad de los efectivos policiales, realizaba casi con tranquilidad. "Yo soy nuevo… Fue por necesidad", dijo a modo de excusa a la reportera que lo esperó antes de ser trasladado a prisión y explicó por qué en su "menú" no habí­a mujeres: "Porque ésas no molestan a nadie", remató. La historia del canibalismo de Dorángel Dorángel Vargas Gómez nació en el seno de una familia humilde en 1957 y desde nií±o trabajó junto a ellos en la agricultura, lo que le impidió estudiar más allá del sexto grado. Antes de que su nombre fuera tapado por el apodo por el que se lo conoce habí­a sido arrestado en tres ocasiones: dos veces por robo de animales, y la tercera, en 1995, porque fue acusado de matar e ingerir a Cruz Baltazar Moreno, un linyera con el que compartí­a lugar debajo de un puente. Por ese crimen fue internado en una clí­nica psiquiátrica y a los dos aí±os volvió a las calles. Su aspecto bonachón lo eximió de que se controle su conducta y la justicia consideró que simplemente llevarí­a una vida "normal" en la indigencia y se le perdió el rastro. Recién en 1999 la desaparición de, al menos, 10 hombres alertó a la policí­a local. Los familiares de algunos corredores y obreros que frecuentaban el parque 12 de febrero, ubicado en Táriba, pidieron investigar sus posibles muertes, pero aún no se habí­a vuelto a reparar en Vargas. Fue el 12 de febrero de ese aí±o que personal de Defensa Civil, en medio de un rastrillaje, encontró los restos de dos personas. Eso hizo que las fuerzas de seguridad ahondaran en la búsqueda de las personas que seguí­an desaparecidas. Otros seis cuerpos —los restos dispersos de ellos— aparecieron; las hipótesis rondaban desde ajustes de cuentas de bandas narcos hasta rituales satánicos. Finalmente, recordaron al indigente que habí­a estado internado por comer a otro hombre en 1995. Cerca de la zona de los hallazgos estaba la vivienda precaria que habitaba Vargas. Hubo un allanamiento. En el interior de la choza habí­a recipientes con carne humana preparadas para ser consumidas. A un lado habí­a tres cabezas, pies y manos de distintos cuerpos. Una carnicerí­a, pero humana. El nacimiento del "Comegente" Tras el macabro hallazgo, Dorángel Vargas fue detenido. Las versiones de sus declaraciones, llamaron a un sinfí­n de mitos e hipótesis y pusieron la historia del hombre caní­bal en el primetime de los medios venezolanos. La prensa, al unisono, lo apodó "el Comegente" y su nombre de pila y apellido paterno quedaron en el olvido. Según las crónicas policiales de los medios, la desaparición de los hombres sucedió entre noviembre de 1998 y enero de 1999. Las mismas aseguran que salí­a de cacerí­a con una lanza que él mismo habí­a fabricado con un tubo. Los mataba, luego los descuartizaba, guardaba las partes que comerí­a y enterraba aquellas que no le gustaban, como pies, cabezas y manos. Le gustaban los hombres de aspecto fornido y saludable, por eso preferí­a a los que paseaban a trote por el parque y a los obreros que, distraí­dos, caminaban por las orillas del rí­o Torbes. Y de ellos preferí­a la parte de la panza. Cuenta la historia, o leyenda, que cuando en la dependencia policial le preguntaron sobre esa preferencia respondió que era por el sabor y que un agente panzudo hundió el abdomen, asustado. En 1995, Vargas fue acusado de matar y comer a Cruz Baltazar Moreno, un indigente que conocí­a, y por ese acto fue denunciado por otro mendigo, Antonio López Guerrero. Al cumplir los dos aí±os de internación en el Instituto de Rehabilitación Psiquiatrica de Peribeca fue en busca de su delator para hacerlo correr la misma suerte que su primera ví­ctima. Al confesar ese crimen llegó a decir que le comió el corazón "todaví­a caliente" y la totalidad de su carne. Habrí­a confesado que le gustaba poner ojos a las sopas y que no ingerí­a nií±os ni mujeres; tampoco pies ni manos porque lo indigestaban. Los investigadores de su vida supieron que desde nií±o manifestó conductas poco comunes y problemas de adaptación. Cuando era adolescente mataba gallinas y vacas para comerlas crudas y bebí­a la sangre. Del mismo modo lo hizo con las otras victimas de sus instintos caní­bales. Una vez que descuartizaba los cuerpos los cocinaba y preparaba guisos, sopas y empanadas. ¿Hasta en la cárcel? Vargas fue detenido tras el allanamiento de su choza y su confesión, pese a que no asumió haber hecho nada malo. Lo suyo fue reconocer que lo que habí­a en los recipientes eran restos de otras personas y que el preparado era para comer. Su pasividad al hablar incomodó a los policí­as que pronto lo llevaron a prisión, quedando a cargo de la Dirección de Seguridad y Orden Público del Estado de Táchira. Permanece allí­ desde el 12 de febrero de 1999. En octubre de 2016, Vargas —el comegente— volvió a ser protagonista de las noticias mientras un motí­n en el Cuartel de Prisiones de PoliTáchira, en el que está detenido. Durante la toma de la prisión (que duró 29 dí­as) dos internos fueron asesinados como forma de mostrar a la Ministra de Asuntos Penitenciarios que sus reclamos vení­an en serio. Aquí­ apareció una hipótesis casi mí­tica que le da participación: los cuerpos de los reclusos habrí­an sido descuartizados y servidos con arroz. Quienes se negaron a comerlos habrí­an terminado con los dedos mutilados. En una entrevista dijo al respecto: "Hubo cuchillos. Me quedé tranquilo", negó su participación. Actualmente, permanece aislado porque lo consideran "una persona de peculiar peligrosidad". En 2010, una sentencia determinó que esa prisión "no era el mejor lugar" para un hombre diagnosticado con esquizofrenia paranoide, lo que lo convierte en inimputable. Pese a eso, consideraron que tanto para su resguardo e integridad, como la de terceros, lo mejor era que siguiera allí­. Las historias sobre "el Comegente" El periodista colombiano Sinar Alvarado escribió el libro "Retrato de un caní­bal" (2014) con detalles de la investigación y el relato de las declaraciones del propio Vargas. El grupo Bacalao Men grabó el videoclip "El comegente" en el que cuentan la crónica policial, al mejor estilo Pedro Navaja.

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