
La violencia en la ciudad se recrudeció en los últimos meses y quienes lo están pagando más caro son los nií±os de las comunidades más pobres.
Por: Agencias
Río de Janeiro, Bra.- Paredes agujereadas por balas perdidas, barricadas montadas por narcotraficantes y garitas blindadas para la Policía Militar. Es el escenario de guerra que se vive en muchas favelas de Río de Janeiro, y que empeoró radicalmente una vez se apagaron los focos de los Juegos Olímpicos.
Maria Eduarda, de 13 aí±os, murió el pasado marzo de tres tiros en la cabeza mientras se ejercitaba en la clase de educación física, en el patio de su escuela en la favela de Acari.
âEstoy desolada, no es fácil convivir con esta violencia. Mi hija estaba en la hora adecuada en el lugar adecuado, ¡en el colegio! Yo estaba trabajando mientras la Policía mató al sol de mi hijaâ, comenta entre sollozos su madre, Rosilene Alves Ferreira, de 53 aí±os.
Las primeras investigaciones apuntan a que los tiros que mataron a su hija partieron de agentes militarizados que estaban realizando una operación policial en las inmediaciones.
âNo quiero que les ahorquen, pero me gustaría sentarme con ellos dos, encararles. Quiero escucharlesâ, dice la madre.
Más de 60 tiros fueron en dirección al colegio en el que estudiaba la nií±a. Pero no es un caso aislado, cada dos semanas una bala impacta en un menor de edad en Río de Janeiro.
Costumbre letal
Los cariocas empiezan a acostumbrarse a leer noticias sobre nií±os baleados.
El 4 de julio, Vanessa dos Santos, de 10 aí±os, murió de un disparo en la cabeza cuando la Policía realizaba una operación en la favela donde vivía.
Y es que en muchas escuelas de suburbios y favelas, la violencia es el pan de cada día, como explica la profesora Maria Estella de Oliveira.
âCada vez que hay tiros tenemos que tener la sangre fría de cerrar las puertas de la escuela (...). Salimos de las aulas que dan afuera y nos acostamos en el suelo del pasillo hasta que paran los tiros.
âTodos los teléfonos empiezan a sonar, las familias llaman al mismo tiempo para preguntar por sus hijos y en medio de ese fuego cruzado algunos padres se arriesgan y vienen a buscar a sus nií±osâ, contó De Oliveira.
La profesora da clases en la escuela Naí§í£o Mangueirense, a pocos metros de la favela de Mangueira, y del famoso estadio Maracaná, por donde hace apenas unos meses desfilaron los mejores atletas del mundo bajo el calor de la llama olímpica.
Serán búnkeres
Tras la muerte de Maria Eduarda, el alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, anunció que recubriría las escuelas más vulnerables con una argamasa especial a prueba de tiros, procedente de Estados Unidos.
Fueron muchos los que advirtieron que transformar colegios en búnkeres sería contraproducente. Tanto policías como narcotraficantes podrían apropiarse de ellos en sus continuos enfrentamientos.
La llamada âCiudad maravillosaâ, sumergida en una profunda crisis económica y en la depresión posolímpica, vive una guerra sin vencedores ni vencidos. Todos pierden.
Con información de Reforma