
âLo que más temía eran los misiles. Una noche, poco antes de ir a acostarme, el cielo se puso rojo y hubo un ruido ensordecedorâ
Por: Agencias
París, Francia.- La siria Myriam Rawick, de 13 aí±os de edad, tuvo que huir de su barrio, sufrió bombardeos y se convirtió en refugiada en su propia ciudad. Una pesadilla de cinco aí±os que cuenta en un diario.
âEl diario de Myriamâ, cuenta la guerra siria vista por una nií±a de una familia cristiana modesta, de origen armenio, cuya vida se vio alterada por âcosas de grandesâ.
Escribe todo lo que vio, entre eslóganes revolucionarios pintados en los muros, manifestaciones contra el gobierno, el secuestro de su primo, el bloqueo y los combates.
âCuando la guerra comenzó, mi madre me sugirió escribir un diario. En él contaba todo lo que hacía en el día. Me decía que un día lo releería y recordaría todo lo que ocurrióâ, cuenta esta joven de cabello castaí±o en una entrevista en París con la agencia de noticias AFP.
Cuando en diciembre 2016 el periodista francés Philippe Lobjois escuchó hablar sobre ella y su diario, un cuaderno de unas cincuenta páginas en árabe, se dijo que era la ocasión de contar esta guerra desde adentro.
Su diario, que cubre el periodo de noviembre 2011 a diciembre 2016, fue traducido en francés y acaba de ser publicado por la editorial Fayard.
âAlepo era un edénâ
Antes de convertirse en el principal campo de batalla de la guerra en Siria, Alepo, una de las ciudades más antiguas del mundo, rebosaba de tesoros declarados Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
âAlepo era un edén, era nuestro edénâ, cuenta Myriam, vestida con vaqueros y una camiseta en la que está escrito âloveâ. Pero este edén se convirtió en un infierno.
Afirma que jamás podrá olvidar los siniestros días de marzo 2013, cuando âhombres vestidos de negroâ, rebeldes islamistas, le obligaron a ella y a su familia a abandonar su hogar.
âMe desperté por la maí±ana, escuché el ruido de objetos que estaban siendo arrojados, gente que gritaba âAlá Akbarâ (Dios es grande, en árabe). Sentí mucho miedo, tenía ganas de vomitar. Abracé muy fuerte a mi muí±eca, le decía âno tengas miedo, no tengas miedo, estoy contigoââ, recuerda.
Azúcar para pasar el miedo
âMe apresuré para guardar mis libros en mi mochila, adoro los libros, no podía abandonarlos. Me puse dos chaquetas, una encima de la otra, para protegerme de las balas perdidas. En la calle vi a un hombre barbudo, vestido de negro, con un arma en la mano, tenía mucho miedo. Caminamos mucho hasta llegar a un barrio más seguroâ, en Alepo-Oeste, la parte de la ciudad bajo control del gobierno, que es regularmente blanco de bombardeos.
âLo que más temía eran los misiles. Una noche, poco antes de ir a acostarme, el cielo se puso rojo y hubo un ruido ensordecedor. Un misil cayó en la calle junto a la nuestra. Para calmarnos nos daban azúcar, nos decían que nos ayudaría a pasar el miedo. ¡Pero yo no veía ninguna diferencia!â, dice.
âNos refugiamos donde una vecina, me instalaron en un colchón frente a una ventana, tenía mucho miedo, tenía miedo de la ventana, de los fragmentos de vidrio. No quería quedarme desfiguradaâ.
La capitulación de los últimos rebeldes en diciembre 2016 hizo que regresara una cierta normalidad en Alepo, aunque aún no se ha normalizado el servicio de agua y electricidad.
âYa no tengo miedo de las bombas. He vuelto a mi infancia, vuelvo a jugar con los nií±os del vecindarioâ, cuenta sonriente.
Desde que terminaron los combates sólo ha regresado una vez a su antiguo vecindario. âEra como si mi corazón volvía a latir, recordaba todos los momentos que viví ahí. Había como un perfume de felicidad pasada. Pero no regresaría a vivir ahíâ.
La adolescente, que sueí±a con ser astrónoma âporque ama las estrellasâ, sigue escribiendo su diario. âNo quiero olvidar lo que estoy viviendo ahoraâ, explica.
